Los comicios polacos

El pasado mes de octubre, el sorpresivo ataque terrorista contra Israel ocupó y copó la escena mundial, y la nacional obviamente que las elecciones primarias, deslizado por debajo de la mesa el resultado de los comicios celebrados en Polonia.  Importante el triunfo del europeísmo y de la democracia liberal con Donald Tusk, líder de Plataforma Cívica (PO), frente a Jaroslaw Kaczynski de Ley y Justicia (PiS), expresión de una ultraderecha parecida a la de Víktor Orbán en Hungria, euroescéptica e iliberal que curiosamente coincide por su determinación y alcances con el régimen venezolano. 

El acontecimiento polaco es de una innegable trascendencia, porque – en un sentido – tratamos de la derrota de uno de los regímenes fundados en el populismo, la polarización y la posverdad, elementos constantes que ha resaltado Moisés Naím al estudiarlos concienzudamente;  y – en otro sentido – acontece en el antiguo país socialista en el que tiempo muy atrás triunfaron los trabajadores, cuya evolución, sentimiento y desempeño democrático es de interés para quienes habitamos el extenso territorio del más sincero al más enmascarado totalitarismo.

Bien lo señaló el autor venezolano en “La revancha de los poderosos” (Debate, Barcelona, 2022): «¿Acaso hubo una serie de experiencias comunes en países tan distintos como Brasil, Bolivia, India, Israel, Italia, Venezuela que preparó a sus ciudadanos para aceptar a un líder 3P? ¿Qué tipo de experiencias son? ¿Económicas? ¿Sociológicas? ¿Psicológicas? ¿Tecnológicas? ¿Las cuatro, en cierto modo? ¿O tal vez esta nueva forma de autocracia sigilosa se contagió a medida que los efectos visibles traspasaban las fronteras geográficas y quienes aspiraban a convertirse en autócratas aprendían de los éxitos de los demás?” (157). 

De modo que el triunfo de Tusk apunta a la necesidad de desarrollar un centro político convincente, poderoso, responsable, eficaz, pero – igualmente – la de estudiar a fondo aquellas situaciones y transiciones que permiten la emergencia de regímenes que atentan contra la libertad y la dignidad misma de la persona humana, suponiéndolos sus más acérrimos defensores al principiar el camino hacia el poder. 

Salir de dictaduras comunistas para afrontar otras expresiones autoritarias y totalitarias que se creyeron superadas, o, mirando al Israel de Netanyahu que anegó las calles de protestas contra su intención de controlar el poder judicial, antes del citado ataque, ejemplifican la vigencia de una tentación y de una realización dictatorial aparentemente infinita. 

Deberíamos estar convencidos de que no se tratan de experiencias circunstanciales, enhebrando situaciones, humildes destellos, episodios supuestamente dispersos y transitorios.

Observar una fotografía del votante polaco (The Guardian, 16/10/23), o atender algunas de las consideraciones que hace Tymhoty Garton Ask (El País, 19/10/23),  inevitablemente nos remite a la jornada que protagonizamos los venezolanos el 22 de octubre, dándola otra y más útil interpretación.

La gesta por la libertad en Venezuela no constituye un hecho aislado y anecdótico, y, por ello, aplaudimos lo que pasó recientemente a los polacos.

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