De un rápido contraste

La modestia y la austeridad, trabajar 

hasta la extenuación y la falta de 

arrogancia son virtudes apreciadas 

en este país (…) Merkel es la 

viva imagen de la sobriedad” 

Ana Carbajosa (*)

Hay mandatarios que luego se les extraña, gracias a una exitosa gestión, o, en todo caso, a la evidentemente fracasada de sus sucesores. Bajo las democracias liberales, suelen frecuentar los medios, dictar sendas conferencias o reaparecer en los eventos especiales de los partidos adscritos, sin necesidad de incurrir en estridencias.

Por ejemplo, a juzgar por el solo título del artículo de Aurora Minguéz, publicado en fecha 26 de los corrientes en El País de Madrid, se extraña y mucho a la excanciller alemana: “La Europa fea y desorientada después de Merkel”. E, incluso, pendiente de la traducción al español de la entrevista que Der Spiegel le ha hecho a Angela,

publicada el 23, con una extraordinaria gráfica de Peter Rigaud, sus opiniones y perspectivas, suscitan todavía interés.

Faltando poco, de oficios tan provechosamente complementarios, el novelista y guionista David Safier ha escrito sendas novelas protagonizadas por la Merkel cotidiana y detectivesca, resolviendo crímenes comunes, acompañada de su perro Putin.

Un tributo a su perseverancia, reciedumbre y perspicacia, o un burdo pretexto, lo cierto es que, ida ya del poder, constituye todavía un motivo público de respeto y admiración.

Valga el contraste con este lado del mundo, cuando transitamos de un accidente político a otro, y los que gobernaron el país fueron objeto de un desmedido, injusto, continuo y artero ataque a lo largo del presente siglo.

Acotemos el vil detalle, a los expresidentes de la República, en su momento, elegidos en libres comicios, añadido un encargado miraflorino que facilitó una dramática transición, les fueron desconocida toda protección personal, pensión y seguridad social, y, no pocos medios, haciéndose eco de la campaña oficialista, los denostaron. 

La Constitución de 1961 subrayó la importancia de desempeñar el poder, entregándolo con el cumplimiento exacto del período, valorando la experiencia adquirida y procurando condiciones materiales mínimas al que fuere titular.

Y, aunque algunos dudamos de la fórmula, la senaduría vitalicia cumplió fundamentalmente con el propósito de su creación, asegurando la sobria, eficaz y oportuna intervención de los investidos en los asuntos públicos. Empero, huelga mayores comentarios en torno al actual contraste de una Merkel en su país, y la situación a la que penosamente fueron arrojados los expresidentes venezolanos, libre e inequívocamente electos por voluntad popular, vistos ahora con la nostalgia de otros tiempos. 

(*)           “Angela Merkel. Crónica de una era”, Ediciones Península, Barcelona, 2021: 108.

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