No es la primera vez que la visita de Francisco genera noticia tanto donde va como donde no va
Editorial #391 – La visita del Papa
La noticia más importante a nivel regional la semana pasada fue la visita del Papa Francisco a Chile y Perú, la sexta a la región en lo que va de su papado. La más complicada de todas.
Chile es un país que en los últimos años se ha caracterizado por su alejamiento de la iglesia católica – hace 30 años el 80% de los chilenos se declaraba católico; la cifra ha caído al 60%-, una relación que además se ha visto perjudicada por denuncias de abusos sexuales. En los últimos años, 80 sacerdotes y religiosos católicos han sido acusados por abuso sexual. De ese total, 45 fueron condenados por la justicia civil o canónica, y de ellos 34 tienen como víctimas a menores.
La visita del Papa no parece haber ayudado mucho a que los chilenos se acerquen nuevamente a su iglesia. En su último día en ese país, el pontífice enojó a algunas víctimas de los abusos sexuales a menores al defender al obispo de Osorno, Juan Barros, que ha sido cuestionado por haber encubierto supuestamente esos hechos.
En Perú la realidad fue diferente. Miles de creyentes lo recibieron y acompañaron fervorosamente en las diversas actividades que fueron programadas en la ciudad amazónica de Puerto Maldonado, la norteña Trujillo y Lima, donde el domingo celebró una misa de cierre ante más de un millón de personas.
Cabe destacar que no es la primera vez que la visita de Francisco genera noticia tanto donde va como donde no va. Una ola de descontento regional crece, no solo en su país, Argentina, donde la gente se pregunta cada vez más indignada cómo puede ser que, por motivos políticos, el Papa no haya visitado aún su propia tierra. También en Bolivia existe molestia en algunos sectores por la indiferencia del Vaticano ante evidentes atropellos y abusos del gobierno de Evo Morales, que se vienen profundizando en las últimas semanas.
Sin embargo, no debe existir un país en la región que sufra más la indiferencia y el silencio del Papa que Venezuela. El hecho de que haya estado en Chile y Perú mientras ocurre todo lo que ocurre en el país y no haya dicho nada, es sencillamente incomprensible.
A pesar de que la iglesia venezolana ha sido firme y clara ante la barbaridad que vivimos, el Vaticano ha optado por callar y, muy de vez en cuando, emitir opiniones débiles e insuficientes ante lo que ya es una tragedia humanitaria sin precedentes.
No es una novedad que el Papa, además de ser un incuestionable líder religioso para los católicos, es también un jefe de Estado e, incluso más que algunos de sus predecesores, un actor político de gran relevancia.
En este último rol, Francisco no es infalible. Lo ha demostrado muy a nuestro pesar en el caso venezolano. Seguramente la historia se encargará de encontrar algunas respuestas que hoy son difíciles de hallar.
Por ahora, solo un silencio que dice mucho es lo que nos deja la última visita del Papa.
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