Elefantes rojos
Muy antes, a las grandes y más vistosas edificaciones caraqueñas dejadas al abandono, se les denominó elefantes blancos. Prácticamente, materializados los inmuebles, por alguna falla estructural detectada o alguna providencia judicial efectivamente ejecutada, quedaban como un estorbo del paisaje urbano, en oportunidades, identificadas con algún gobierno.
El Helicoide perezjimenista, aunque construida por iniciativa privada, fue una de esas piezas solitarias y desguarnecidas, varias veces invadida por los más menesterosos, sobre la cual pesó una grave sentencia geológica y la quiebra de la empresa promotora. Hoy, la Roca Tarpeya sigue en pie, sobreviviente a duros terremotos, como la odiosa referencia contemporánea de lo que fue La Rotunda en los tiempos de Gómez.
Ya son múltiples los elefantes del régimen socialista que no ha tenido por característica la de ser un gran constructor, pero sí la de afectar renombrados complejos metropolitanos: los abandona, como el Centro Simón Bolívar, inconclusa la remodelación por varios siglos, o los expropia, igualmente abandonados, devolviéndonos mucho más tarde, como el Sambil de La Candelaria. No obstante, deseamos llamar la atención sobre un inmueble, por cierto, muy cercano, en la avenida Urdaneta, tristemente célebre: la torre de Confinanzas.
Recordemos, una torre muy alta, coronada por un helipuerto, bajo decisión tribunalicia, fue invadida en los inicios del chavismo hasta conforma una poderosa, densa, compleja e infranquiable barriada vertical, sin equivalente en otras latitudes. Por supuesto, la pesada colmena humana durante años prometió una desgracia que afortunadamente no ocurrió, tolerada por el régimen que, una vez que falleció el que le contamos, Nicolás Maduro se vio forzado a desalojar poco a poco, a cambio de viviendas ubicadas en el lejano interior.
Ya son varios años los del desalojo, y la torre se alza triste y solitaria, como testimonio de viejos esplendores, desde varios ángulos confundida con otras edificaciones, e imaginamos de la existencia de varios estudios y propósito para aprovecharla total o parcialmente, aunque seguramente acarreará inversiones muy grandes para conseguirlo. Y, si fuere el aso, la demolición sería de las más costosas, debido al particular e inmediato entorno.
El vistazo hacia la torre es inevitable, pero también indeseable por su fealdad y reciente historia, incluso, cuando fue atril de las telas gigantescas que daban loas a Chávez. Y es que la mirada hacia la propia avenida Urdaneta, extraordinario referente de la ciudad capital de la segunda mitad de siglo XX, igualmente se pierde por los numerosos edificios invadidos, deteriorados y sospechosos.
La arquitectura del socialismo del siglo XXI es la de una ruindad injustificada, perdida las bonanzas petroleras de las que disfrutaron los prohombres del régimen. Están las edificaciones de la Misión Vivienda, las interesadas remodelaciones que pasan por restauración, y asimismo los incontables elefantes rojos. Hay que aguzar el ojo a la distancia, para descubrirlo y saberlo desde la torre de Confinanzas.
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