Taladura

Son numerosas las generaciones de escolares formados e informados sobre la preservación del medioambiente, y, al menos, muy antes, a los venezolanos nos estremecían las denuncias formuladas en la materia. E, incluso, recordamos, finalizando la anterior centuria, la comisión correspondiente de la cámara de Diputados investigó a fondo los problemas generados en la sierra de Imataca, ocupando importantes titulares de la prensa escrita. Sin embargo, hemos sufrido un desaprendizaje que la censura y el bloqueo informativo profundizan aún más.

En efecto, la opinión pública parece cada vez menos sensible al asunto, a juzgar por las diarias evidencias del arboricidio en las principales ciudades del país, por ejemplo.  Con o sin el pretexto de una peligrosa caída de piezas también centenarias, la sierra no ha dejado de trabajar en las medianas o grandes metrópolis.

Lugares de frondosas arboladuras, ganan espacio para el cemento armado con una celeridad sorprendente. El fenómeno no sólo corresponde a los municipios oficialistas, sino a los emblemáticos del área metropolitana de Caracas que se presumen y sólo se presumen, opositores.

Caen los árboles que ni siquiera presentan alguna resquebrajadura, o apenas levantan las aceras. Y si éste fuera el caso, existen tratamientos más adecuados que la cortadura cruel de troncos que después dejan esparcidos hasta que el camión de basura, o el de un servicio equivalente, recoge los cadáveres. 

Es necesario apuntar a dos facetas del problema, comenzando por los acelerados y arbitrarios cambios de zonificación para el levantamiento de locales comerciales de magnitudes variadas. Urbanizaciones que fueron exclusivamente residenciales, devenidas comerciales, prontamente las despojan de toda la vegetación posible, aunque ella explica históricamente áreas como La Florida o El Paraíso, en Caracas.

Luego,  tenemos el discurso ecologista de un oficialismo absolutamente  descarado, hueco y moralista.  Ni una palabra dicen sus más convencidos conservacionistas, palpable la realidad de las grandes empresas del Estado que han creado infinitos pasivos ambientales. 

La taladura de los árboles de las medianas y grandes urbes, simboliza al llamado ecosocialismo como una extrema aventura comercial: deja literalmente descubierto todo espacio susceptible de explotación.  Unos años más, y la deforestación será irreversible.

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