Prisioneros o libertos

El mentiroso es cautivo de sus mentiras. El embaucador es esclavo de sus patrañas. El plagiador vive a merced de su incapacidad creativa. El opresor habita dentro de las rejas de esa jaula que ha fabricado.
Víctimas de muchas y variopintas desgracias, los venezolanos somos ahora rehenes de las fantasías en las que queremos creer. Parece el guión de uno de esos patéticos  libritos de autoayuda que, para la infinita desgracia de la literatura, son best sellers en el planeta entero. Que Venezuela está “mejor y mejorando”, en mal remedo de la frase de Teodoro “estamos mal pero vamos bien”, es el latiguillo que leemos por doquier. Que ahora hay de todo. Eso cacarean en pánfilas lenguaradas. Que la lluvia no moja, que el sol no escuece la piel, que ahora somos grandes exportadores de productos exóticos. 
Una nota de prensa de fecha 14 de abril de 2021, que circuló en twitter y otras redes, daba cuenta de “el Viceministro para el Transporte Aéreo y Presidente de Conviasa, Ramón Velásquez Araguayán indicó que en la noche del lunes partió un vuelo desde el aeropuerto Internacional de Maiquetía con 7 mil kilos de mango haden, siendo este el primer cargamento hacia los Emiratos Árabes Unidos”. Leyó usted bien. Un avión con 7 mil kilos de mangos. Lo escriben con bombos y platillos, con adjetivos churriguerescos. 7 mil kilos son 7 toneladas.  
Queremos creer  que estamos mejor, y tanto más. Porque mirar de frente a la realidad nos resulta insoportable, intragable, insufrible. Las estadísticas, empero, nos abofetean. Puesto en números absolutos, hay tantas como 285 mil almas en Venezuela que “están bien”. Ese “bien» es, por diseño, relativo. Y tiene un costo enorme. Significa la cruda destrucción de la clase media y la conversión en pobres de millones de personas.
Hay quienes dicen estar bien porque tienen una planta eléctrica en su casa, porque compraron un tanque de agua que alimentan con camiones, porque contrataron un servicio de internet satelital a un costo insólito, porque en el bodegón terciando su casa consiguen harina de trigo buena o ese pote de Nutella.  Ah, están bien porque tienen un carro o camioneta blindada, porque en la billetera tienen dólares, porque en la calle donde viven hay portones de seguridad y la casa o el edificio tiene cerco eléctrico y alarma, porque tienen una póliza de seguro HCM en dólares que no los va dejar guindados, porque una vez al mes familiares o amigos le envían una caja con “cositas”. En ese “estado de bienestar” (fabricado) el Estado no existe, ni falta que hace Algunos lo llaman vivir en una burbuja. Yo siempre recuerdo el cuento de la Tierra del Verde Jengibre.
285 mil personas en Venezuela “viven bien”. Prisioneros de un absurdo. Eso son. En algunos municipios se vive mejor que en otros. Depende de los gobiernos municipales y de su habilidad creativa para gestionar los ingresos provenientes de  impuestos a comercios. Porque el aporte por el situado es tan ridículo que ni mueve las barras en los reportes de finanzas públicas… Pero en aquellos que no tienen esa bendición de comercios que hagan aporte tributario, la gente pasa más trabajo que el Penado 14.
Pero ahí están algunos, que se creen en posición de liderazgo, santiguando al santo sin pisar la capilla. Prisioneros de sus palabras huecas. Falta de diccionario, tal vez. O de leer a Cabrujas.

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