El liberalismo precavido de Vargas Llosa
A finales de abril del presente año, Mario Vargas Llosa visitó Chile y, con motivo del doctorado honoris causa otorgado por la Universidad Diego Portales, el discurso versó en torno a su ya conocida, lenta y segura conversión ideológica. Afortunadamente, la institución no tardó en publicar el estupendo testimonio, confirmando que la utilidad de las redes sólo depende de una actuación diligente (Vídeo).
Deseamos reivindicar tres aspectos de la magistral intervención, tan llena de ricos y sugestivos detalles capaces de dar con los más serios indicios para una futura e inédita investigación. ´Ésta, por lo general, depende del acto académico sobrio y disciplinado.
Dato obvio, el celebérrimo autor tiende al testimonio informado por las referencias constatables que ofrece, la franqueza de una espontaneidad responsable y, digamos, una interpretación de los hechos que no teme al juicio ajeno. Pocos intelectuales se exponen públicamente con la solvencia deseada y, quizá obligado por el regular aporte de una opinión periodística, como ocurre con Vargas Llosa, tienen una mirada entrenada por la noticia, intentan una versión verificable de sí mismos y fuerzan a una apreciación lo más sensata posible.
Dato siempre necesario de recordar, busca la postura política justa, pues, luego del deslumbramiento que padeció por el fenómeno cubano de los sesenta del XX a veces tan lejano, su prédica liberal tiene por mejor certeza la precaución frente al radicalismo. Hay liberales – señaló en su discurso – fanáticos, cuadriculados y temibles, como “números encarnados que creen que el mercado resuelve todos los problemas y que basta que haya mercado y que basta que haya competencia como para que la solución de los problemas políticos, económicos, culturales, individuales, esté ahí”, peligrosos cuales comisarios marxistas, Acota, “porque simplemente la vida no se resuelve a través de la competencia y del mercado”, pues, éste, “es un sistema absolutamente extraordinario para que las personas entiendan, para que las personas descubran sus necesidades y las resuelvan (…) para traer progreso material sin ninguna duda”, siendo correlativa la libertad económica a la política, cultural e individual, dándole rostro humano y tolerante al liberalismo.
Dato ya dispensable, la revolución cubana constituyó una poderosa ilusión que, en su conferencia, retrata con la primera visita que hizo el escritor a la isla hasta que el caso Padilla la desenmascaró definitivamente, tardando muchos otros en percatarse. Lo curioso es que no ocurrió – en diferentes circunstancias – con la mentada revolución bolivariana que nunca escatimó en esfuerzos y recursos petroleros para promoverse.
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