Alta gama

En la era de la relojería digital de pulsera y sus distintas mediciones referenciales, con diseños pixelados muy variados e instantáneos, sobrevive la versión convencional de la máquina de exactitudes que reporta la nanotecnología y sus más cotizadas marcas. Al respecto, en la prensa extranjera abunda la promoción publicitaria de los más sofisticados productos que hacen del tiempo un pretexto para el placer.

Compartimos la impresión de una muy dura competencia entre ambas versiones relojeriles, siendo extraordinariamente exigente el diseño de los artefactos convencionales, como igualmente ocurre con el diseño arquitectónico o automovilístico de una dificilísima innovación. Además, al usuario le importa y mucho el peso de la herramienta, y, a veces, la vistosidad y exclusividad que le prodigue un cierto estatus y le garanticen una confiada ostentación de acuerdo a los ámbitos de poder que le ilusionan.

En nuestro país, antes de las grandes bonanzas petrolera, modestamente se cotizaban afamadas marcas de relojes que contaron con una diligente representación en Venezuela. En el curso de tales bonanzas, una o dos de esas marcas se convirtieron en un poderoso símbolo del neorriquismo zafio y estridente, aunque la peor expresión está ejemplificada por los no menos famosos en el presente siglo: a través de incontables fotografías, el antecesor y el sucesor exhiben relojes de una altísima gama, por supuesto, a cuenta del Estado, radicalmente inaccesibles para las grandes mayorías. 

Ciertamente, porque la telefonía móvil también informa, hay una tendencia de la población a no emplear relojes de pulsera también por la acción de los delincuentes. No obstante, éstos saben muy bien que hay un porcentaje significativo del mercado en el que domina el artículo de contrabando, abaratándose cada vez más el tiempo, sobre todo entre los jóvenes que disfrutan de la ilusión de inmortalidad. 

Además, es necesario reconocer, la impuntualidad es regla entre nosotros, los que precisamente, en este rincón del mundo, no encontramos una fórmula para evitar la depreciación de los bienes, incluida la propiedad inmobiliaria o el automóvil. Entendemos que, en otras latitudes, la relojería llega a catapultarse como la deseada joya que también puede custodiar el banco, ambicionada por anticuarios y coleccionistas: acá, en las redes sociales, hemos visto anuncios para la compra de piezas de alta gama que seguramente tienen por destinadas el exterior, si es que no estuvimos inundados de falsificaciones ya tardíamente descubiertas. 

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