Bizarría y cinismo

Recientemente, hice algunas diligencias en el centro histórico de Caracas, y, al atravesar la Plaza Bolívar, es que se notó una cierta congregación de personas favorables a la causa palestina. Varias fotografías después, por supuesto, precavido, decidí salir del lugar y, al subir hacia la avenida Urdaneta, contadas personas de atuendo típico, posiblemente funcionarios diplomáticos acompañados de jóvenes con radiotransmisores en mano y mirada alerta, bajaban seguramente al evento que se prolongaba.

Las noticias, harto elocuentes, contundentes, irrefutables en torno al colosal acto terrorista de Hamas contra Israel. No obstante, el sesgo político e ideológico se ha impuesto, e, incluso, hay varias y lamentables escenas en las redes que versionan y justifican semejante hecho.

Tiene razón Julián Quirós, en reciente nota de primera plana para ABC de Madrid, al afirmar que “la izquierda española bizarra sólo llora a sus muertos”, tan “ajena a la Declaración Universal de los Derechos Humanos”. E, incluso, en la sesión de un parlamento autonómico, o quizá de un ayuntamiento, fue fácil apreciar la violación de las reglas de la cámara, cuando una parcialidad pidió guardar un minuto de silencio en tributo a las víctimas palestinas, levantándose de sus curules, y desafiando a la dirección de debates que apenas entraba a organizar la agenda de trabajo.

Interesado en pensar  un  poco más el problema para una inminente intervención pública del suscrito, comencé a tomar notas partiendo del sentimiento y la convicción fundamentales generadas por los acontecimientos. Además, recordé una vieja obra actual de Aníbal Romero sobre la sorpresa en la guerra y la política de 1992, enhebrando impresiones e ideas que aportaran al tratamiento lo más sobrio posible de la materia, intentando alguna novedad, porque al tratarse de un debate respecto a tan delicado asunto, de nada valen las fáciles reiteraciones y estereotipos; por ello, como en una discusión cercana sobre el Esequibo, he preferido redactar lo más cuidadosamente un texto presto a su lectura.

Ciertamente, demasiado difícil inventar el agua tibia en un temario de tan larga data y densidad, hablando todavía y día por día los hechos, pero es necesario intentarlo en la medida de lo posible. A modo de ilustración, en la prensa extranjera todavía pesan las noticias, escasas otras perspectivas que las redes digitales aportan graneadas, aunque en La Razón de Caracas,  Domingo Alberto Rangel escribió sobre el Pearl Harbor israelí, así como otro recordó en el extranjero la consabida destrucción de las torres gemelas un 11-S, en un ejercicio creativo de interpretación que todavía expone sus límites. 

Es importante observar hasta dónde puede llegar el socialismo del siglo XXI en su también bizarra versión de las personas, el mundo y las cosas. Sobre todo, por el compromiso con las lejanas teocracias a las que tan asombrosamente  les ha facilitado el desarrollo de un conjunto de intereses geopolíticos, geoestratégicos y comerciales en este lado del mundo.

Nos esperan toneladas métricas de propaganda oficialista, movilizaciones y manifestaciones pendientes que ocuparán a los empleados públicos requeridos en las formidables maniobras de distracción en torno a los trágicos problemas que confrontamos cotidianamente los venezolanos. Saltan de Saab Free, otra de las actividades en curso, a Palestina y viceversa, con increíble facilidad y cinismo para una completa bizarría. 

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