Son millones los que se van a dormir con hambre
Editorial #349 – «La basura»
Una de las características negativas del ser humano es que es capaz de acostumbrarse a las peores cosas. Por eso, es tan larga la tragedia en la que se ha sumido el país, que cuando tratamos de explicar que cada día estamos peor, a veces es difícil hacerlo, porque existe un sector cada vez más grande de la población que parece estar resignado a una desgracia que empeora todos los días.
Sin embargo, cuando ocurren ciertas cosas que parecen propias del Macondo de García Márquez, ciertas fibras se nos mueven y existe la posibilidad de despertar. La semana pasada dos eventos de este tipo tuvieron lugar.
El primero de ellos fue la “celebración” por el primer año de la creación de los CLAP (Comité Local De Abastecimiento y Producción), ente encargado de la distribución de bolsas de comida. Con gran pompa, el gobierno promocionó sus “logros” y el importante rol de este programa para saciar las necesidades básicas de la gente en materia de alimentos.
Nada más alejado de la verdad. En realidad, este programa tiene las mismas características de muchos otros del gobierno: ineficiencia, poca transparencia y corta vida. Los CLAP no solamente llegan a menos del 20% de la población, sino que cada vez lo hacen con menos productos que además no están ni cerca de cubrir las principales necesidades de nutrición de los venezolanos. Sumado a esto, si uno hace el cálculo del costo de cada bolsa, 10.000 bolívares, y asume que el cambio preferencial de 10 bolívares por dólar se utiliza para la importación de comida, nos encontramos con la escandalosa cifra de que cada bolsa de comida cuesta 1.000 dólares.
El gobierno salió a desmentir esa información, afirmando que el tipo de cambio que se utiliza para la importación de estas bolsas es el de DICOM (aproximadamente 700 bolívares por dólar), lo cual nos lleva a una pregunta muy importante: ¿Si no es para la importación de comida, entonces para qué se está utilizando este tipo de cambio preferencial? ¿A quién está beneficiando?
El segundo hecho tiene que ver también con comida. Con la más básica: el pan. El gobierno anunció nuevas medidas que deben ser implementadas por las panaderías y, muy fiel a su estilo, que las que no las cumplan serán intervenidas. No se necesita mucho análisis, basta con la experiencia: esta nueva arremetida contra el trabajo y el esfuerzo privado solo traerá escasez, crisis y más hambre.
Los más afectados, una vez más, serán los más necesitados, aquellos que hoy casi ya no encuentran como alimentarse o alimentar a su familia, aquellos que cada día pasan más trabajo para tener un plato de comida. Ellos, muchos de los cuales creyeron en una revolución que les prometió que no habría un solo venezolanos que se acueste sin comer, son hoy los que más sufren la tragedia en la que estamos metidos.
Cuando un modelo lleva a un país a la situación en la que hoy se encuentra Venezuela y a sus ciudadanos a la pesadilla en la que viven, no se necesita mucho más para entender que ha fracasado. En el país, son millones los que se van a dormir con hambre y seguramente tampoco descansan, pensando en qué harán al día siguiente para conseguir un pedazo de pan.
Mientras tanto, el gobierno sigue tomando medidas para hacer que esa misión sea cada vez un poco más difícil. Hoy, al despertar, la única alternativa para muchos venezolanos es la basura.
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