Esta coyuntura es la oportunidad perfecta para que el liderazgo decente, consciente y honesto se imponga
Editorial #389 – Lo que tenemos por delante
Terminó el año más difícil que tuvimos que enfrentar en décadas en Venezuela. A pesar de haber sido uno en el que millones de venezolanos se levantaron para luchar por su libertad y sus derechos y, en un hecho inédito, fueron parte de la rebelión popular más importante del país en su historia reciente, el hecho de no haber concretado el cambio y que, posteriormente, parte de la dirigencia política traicione esa lucha, hizo que el año termine con una sensación de derrota y frustración muy grande.
El 2018 comienza con un sentimiento similar. La juramentación de la nueva Directiva de la Asamblea Nacional -como parte del acuerdo interno que tiene la MUD de rotar la Presidencia anualmente entre los cuatro partidos que la componen- hizo del diputado Omar Barboza el nuevo presidente del Parlamento. Barboza, un viejo dirigente político, es de Un Nuevo Tiempo, la organización de Manuel Rosales y es, además, su hombre de confianza.
La AN ha sido la más grande oportunidad perdida de la oposición en estos años de lucha. Con una victoria histórica en 2015 y el control de dos tercios del parlamento, en estos dos últimos años poco o nada se ha logrado desde esa trinchera, mientras el oficialismo ha avanzado de manera mucho más decidida en la construcción de su proyecto de control total del país.
Una de las principales causas para que esto ocurra es que la MUD sigue preocupada por cuidar sus cada vez más pequeñas parcelas de poder, mientras el pueblo sufre hambre y miseria. No es exageración decir que estas últimas han sido las peores Navidades de los venezolanos en décadas.
Hay números que respaldan esta teoría: María Carolina Uzcátegui, presidente de Consecomercio, afirmó que la fuerte caída de las ventas convirtió al pasado mes en el peor diciembre de los últimos 50 años para el sector comercial. También aseguró que el 95% de los venezolanos destinaron sus utilidades y aguinaldos a comprar comida.
La tragedia económica venezolana es profunda: solo en 2017, el PIB se contrajo en 14%; en los últimos cuatro años, la caída fue de 35%. La inflación en 2017 fue de 2735%, según la consultora Ecoanalítica. Para este año, podría ser entre 7000% y 35000%. A pesar de seis aumentos al salario mínimo en 2017, los 797.510 bolívares con los que hoy deben vivir millones de venezolanos representan en términos reales 5,8 dólares al mes; 19 centavos de dólar diarios. Desde hace tiempo, el más bajo de la región.
Mientras todo esto ocurre, la élite política con intereses propios y desconectada totalmente del país, prepara un nuevo capitulo del show del diálogo para los próximos días en República Dominicana. Con el solo hecho de que éste se lleve a cabo, el gobierno sigue ganando lo que necesita: tiempo y legitimidad.
Mientras tanto, la MUD -que como las más recientes encuestas lo confirman, ya no representa a la mayoría de los venezolanos- sigue decidida a jugar el papel más triste: ser el ancla necesario que le da estabilidad al madurismo.
Es evidente que los tiempos difíciles están lejos de acabarse en Venezuela. Por el contrario, todo parece indicar que los próximos meses van a ser aún más complejos de los que hemos vivido hasta hoy.
El hambre, la desesperanza y la desesperación solo se irán incrementando en un país que clama por un liderazgo que les señale una ruta para salir de esta tragedia.
Esta coyuntura, con todo lo trágica que se presenta, es la oportunidad perfecta para que el liderazgo decente, consciente y honesto se imponga y encabece una nueva etapa de lucha.
No tenemos muchas más opciones. Cualquier otra cosa sería terminar de perder lo poco que nos queda.
Nos toca enfrentar lo que tenemos por delante.
- Brasil: dos certezas y dos incógnitas - 3 octubre, 2022
- Editorial #705- Recalculando - 21 junio, 2022
- Editorial #703 – Sorpresas que no sorprenden - 30 mayo, 2022