Ida Gramcko de colección
El año pasado, una simple asignación universitaria, exponer el análisis semiológico de un poema de Ida Gramcko, resultó una peripecia en la práctica. Luego de tocar un sinfín de puertas, mi equipo se conformó con una serie de fotocopias de su antología poética, única muestra de su obra que hallaríamos en la biblioteca de la universidad. Esta circunstancia impulsó a Letra Muerta, editorial independiente y autofinanciada fundada en 2014, a editar, por primera vez en Venezuela, tras 64 años de su aparición en México, el libro Poemas (1952) de la autora.
La página web de la editorial anuncia su misión como “hacer revisión de textos que no hayan sido editados o reeditados y que consideremos importantes difundir en nuestro contexto, teniendo respeto con los autores y con especial cuidado de la composición tipográfica”. Hasta los momentos, el sello cuenta con otros dos títulos: el poemario Es una buena máquina (2014) y el volumen de entrevistas Al filo (2015), ambos por la pluma de la poeta y periodista venezolana Miyó Vestrini (1938-1991).
Este año resultó el turno de una de las obras más representativas de Gramcko (1924-1994), poetisa nacida en Puerto Cabello cuyo nombre, a pesar de poseer cierto culto en el mundo de las letras, no ha repercutido en la cultura popular, parcialmente debido a la inaccesibilidad de su trabajo.
A pesar de que la modalidad independiente del sello editorial no permite una difusión precisamente masiva de la obra de Gramcko (en total se imprimieron 250 ejemplares numerados) la fundadora de Letra Muerta, Faride Mereb, sí espera que la publicación redunde en interés por la misma, que a la larga pudiera generar mayores tirajes. Mereb explica que “la labor de la editorial [Letra Muerta] no es sacar cinco mil ejemplares, la labor de la editorial es dar visibilidad”.
Por ejemplo, desde que en 2014 y 2015 publicaran los volúmenes de Vestrini, otra recóndita figura de culto, la fundadora calcula que le han pedido asesoría para alrededor de nueve tesis y, a su vez, por lo menos quince artículos en prensa, programas de radio, transcripciones en blogs, etc. han promocionado los textos, los cuales durante décadas permanecieron inéditos.
Los versos que constituyen Poemas fueron escritos entre 1947 y 1952, cuando Gramcko aún no alcanzaba la treintena. Mariano Picón Salas prologó aquella primera edición. El intelectual destacó su alta coherencia lírica y cerrada y observó que se aparta de la temática intimista y cotidiana usualmente adoptada por las poetas de su época. Mereb considera que “la poesía de Ida es una poesía muy filosófica”. Su nivel estético y calidad literaria resultan increíbles especialmente debido a que, para el momento, la autora ni siquiera había culminado la primaria.
Un nuevo prólogo, de la mano de Rafael Castillo Zapata acompaña la segunda edición. Mereb sostiene su decisión pues, a su parecer, resulta pertinente reseñar todas las cosas que han ocurrido desde la aparición de la primera edición. Asimismo, fotografías de Alfredo Cortina, del archivo de la Biblioteca Nacional de Venezuela y del archivo personal de sus familiares y allegados ilustran este volumen. Por otra parte, un segundo tomo recopila sus manuscritos y apuntes.
En su prólogo, Castillo Zapata manifiesta que
“en Poemas alcanza, sin duda alguna, el que quizás sea el momento más perfecto de su vasta y prolongada deriva lírica… Gramcko logra un verso largo y sosegado, alejandrino extenso, con el que sigue cantando, acendrando la complejidad y la profundidad de sus temas de siempre: el desamparo metafísico, la duda, el anhelo místico de elevación, la soledad, la precariedad física, el laberinto arrebatado del amor con sus cimas y sus simas, el misterio interpelante de las cosas mudas, la infancia con sus paisajes de certidumbres implacables”.
Minuciosa con el diseño, la fundadora de Letra Muerta no consiente abandonar un solo detalle a la fortuna. Pretende “enriquecer, no solo los contenidos, sino la parte visual” aprovechando los recursos de digitalización, tipográficos y de imprenta. Mereb utiliza el diseño gráfico como instrumento que potencia las ideas. “Los contenidos son los que te dictan qué necesidades tiene ese libro para materializarse”, afirma.
Poemas constituye un arcano de intencionalidad: el empleo de cinco tipos de papel distinto y tres tintas especiales realzan el paso del tiempo y la madurez de la poetisa. Incluso la tipografía encarna en cierto modo la feminidad, pues fue diseñada por una de las pocas mujeres tipógrafas en el mundo.
Ante quienes critican que el hincapié en el diseño pudiera eclipsar el protagonismo de la poesía, Mereb defiende que, pese a que a nivel editorial los poemarios son los que menos se venden, “hay todo un público que jamás ha agarrado un libro de poesía en su vida y gracias a como se ven los diseños de la editorial conocen los autores que publicamos, sin siquiera ser lectores habituales”.
Su idiosincracia al abordar la labor editorial ha sido influenciada por las nociones del sociólogo Robert Escarpit. Para Escarpit, así como para Letra Muerta, un libro es un fenómeno complejo, una simbiosis entre “la plástica gráfica, la melodía del lenguaje y la significación intelectual” (1965: 35):
“La literatura es un arte impuro. En efecto, la letra, que es su medio de expresión característico y de la que incluso procede su denominación, es a la vez objeto y signo. Como objeto, tiene una forma que es percibida, interpretada y apreciada en virtud de un sistema de valores plásticos. Como signo, tiene un contenido que es percibido, interpretado y apreciado en virtud de un sistema de valores semánticos que no coincide con el de los valores plásticos” (33).
Por lo tanto, un libro “no es meramente la parte tangible, pero tampoco es solo el contenido. No solo son las páginas, pero tampoco son las palabras” (Merebdixit) y a su alrededor se genera una experiencia:
“el libro es el más sencillo de los instrumentos que, a partir de un punto dado, puede liberar innumerables sonidos, imágenes, sentimientos, ideas y elementos de información, abriéndoles las puertas del tiempo y del espacio y, unido a otros libros, volver a concentrar esos datos dispersos hacia una multitud de otros puntos diseminados en el transcurso de los siglos y en la extensión de los continentes, en una infinidad de combinaciones totalmente distintas unas de otras” (17).
Para los interesados, el libro actualmente se vende en ABRA Caracas, dentro del Centro de Arte Los Galpones, donde Letra Muerta viene realizando actividades los fines de semana con la colaboración de quienes han estudiado, investigado o conocido a Ida Gramcko.
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