Carta a mi perrita Lili

Lili, escribirte esta carta me da más pena que cuando los vecinos me escuchan hablándote chiquito y en tonos agudos, como si fueses una niñita. Pero por favor entiende. Es que me estás haciendo quedar mal. Antes de que tú llegaras, yo era un tipo que se negaba a tener mascotas en la casa. Hasta disfrutaba pensando en el dinero de sobra que tenía cada mes cuando me comparaba con otros amigos que tienen mascotas. Ahora mira tú. Llegaste y no sabes el compromiso en el que pusiste mi integridad moral. Me haces sentir como un político socialista cuando le descubren un reloj Cartier… en la guantera de su Ferrari… que está aparcado en su mansión italiana… al lado de un helicóptero… en donde lo espera su bella sugar baby… (quien era de clase obrera, pero que él emancipó porque es fiel a sus principios ideológicos).

Lili, es que de un día a otro me convenciste de hacer cosas que jamás hubiese podido ni mi amiga que siempre me quiere vender cosméticos de catálogo -incluso si me los vendiese emborrachándome y apuntándome con un AK-47.

Lili, hasta yo me burlaba de la gente que les ponía camisas y suéteres a los perros. Ahora ya tú tienes una selección como de tres conjuntos que lavamos con más delicadeza que las pantaletas de tu mamá. Ay, ¿viste?… ¡Papá le dijo “mamá” a tu dueña!… ¿En qué culto entré?

Lili, antes me parecía de muy mala educación entrar al ascensor y conseguirme a un vecino lleno de pelos de mascota en su ropa; al punto de parecer una versión alopécica de Chewbacca. Incluso, hasta pensé en escribirles a las principales cadenas de ropa para que sacaran una colección de camisas, suéteres y pantalones con pelos de mascota para así hacernos millonarios. ¿Ves a lo que me has rebajado? Si ya hasta duermes con nosotros en la misma cama y me molesto cuando pasas toda la noche del lado de tu mami… (¿¿¿ahora tu papi le dijo “mami”???… ¡Reclúyanme!).

Lili, antes me parecía muy poco profesional cuando tenía una reunión virtual con alguien y de repente se le atravesaba el gato por la cámara caminando sobre el teclado. Ahora solo hago reuniones virtuales con una condición: que tú estés acostadita en mis piernas y arropada con mi camisa. Eso hasta me hace sentir millonario, porque me veo como Paris Hilton con su perrita.

Lili, antes regresar a mi casa hasta podía ser motivo de aburrimiento si la estaba pasando bien en la calle. Ahora, cuando estoy fuera, sólo pienso en llegar para que me recibas con ese particular aroma de tu fragancia “Lambeteur Du Perrité Eau de Toilette”.

Lili, antes me parecía ridículo y hasta poco productivo que una familia tuviese que dejar a alguien en el apartamento para cuidar a la mascota. Ahora figúrate tú. En la casa tenemos todo un tráfico de influencias y hasta sobornos entre tu mami, tu hermanito y yo para ver quién tiene la fortuna de quedarse en la casa contigo. Lo malo es que no sé hasta cuándo me vayan a creer la excusa de que falté a un compromiso porque estaba enfermo… (¿¿¿y viste que papi ahora le dijo “hermanito” a tu otro dueño???).

Lili, antes me parecía caprichosa la gente que le daba melón y jamón de pavo a sus mascotas. Ahora hasta estoy pensando si te viene bien ser vegana, que hagas ayuno intermitente o si incluso debo regularte la tensión poniéndote un poquitico de ajo en la Perrarina.

¿Ves todo esto, Lili? Por eso espero que recibas esta carta y te la comas para por fin poder usar la excusa de que mi perro se comió la tarea. Es que no sé si soportaría el bullying que me harías si tuvieses la capacidad de leer esta “Carta a mi perrita Lili” (que por cierto, ¿venderán lentecitos de lectura para perritos a ver si así puedes leerla?).

Reuben Morales
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