Sencillamente, Cadenas

Para el aula escolar, estaban nuestros consagrados poetas, como Juan Antonio Pérez-Bonalde, o Andrés Eloy Blanco. Para el de la opinión pública, los que adquirían un propio e inconfundible sello personal, familiarizándonos con sus nombres.

Rafael Cadenas, por siempre recurrente en los medios, añadida la radio que dedicaba también sus especialísimos espacios al bardo, se colaba en las conversaciones familiares. Y, al comenzar a universidad, sin tener una particular inclinación por la poesía, comenzamos a leerlo.

E, incluso,  todavía recordamos unos versos que nos sirvieron de respuesta para un amor no correspondido: “Eres para raptos más vehementes / no para esta entreluz / que agota, seca y cansa”. Miles de años después, en un encuentro casual, olvidándolos, ella confesó que nunca los entendió. 

En medio del país que ha sucumbido ante la dictadura, pero aún sigue en pie de lucha, se anuncia la concesión del Premio Cervantes para Cadenas, por cierto, a quien Vasco Szinetar ha historiado fotográficamente.  Y sentimos un legítimo orgullo, porque tenemos poesía y poeta, luz en el largo túnel que anuncia un distinto amanecer. 

Le hemos hecho reparos a la conducta política del poeta, como la aceptación de un doctorado honoris causa por la Universidad Simón Bolívar que ostentó un vicerrector usurpador, aunque la iniciativa habilidosa y subrepticia partió de la Asociación de Profesores de Sartenejas, presidida por William Anseume.

Tiene toda la razón María Efe: hay quienes trascienden a esos pequeños detalles polémicos, aportándole al patrimonio espiritual de todo un país, así se disguste el minpopo de Cultura y mismísimo cabecilla de la usurpación que guardan un natural silencio. 

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