Los diputados se deben a su gente y tienen una responsabilidad política y un mandato que deben cumplir
Editorial #400 – Me iría demasiado
Hace algunos años, el 3 de mayo de 2012 para ser exactos, un grupo de jóvenes universitarios publicó un trabajo documental en YouTube. Lo llamaron “Caracas, ciudad de despedidas”, y, sin saberlo, tocaron una llaga que años después es solo más grande y dolorosa.
En ese momento, el video se hizo viral y la polémica fue grande. Medios tradicionales, incluso internacionales como CNN en Español, le dieron cobertura. Muchas de las críticas eran negativas contra los jóvenes autores del documental. Eran un grupo de “sifrinos” que lo único que quería era irse del país para disfrutar su juventud.
Uno de ellos, con el habitual modismo juvenil de los sectores más acomodados de Caracas, pronunció la frase que se volvería famosa para resumir su pensamiento: “me iría demasiado”.
Hoy son muchos los que, desde 2012, se han ido. Y son más los que se irían. En los últimos años, más de cuatro millones de venezolanos se han ido, según una reciente encuesta de Consultores XXI. Se los puede encontrar alrededor del mundo, la mayoría ganándose la vida con el sudor de la frente y en medio de todo tipo de sacrificios y dificultades. Con contadas excepciones, los venezolanos son bien vistos en los países que los han acogido, los consideran trabajadores y buenas personas.
A pesar de que en ese momento el país todavía no había llegado a la inédita tragedia que hoy vivimos, cuando el polémico documental salió a la luz pública en 2012, ya había señales preocupantes de que las cosas estaban por ponerse muy mal. ¿Cómo llegamos entonces hasta donde estamos hoy? En gran parte, por culpa de una dirigencia política cobarde y mezquina.
Desde esa año, vivimos dos elecciones presidenciales (2012 y 2013), una para la Asamblea Nacional (2015), tres grandes olas de protesta (2014, 2016 y 2017), entre muchos otros hitos que buscaban, en resumen, el rescate de nuestra libertad y nuestra democracia.
No fue la gente la que falló. A los venezolanos se les pidió que voten, y votaron. Se les pidió que marchen, y marcharon. Se les pidió que paren, y pararon. Se les pidió que protesten, y protestaron. Pero a la hora de la verdad, cuando más firmeza y coherencia se necesitaba, los políticos se quebraron.
Por eso, indigna mucho más que desde hace años los jóvenes de este país empezaron a considerar abandonarlo porque no veían futuro en él. Hoy no puede sorprendernos que la tragedia que vivimos haya convencido a muchos más de lo mismo.
Para colmo, incluso algunos de los diputados electos en la victoria ciudadana más importante de los últimos años, en la elección parlamentaria de 2015, en la actualidad también están abandonando el país. Lo hacen con diferentes excusas, “giras internacionales”, “reuniones importantes”, “denuncias en organismos internacionales”, pero con el mismo efecto: una mayor desmoralización y desconfianza de quienes los pusieron ahí. Y sin decir cuándo regresan.
¿Cómo le pedimos a los jóvenes que no se rindan, si los líderes políticos lo hacen? Por eso es que nuestra crítica es firme contra quienes en lugar de estar luchando aquí, en la calle y al lado de sus electores, están de gira en reuniones y recepciones posando para las fotos.
Los diputados se deben a su gente y tienen una responsabilidad política y un mandato que deben cumplir.
No tienen el derecho de “irse demasiado”.
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