¡Viva María Gómez!

Cumpliendo con una modesta gira,  Joan Manuel Serrat se despide de los escenarios. Fácil deducción, se resistió a hacerlo por mucho tiempo,  poblándonos de una viva poesía hasta que la realidad tocó a sus puertas, como ocurrirá a todos.

La mejor de las despedidas ha sido a través de un acto extremadamente sencillo, realizado en la Universidad de Costa Rica con motivo del doctorado honoris causa, concedido a finales de mayo próximo pasado.  Además de los estupendos discursos del señor rector y del señor director del Consejo Universitario, el del cantautor fue una extraordinaria y sentida pieza, breve e inspirada, aunque se dijo desconfiada de la voluble lealtad de las musas, como siempre ha referido (https://www.youtube.com/watch?v=OjpgbU3l-7s).  

Citando a su mamá, compartió aquello de la patria que está donde los hijos comen, como probablemente pensarán las miles de madres que surcan el planeta huyendo del dolor y de la guerra. “dejando atrás la tierra que los vio nacer y buscando un lugar en donde sus hijos coman, crezcan y aprendan a convivir en paz en una nueva patria temporal o definitiva”. Sin embargo, quien supo en ya muy lejana década lo que es el exilio,  no jurará desconocer de los millones de venezolanos que reconocen su patria por los caminos:  tampoco hizo mención de nuestra tragedia y, acaso, un poco más valientes fueron sus interlocutores al acercarse al tema.

Es lo que ha ocurrido con Serrat siglo XXI, quien tampoco volvió al país que le deparó tantos aplausos, después de una rápida presentación con Joaquín Sabina. Al menos, no lo han anunciado para la seguidilla de conciertos de normalización, con importación de renombrados artistas, ideados ahora por el régimen. 

El poeta que descubrimos en nuestra escolaridad y cultivamos con los años,  más nunca se interesó en nuestra suerte y, avanzando la centuria,   en … nuestra pobre bolsa.  Encarecido, tomó otros rumbos, quizá llamando prudencia al silencio cómplice. 

Recordamos al viejo Serrat, el del Teatro Municipal y la Universidad Central, o el de los éxitos radiales al que luego descubrió el niño en una presentación de la televisora local, pero también al envanecido del Teatro Teresa Carreño.  A juzgar por el discurso costarricense, queda un fondo de sensibilidad que está a tiempo de reavivar.

Que sepa, María Gómez fue la empresaria que siempre lo trajo, sobria y cumplidora, ya de escasas referencias en la red. Recordar al catalán es hacerlo con ella, quien lo diligenció y lo trajo numerosas veces para cantar a la libertad en libertad.

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