Esto somos
La Tribu. ¿Qué es esta tribu? Es una mezcla de convidados provenientes de todas las aceras de nuestra ciudad, sujetos que transitan el día a día y que convergen en un mismo espacio, esparciendo de sus hombros cenizas que caen y hacen florecer cual objeto rozan.
Comensales con traje, comensales con dreadlocks, el colorido se desprende de los distintos pensamientos que hacen vida en este espacio. Músicos luciendo sus instrumentos, apasionados conquistadores de historias perdiéndose entre páginas de libros, musas que se tatúan la piel con henna mientras conversan sobre esas cosas que las chicas conversan, anarquistas de la vieja escuela, con sus franelas negras y sus simbólicos y punketos tatuajes permanentes, sobrias muchachas escribiendo versos eróticos que en algún momento leerán, hípsters y otros exóticos personajes que, lejos de encajar en un patrón establecido, presumen piercings, turbantes y elaborados bigotes, marcando el sello de lo nutrida que resulta la diversidad de matices en una sociedad. Aquí hay de todo.
Gente que ríe y gente que llora, gente que se-e-no-ja, expedicionarios sibaritas que se dan a la búsqueda de tesoros escondidos en una ciudad de tormentos, campesinos que conocen cada detallito de sus cosechas por la posición de las estrellas, sabiduría aprendida generación tras generación; jóvenes emprendedores pensativos, niños que se embadurnan de chocolate, artistas de las tablas con rostros demasiado serios como para asociarlos con el personaje de la última obra en la que se les vio, fotógrafos sobrecargados de creatividad, creadores de escenas sobre papel que pasan la tarde entre el café más barato y la punta del grafito del lápiz. Señoras de cabellos fosforescentes y muchachitos en uniformes, bien venezolanos y con acentos de otros lados del mundo; adultos que nunca quieren crecer, niños que nada saben de cuentas ni costos ni deudas porque en su mundo esas cosas no tienen sentido alguno.
Creyentes, ateos, de izquierda y de derecha, lo que por naturaleza se polariza aquí dentro se armoniza. Las tardes son útiles para lo que es necesario, reuniones importantes, conversaciones ociosas desintoxicadoras de estrés, discusiones intelectuales y críticas, pláticas interpersonales, tertulias interestelares, miradas de coqueteo, sentimientos encontrados tras una carta junto a la cual dejaron un café pago. Un “mejor me tomo esto aquí para que aquel no me vea”, y ese o esa quien encuentra el encanto en una mesa tomándose un capuccino y puede pasar toda la tarde observando sin ser observado(a); tres generaciones en una sola mesa, parejas que se entrelazan las manos mientras pasan las horas hablando de cualquier cosa, y el perrito blanquimarrón de la Galería de Arte Nacional que se pasea, uno que otro día, alrededor del café, como quien mira todos los colores de una fiesta que sigue pie en consecuencia de las experiencias que, lejos de querer echarse a morir, cobran vida con cada día que nuestra barra se mantiene abierta.
La verdadera unión no está en vociferarla, sugerirla, aplaudirla o apoyarla. Predicar la unión, predicar cualquier cosa, se concibe realmente desde la práctica, desde la cadencia exacta entre lo que se dice y lo que hace; es innato en el ser humano ir constantemente predicando algo, es innato porque está en ser y mientras respiramos estamos siendo, y que por más palabras que puedan usarse para adornar o despreciar los hechos, las acciones siempre tendrán voz más fuerte y voto más duradero.
Bienvenidos amigos, a este circo de gitanos, a esta reunión latina, a esta fusión de continentes, de aromas, de sonrisas, de gente bonita, de rasgos diversos, de todos los tamaños, de abrazos fuertes, de convicciones aún más fuertes. Bienvenidos siempre a disfrutar de estas experiencias, a multiplicarlas, bienvenidos a Tribus Café Cultural, que no es otra cosa que una recepción de gente bien chévere en un lugar de Venezuela.
- Patito a lo público, patito a lo privado - 24 junio, 2018
- Receta para estar aquí - 18 junio, 2018
- Cháchara - 10 junio, 2018