De la perpetua búsqueda del chivo expiatorio

Característica inmodificable de todo régimen de fuerza, un tercero siempre es el culpable de toda desazón y tragedia. Tesis muy elaboradas lo advierten, convertidas en un dogma hasta preventivo frente al asegurado fracaso en el ejercicio del poder que por sí mismo se justifica. 

Rayando en el más grotesco cinismo, por una iguana  ha caído la industria eléctrica en Venezuela, y cualquier gafo sirve para incriminarlo por actos de los que no tiene la menor idea para simular éste o cualquier otro problema.  Ejercicio que se torna cada vez más inescrupuloso,  el disparate es el signo de la discursividad de los más poderosos ante una realidad que irrespetan, pretendiendo ridiculizarla.

Puede decirse que el Estado bajo el socialismo del siglo XXI responde al latifundismo de un poder cada vez más agigantado, ocioso e inútil, excepto tratemos de los fines de su propia supervivencia. La metáfora agraria y económica nos remite al minifundio de una oposición impotente que tiene indignas manifestaciones de vasallaje, anacrónica, parceladísima, en la que pocas veces germina el atrevimiento.

Obviamente, la oposición doméstica y la del exterior reporta las posibilidades de relevar de todo costo político al gobierno usurpador, pero gobierno al fin y al cabo, y puede brindar y brinda el chivo expiatorio para cualquier tropelía, aunque la morisqueta tiene sus límites.  Se requiere de una mínima sensatez, un poco de credibilidad y algo de sobriedad para aceptar las versiones oficiales. Sin embargo,  para no ir tan lejos, ahí está la dictadura habanera todavía en pie,   fábrica de los chivos expiatorios que se les acaba, intentándolo ahora con los que tan vehemente y corajudamente la han protestado en las calles

Gustamos de una ilustración publicada no hace mucho en “The Economist” (nr. 9306 del 23/07/22), cuyo autor desconocemos,  que nos remite al esfuerzo de ocultar la basura entre los mismos barredores, acaso, porque la alfombra ya está demasiado abultada.  La perpetua búsqueda de un tercer culpable de nuestros males, significa ya no saber cómo esconder las realidades. 

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