Ejercicio nada ocioso
De aseverar que toda crisis es histórica, podemos concluir que algunas las son más que otras. E, incluso, por el formidable impacto en la vida personal que autoriza o diga autorizar una cierta tradición oral en la familia.
Indudable, la del presente siglo tiene una envergadura que antes nadie o muy nadie avizoró, pocos o muy pocos avizoraron. En los últimos meses, el recrudecimiento ha sido brutal y prácticamente alucinógeno.
Convengamos, por lo menos, en cien años, ninguno de nuestros ancestros pasó en Venezuela por algo similar. Los imaginamos angustiados por las ya conocidas vicisitudes de las escaramuzas y guerras civiles del país feudal que las acostumbró, por ejemplo, pero jamás devorados.
Ejercicio nada ocioso, el amable lector no contará con un remoto antecesor venezolano que se acerque un poco a sus preocupaciones actuales. Además de descubrir que no siempre fuimos una república petrolera, también nos enteraremos que el hambre y la desesperanza no llegaron tan lejos siquiera con la guerra de Independencia o la Federal.
Quedará en la memoria de cada hogar, el registro de estos tiempos, los que todavía atentan contra su propia unidad. Toda una advertencia de la importancia y la urgencia, el alcance y la profundidad de un proyecto histórico y de un programa político que supera cualquier veleidad de las que heredamos.
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