Es hora de líderes con valor y valores en los que podamos confiar
Editorial #337 – Una nueva MUD
Un sentimiento invade hoy a la mayoría de los venezolanos: la desesperanza. No es gratis: son responsables tanto el gobierno que con su modelo ha llevado al país al caos y la miseria, como la oposición, que ha decepcionado a millones de venezolanos.
Mientras tanto, un país que vive su época más trágica, caracterizada por el miedo, la violencia y la pobreza, vive en la incertidumbre. A pesar de todo lo ocurrido en los últimos 17 años, luego de la victoria opositora en las últimas elecciones parlamentarias, los ciudadanos habían logrado recobrar la esperanza y volver a soñar con un mejor destino.
Es por eso que desde principios de año, la gente no dudó en acompañar los llamados del liderazgo opositor, tanto en la protesta de calle como en el apoyo en la recolección de firmas para el referendo revocatorio. A eso, se sumó la posición de varios líderes opositores que se mostraban firmes y decididos a lograr el cambio político este año. Todo eso quedó solo en palabras.
Cuando las fuerzas democráticas estaban en su mejor momento y el mundo acompañaba el sentimiento de cambio en Venezuela, sorpresivamente algunos factores opositores decidieron sentarse en una farsa con nombre de “diálogo”. Un engaño que era previsible desde su concepción: con mediadores poco confiables, representantes no legítimos y una agenda que no incluía los temas trascendentales para el momento que vive el país: una vía electoral para salir de la crisis, la liberación de presos políticos y un canal de ayuda humanitaria para la gente que muere de hambre y por falta de medicinas.
La pregunta es: ¿cómo unos pocos actores –tres partidos en concreto: PJ, AD y UNT- pueden haber desperdiciado la más grande oportunidad que tuvo la oposición para lograr el cambio en la última década? La respuesta es simple: gracias a que esos actores tenían el control de la MUD, representación legítima de la oposición tanto local como internacionalmente, lo que les permitió usar a su conveniencia el chantaje de la Unidad. Cualquier voz que se atrevía a advertir sobre los errores que se estaban cometiendo era acusada de “divisionista”.
Sin embargo, la realidad hoy nos muestra que mientras unos pocos mantengan el control de la MUD –que originalmente se creó con fines electorales, no para coyunturas políticas tan complejas como la actual- las posibilidades de salir de la desgracia en la que vivimos son mínimas.
Luego de un fracaso tan estrepitoso para la oposición como lo fue el diálogo, en un país normal toda la dirigencia de la MUD hubiera puesto sus cargos a la orden para permitir la renovación y relegitimación de sus autoridades. Pero Venezuela no es normal, y ahí siguen ellos pensando ahora en cómo aprovechar su poder y su control para negociar las próximas candidaturas a las gobernaciones y alcaldías.
Si algo positivo puede salir de la tragedia de haber perdido un año tan crucial como lo era el 2016, es la depuración del liderazgo opositor. Es inconcebible que a estas alturas unos pocos dirigentes tengan en sus manos el destino de millones de venezolanos.
Es hora de exigir la renuncia de quienes hoy dirigen la MUD y buscar mecanismos de mayor participación no solamente para elegir a sus nuevas autoridades, sino también para incluir en una nueva y más amplia coalición a actores fundamentales que hasta hoy han sido excluidos, como los estudiantes, trabajadores, empresarios, médicos, maestros, y otros sectores de la sociedad civil.
Es hora de un nuevo liderazgo político que tenga, con todas sus diferencias, un único objetivo: lograr el cambio político a la mayor brevedad posible. Es hora de líderes con valor y valores en los que podamos confiar.
Es hora de una nueva MUD.
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