La autopercepción norcoreana

Estos son los tiempos de la autopercepción y del derecho a imponerla al resto de los mortales, aunque contradiga clara y abiertamente la naturaleza, la realidad y, en definitiva, lo que entendemos por verdad. Nos sorprenden cada vez más las noticias – faltando poco – judiciales, respecto al reconocimiento obtenido por un sexagenario que se siente niña de seis años de edad y ha conseguido una orden para que una escuela lo reciba y pueda compartir  con los infantes en el aula diaria; ha corrido la noticia de una viva protesta de aquellos que se creen y exigen respeto como perros, sí,  literalmente perros que juran razonar sus reivindicaciones; o de los que luchan por el pretendido derecho de contraer matrimonio con una nevera, tortuga, o cualesquiera otras ocurrencias, aunque tarden los insectos en comparecer frente a tal demanda.

El problema cuenta con una vertiente militante y estridente: el género, y hay quienes se dicen que pueden trascender a la consulta del ginecólogos o del urólogo, adoptando un sexo y una sexualidad absolutamente imaginaria. 

Nada raro, el asunto que esa parte parte obscura de la sociedad que desea iluminada, exclusivamente ocurre en las sociedades libres y occidentales, pero nunca en las teocracias, las dictaduras comunistas y fascistas, en los más cercanos o lejanos rincones del totalitarismo.

La otra vertiente de peligros cada vez más inminentes, capaces de llevarse por el medio a los más inocentes, añadidos los pobladores del apartadísimo Bután, está representada por ños norcoreanos que ostentan a un dictador tan dictador como su padre y su abuelo, creyéndolos por muchísimas generaciones algo radical y absolutamente normal.  

A Kim Jong-un no se le ha ocurrido otra cosa que declararse en términos constitucionales como una potencia nuclear, algo a la que se atrevió con una ley ordinaria de tres o cuatro años atrás. 

Que sepamos, Israel no anda vociferando por ahí que tiene sendos artefactos atómicos, pero Crea del Norte necesita hacer gala de su carrera armamentista.  

La tupida propaganda interna, presumimos, convierte a Kim en la única garantía de supervivencia frente al resto del planeta que asedia a los norcoreanos, y se creerán el cuento de una superiorísima calidad de vida frente al occidente decadente, miserable, explotado y explotador.

Esto de la autopercepción llega demasiado lejos y habrá quien invente una pira para acabar con los oficiantes de la psicología y psiquiatría, quemando siglos de un aprendizaje vital en ambos campos. Mientras tanto, la España también empastelada por Irene Montero, vaya legado que deja, o las guerras de Ucrania y las de África, hablan por sí mismas. 

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