Son cada vez más los que buscan en la basura
Editorial #314: Con el hambre no se juega
Las imágenes a lo largo del país son dramáticas. Niños desnutridos que lloran por hambre, madres desesperadas que claman por ayuda mientras cuentan que sus hijos de desmayan por falta de alimento y ancianos enfermos reprimidos por las fuerzas del orden solo por reclamar medicinas.
Como nunca antes uno puede observar en la calle gente tratando alcanzar un mango de las formas más ingeniosas que se puede pensar. No buscan alimentarse, solo engañar al estómago por una horas.
Los que no lo logran, recurren al desperdicio de otros. Son cada vez más los que buscan en la basura un pedazo de fruta medio podrida que pueda salvarse, o el resto de una empanada que alguien haya desechado.
Muchas madres les dan leche a sus hijos “cuando consiguen”. Otras cuentan que fue hace tanto tiempo que se la dieron por última vez, que ya no recuerdan el día.
Cuando estas historias se traducen en estadísticas, se evidencia la tragedia que se vive y también la que deberemos enfrentar en el futuro. En un reciente trabajo del Observatorio Venezolano de la Salud (OVS), en el que se estudia el cambio de hábito en la alimentación del venezolano, se analizan las graves consecuencias que tendrán que enfrentar especialmente los niños.
Advierten que debido a la mala alimentación, las anemias aumentarán considerablemente y que la próxima generación será más baja en estatura que sus padres. Hoy, el 75% de la dieta de los venezolanos consiste en carbohidratos y existe un alto porcentaje que ya no come tres veces al día, solo dos o incluso, en algunas regiones del oriente, solo una.
Todo esto tiene consecuencias irreversibles. Los cerebros de los niños no se desarrollan de manera completa si no se alimentan adecuadamente. Ese niño, según el mismo informe, no tendrá la capacidad de aprender de un niño normal, y eso se traducirá en un incremento en la deserción escolar y en muchas limitaciones a lo largo de su vida.
La gente hambrienta y desesperada está empezando a perder la paciencia. Como en Tucupita, Delta Amacuro, donde la semana pasada se registraron graves hechos de violencia que se originaron en protestas por comida que terminaron en la detención de 146 personas y un decreto de Toque de Queda en la ciudad.
Son muchas las consecuencias que ha traído un modelo socialista que no funciona y que ha sido implementado por 17 años en el país. La economía, la seguridad, el desarrollo y hasta la moral han sido destruidos.
Sin embargo, cuando las consecuencias de un fracaso se reflejan en los ojos de un niño hambriento, es cuando el límite moral de una sociedad se ha cruzado y callar es imperdonable.
Mientras tanto, el gobierno sigue luchando en una guerra económica imaginaria, buscando culpables donde no existen, tomando más medidas equivocadas –como los CLAPS, que no solucionan nada- y así, profundizando la crisis.
No se dan cuenta de que lo que estamos viviendo es serio. Con el hambre no se juega.
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