Gana Bongbong en Filipinas
Hacia 2001, participamos en una reunión con representantes de la Fundación Konrad Adenauer, incluso, residenciados en Berlín, junto a un escaso y calificado número de dirigentes socialcristianos venezolanos. Además de recordar aquél lejano y espeso tráfico automotor caraqueño que amenazó la deseada puntualidad de la cita, igualmente lo hacemos con la prioridad que manifestó la entidad internacional en sus esfuerzos de propulsar la democracia y la libertad, fijándola en Asia y teniendo como eje a Filipinas, como ya lo había dejado de ser América Latina: muy probablemente, presumieron que el trabajo ya estaba hecho en este lado del mundo, por lo que ameritaba de la ayuda alemana el otro que también supo de una feroz dictadura, como la de Ferdinand Marcos, por cierto, con una esposa que tenía una asombrosa adicción por los zapatos.
Antigua colonia española, como también lo fuimos hace más de 200 años, es poco lo que se conoce aún de un archipiélago ubicado en el sudeste asiático, con más de cien millones de habitantes que ocupan siete mil y tantas islas que fondean el océano Pacífico. La caída de un tenebroso régimen que dio paso a una era protagonizada por Corazón Aquino, célebre en los noticiarios de entonces, generó un interesante proceso de desarrollo económico y de estabilidad institucional que tropezó con Rodrigo Duterte, un ultranacionalista entronizado en el poder gracias a una desbocada práctica de la antipolítica de acuerdo a las referencias de la prensa.
Días atrás, celebrados los comicios filipinos, Ferdinand “Bongbong” Marcos de 64 años, ha alcanzado la presidencia llevando como vicepresidente a Sara Duterte-Carpio, sintetizando así la vida política insular en una suerte de trazo testamentario. Al visitar la tumba de su padre, cuyo sepelio definitivo constituyó todo un tributo al héroe nacional, concebido por el señor Duterte, se ha interpretado el gesto como una reivindicación del señor Marcos.
La región es difícil, debido a las diferencias limítrofes con la gigantesca China que los filipinos han tratado de administrar con mucho cuidado, cuyos patrullajes marítimos tienen por referente una curiosa isla artificial construida en el Arrecife Subi, en la demarcación de las islas Spratley, trastocada en base aérea y naval, como reseña Paulina Machuca en su “Historia mínima de Filipinas” (El Colegio de México, 2019: 233). Contexto nada propicio, añadidas las duras desavenencias internas, faltando poco, por motivos religiosos, la fórmula bongbongiana puede prologarse a través de su vicepresidencial compañera y, contando ambos con una importante experiencia política, marcar el futuro del archipiélago por muchos años, asociados o confrontados.
La prensa española le ha dado un importante acento al triunfo de Marcos, indiferente nuestros predios que están agobiados por otros y muy abundantes problemas, agregada la censura, pareciendo obvia la lección jamás aprendida en torno a los herederos de viejos dictadores que dicen así honrar la memoria familiar, fastidiándole la vida a los pueblos requeridos de una profundización de las libertades y de la vida cívica. Ojalá nos equivoquemos y Bongbong sea un caso parecido al de Martin Torrijos de Panamá, con una vocación más de servicio que de revanchismo.
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