La paciencia de la gente se agota, mientras su hambre crece
Editorial #316: ¿Y si se acaba el mango?
Hay gente que está sobreviviendo a base de mangos. No es ficción ni exageración. Es la trágica realidad que estamos viviendo.
El otro día escuchábamos el testimonio de una madre que cargaba en sus brazos a su pequeño hijo. Entre lágrimas, contaba que la última vez que le había dado leche había sido “hace dos años”. El niño no tenía más de tres. ¿Qué futuro puede tener un muchacho que se alimenta así en el presente? ¿Qué futuro puede tener un país que trata así a sus niños?
Cada vez las colas buscando algo para comer son más largas, más lentas y más tensas. Son muchos los reportes de enfrentamientos, heridos y hasta fallecidos en ellas. Claro, en Venezuela nadie se entera de nada, porque los medios, bajo el yugo del gobierno, callan.
El problema del hambre es que no espera. Son millones los venezolanos que se levantan, pasan su día y se van a dormir con hambre. Ciudadanos de uno de los países con mayores recursos en la región que hoy viven peor que cualquiera de sus vecinos. Sería cómico si no fuera trágico.
Mientras tanto, el expresidente español, José Luis Rodríguez Zapatero, llega a Caracas una vez más con el “diálogo” bajo el brazo, con “las mejores intenciones”, pero diciendo al mismo tiempo que “da igual que haya referendo”.
El señor Zapatero no entiende nada. Para los venezolanos, no existe la posibilidad de diálogo si les roban su derecho constitucional al referéndum revocatorio este año, entre otras condiciones, como la liberación de los presos políticos y el respeto a la Constitución.
Estas condiciones ni siquiera son las que la dirigencia opositora pone para sentarse en una mesa de negociación; son las que los venezolanos con su voto demandaron en las últimas elecciones. Por eso, los representantes de la oposición que se sienten en una mesa de negociación deben tener muy claro su mandato.
Mientras más días pasan, menos viable se hace un diálogo productivo. La crisis no solo se profundiza, sino también se acelera. Y la paciencia de la gente se agota, mientras su hambre crece.
Si no se le encuentra una salida pronta a esta encrucijada, el desenlace puede ser imprevisible y trágico. Por eso, con preocupación, nos preguntamos:
¿Y si no hay referéndum? ¿Y si no hay diálogo? ¿Y si se acaba el mango?
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