Querida aerolínea

Querida aerolínea, espero estés bien. Paso por aquí para contarte del vuelo en el que estoy montado ahorita, mientras te escribo. Es para que mi testimonio no quede como mi comodidad en este momento: en el aire.
Te cuento: cuando hice el check-in, elegí un asiento de ventana. Ahora entiendo que fue un error, así como el de meterse en la caja exprés del automercado pensando que es más rápida. Porque ustedes ahora meten a tantos pasajeros por avión, que desde afuera me debo ver como bagre pegado al vidrio de una pecera. Es que los aviones hoy salen como sardinas en lata, ¡pero sin el aceite! Ni cuando veo a mi familia me les pego tanto. Incluso hubo un momento en donde llegué a pensar que el pasajero de al lado y yo nos habíamos convertido en siameses.
Creo que antes del vuelo ustedes deberían decirnos que usemos faja. O si no, tengan una rayita afuera, como la de los parques de diversiones, para que no entremos los que pasamos de cierta estatura; como yo que mido 1,92 metros. Miren que, viéndolo rápido, este avión parece un chárter de lujo, sí, pero de los siete enanitos de Blancanieves, los pitufos, los minions y los umpalumpas de Willy Wonka.
Aunque cuando uno piensa que ya está medio cómodo en el asiento, ustedes nos dicen que el artículo de mano debe ir en donde van los pies. Entonces, si me da por quitarme los zapatos en medio del vuelo y meterlos allá abajo, ¿tendré que ir sobre el asiento de cuclillas?
Luego nos dieron las instrucciones sobre qué hacer en caso de emergencia. ¿¿¿Pero qué vamos a hacer??? Con este apretujamiento en el que ni me caben las rodillas, el único capaz de alcanzar la fulana posición de emergencia con la cabeza metida entre las piernas es un profesor de yoga. Aunque debo reconocer que no todo es malo, pues lo que sí tiene una calidad cinco estrellas es el masaje lumbar que me dio el pasajero de atrás con sus rodillas.
Por cierto, qué ingenioso les quedó lo del botoncito para reclinar el asiento. Ya entendí que ahora es un botón de la casa mágica para generar un efecto placebo que nos hace pensar que sí se reclina. Además de que promueve la solidaridad, pues mi siamés durmió con su cabeza en mi espalda mientras yo recostaba la mía de la pantalla. Ahora entiendo por qué el avión es marca Boeing. Porque mi cabeza se la pasó rebotando todo el vuelo “¡Boeing, Boeing, Boeing!”.
Y cuánto me arrepiento de haber metido el celular en el bolsillo antes de sentarme. Porque entre el asiento que no se reclina, mis manos grandes y mi barriga, las manos no me entran en los bolsillos. Aunque mejor, pues en medio de este hacinamiento, si reviso el celular aquí, mi siamés verá la pantalla y se enterará de mi verdadera personalidad.
Después estuvo el momento de la comida. Una experiencia en donde, les confieso, sentí que echamos unos añitos para atrás en el servicio. Pues para comer, tuve que poner los brazos como los de un tiranosaurio rex.
¿Podrían decirme hasta dónde piensan llevar esta tendencia de la aviación? ¿Será que un día los aviones serán como esos hoteles japoneses en donde la gente duerme en gavetas? ¿Por qué simplemente no sinceran los nombres de las clases y ya? En vez de económica, premium, business y primera, llámenlas clase “respira y pestañea”, “cruza las piernas”, “sofá del futbol” y “échate cual morsa”.
A este punto, ya prefiero comprar boleto de mascota de soporte emocional, pues ellas van más cómodas que yo. También podría registrar la maleta como pasajero y viajar yo en la bodega. O si no, entonces saquen una clase más barata que la económica y llámenla “clase tacaña”. En donde uno simplemente vaya parado, pero feliz. En especial podría servir para los aviones Airbus. Les ponen un tubo en el techo y les cambiamos el nombre a “Er bus”.
¿Qué tal? ¿Les parece bien? Les juro que esto lo digo con todo el cariño del mundo, pues yo sé que sus familias también deben ser pasajeros de avión. Sin embargo, ahora les pido disculpas porque los debo dejar. Acaban de anunciar que vamos a aterrizar y me tengo que regresar a mi asiento de la ventana. Ya llevaba como una hora escribiéndoles aquí, escondido en uno de los baños de primera clase.
Twitter: @MiguelVelarde
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