Bolívar se despide de Venezuela
Al romper el alba del jueves 5 de julio de 1827, el Libertador sale de la Quinta Anauco en Caracas y desayuna en La Venta, a medio camino de la Guaira, ciudad porteña a la que llega a las diez y media. Sir Robert Ker Porter, primer Cónsul de la corona inglesa y Encargado de Negocios en Venezuela, sale a recibirle y lo acompaña hasta la casa del Gobernador Ayala.
En La Guaira lo esperan dos bergatines alquilados a las casas comerciales “Ackers & Co” y “Quil & Mc Whirter” cuyos trinquetes enarbolan el pabellón colombiano. Tan pronto como el fuerte termina su saludo a Bolívar, el buque dispara el suyo y luego es recibido por las autoridades del puerto y sus amistades personales. Sir Robert Ker Porter plasma en su diario la crónica de lo acontecido el día que el Libertador se despide de su tierra natal y se embarca para jamás regresar con vida a Venezuela.
Tan pronto como recibió la bienvenida de las autoridades y sus amigos, me retiré a una de las galerías que daban hacia el mar, al fin de recibir sus órdenes relativas al embarque, y de felicitarle por la victoria obtenida, evento que demostraba cuán profundamente era estimado por el corazón de los verdaderos amantes de su patria. Entonces añadí: Pero, Señor, el vicepresidente ha sido reelegido, y su renuncia ha sido igualmente rechazada por el Congreso. No pensará usted gobernar junto a un personaje como Santander.
-No. Ya me las veré con él apenas ponga pie en Bogotá. No puede usted imaginar las sucias mentiras, calumnias y viles intrigas que ha causado para inducir a los miembros del Congreso a cerrar filas con él, así como para extirparme del afecto de la gente y exponerme como traidor a la patria. Tuvo la vileza de decir que yo le había escrito al Sr. Canning ofreciendo a Gran Bretaña el vasallaje de esta República; colocándola bajo mandato y protección de ustedes los británicos.-
-Les ha dicho que he vendido las libertades que con tanto esfuerzo hemos conseguido. Que deseo acabar con la religión establecida poniéndonos bajo el yugo de una potencia protestante y, lo que es peor, gobernada por un Príncipe. Que he sacrificado diecisiete años de libertad, nuestra constitución y las leyes. Usted ha seguido la cadena de su perfidia durante los últimos catorce meses y puede juzgar por sí mismo.-
-A las cuatro me embarco y le agradezco informe al capitán de la fragata que estaré a sus órdenes si me manda a buscar a esa hora.-
Antes de terminar nuestra entrevista reiteró, una vez mas, sus seguridades de afecto, gran interés y amistad que los pocos meses de nuestro contacto, tanto público como privado, habían generado en su corazón.
-¡Por ahora, adiós! Pero lo repetiremos a bordo de la fragata.-
Le dejé y envié una nota al Sr. Cockburne solicitándole que el capitán Chambers enviase un bote a las cuatro en punto. Durante ese intervalo el Libertador asistió al bautizo de la hija de su sobrina, y el gobernador le ofreció una cena.
A las cuatro de la tarde se presentó puntualmente la barca, al mando del propio capitán Chambers, pero las olas eran tan altas, que este difícilmente pudo pasar del bote al muelle, y al hacerlo la barca se llenó de aguas a medias y casi se hunde. No tardamos en subsanar este inconveniente y, antes que el capitán o yo pudiésemos llegar a la puerta que conducía al embarcadero, Bolívar llegó, acompañado de su estado mayor, distintas autoridades, amigos y una vasta multitud.
Dio las gracias a Chambers por sus atenciones; y como este ya me había dicho que siendo tan difícil el desembarco y estando tan ansioso el Sr. Cockburne de izar velas tan pronto como el Libertador estuviera a bordo, era mejor acompañarlo hasta el bote y despedirlo en el muelle. De modo que no encontré nada más que decir sino adiós a este grande, glorioso y puro patriota quien, con dificultad, saltó a la briosa barca cuando esta se erguía sobre la espuma de las olas. Lo acompañan el Dr. Moore, el General Briceño Méndez, el señor Revenga y los coroneles Wilson, Ferguson y Santana.
El fuerte lo despidió entre las hurras del pueblo reunido en la playa y, al subir a la fragata, sonaron diecinueve cañonazos en su honor. En menos de media hora, ambas embarcaciones desaparecieron en el horizonte con destino a Cartagena.
El Libertador vivirá tres años más para ser testigo de cómo se desmorona su sueño de la República de Colombia y su figura cae en desgracia con los pueblos. El 17 de diciembre de 1830, odiado por todos y acompañado por un puñado de fieles, muere Simón Bolívar en la quinta San Pedro Alejandrino en Santa Marta.
El proyecto bolivariano lo seguirá al sepulcro.
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