De la calamitosa represión

Huelga comentar sobre el intenso oleaje represivo de un régimen que pretende teñirnos de sangre en medio de la hambruna y del desconocimiento de las más elementales libertades públicas, mientras la comunidad internacional se asombra cada vez más. Excepto tres notas que lucen importantes de subrayar, relacionadas con el armamento de guerra empleado, el arrojo de una sociedad civil que sobrepasa a la dirigencia político.partidista y la pérdida de toda autoridad moral de quienes clamaban antiguamente por los excesos represivos.

Pretenden todavía acostumbrar a la ciudadanía, sojuzgada por el hampa política que se mezcla con la común, a la exposición cotidiana de las armas de guerra y, de nuevo, las afilan en las calles para intentar detener el más modesto gesto de inconformidad. Cual vieja novela de John Dos Passos, los gases más tóxicos y hasta mortales, cuestionados por las convenciones internacionales, bañan a la muchedumbre desarmada que tanto se desea en una protesta pacífica, por no citar la sostenida utilización de los colectivos armados con licencia para disparar a quemarropa, que hace cómplice a la propia Fuerza Armada Nacional en la muy desproporcionada represión; y, para más señas, cuenta con la calculada incomunicación entre el este y oeste, el cierre de todas las estaciones del metro, por lo que respecta a Caracas, omitiendo la calamidad que cubre al resto del país.

Espontáneamente, el grueso de la sociedad civil acude a la protesta con renovados bríos y son ya demasiadas  las veces, orgullosos del vital testimonio de los jóvenes, en las que se ha enfrentado indefensa a los opresores armados hasta los dientes, batiendo la bandera tricolor y esgrimiendo la palabra sin el menor ademán de rendición. La dirigencia de los partidos, incluyendo la que hasta ayer dispensaba ocasiones para el diálogo incondicional, se ha visto forzada a galopar sobre los acontecimientos, incluyendo la curiosa autopromoción o mercadeo de algunos sectores,  largamente superada por el vigor, la habilidad, el empuje y la determinación de una ciudadanía harta de una crisis insoportable.

Los elencos del poder, golosos en sus privilegios, frecuentemente  aluden a las antiguas faenas represivas, la de remotos gobiernos que también tuvieron que enfrentar la insurrección nada más y nada menos que armada, propulsada por Cuba, pero resultan más terribles, brutales, burdos hasta para pretextar sus actuales hazañas de morbidez. Sumados los artefactos lacrimógenos vencidos, a este socialismo poco le ha importado matar de hambre a la población, mientras que sus monumentales inversiones en armamentos y equipos antimotines le restan cualquier autoridad moral que dijo o dijeron tener, pues no hay derecho humano alguno que respeten frente al patológico afán de gobernar a una Venezuela literalmente diezmada en el siglo XXI que hicieron enteramente suyos.

Dios mediante, pasarán los días de una tiranía a la que no le encontramos  todavía fondo, pero quedará el testimonio de sus ferocidades. Además, agravadas por el cínico lenguaje de un poder que ha tenido por sólida vocación la de la estafa.

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