CLOE

Por Mariana Betancourt Castro

 

Lo único que se me provoca en este instante es dar un largo paseo por las frías calles de Madrid, esta tarde lluviosa ha despertado en mi memoria ciertos recuerdos que atormentaban mi calma y caminando es la única manera de escapar de ellos, escapar, escapar, siempre errante, siempre moviéndome, siempre atormentada.

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¿Acaso esto es lo único que me depara? ¿No gano ni una con todos los sacrificios que he hecho? ¿Siempre seré un ser insignificante incapaz de despertar la preocupación de alguien?

 

Nunca he sido muy bienvenida en los sitios a los que me acerco, me miran con asco, recelo, algunos incluso con miedo, tengo que hacer hasta lo imposible por obtener un poco de comida y a veces si tengo suerte, un buen sitio donde dormir, es increíble que alguien tan joven como yo tenga que preocuparse por estos asuntos, pero no es mi intención ser aquello que usualmente es despreciado o espantado cuando lo único que quiero es alguien que me ame y me necesite, que acaricie mi cabeza y que no deje que me moje en los días de lluvia, tal y cómo el de hoy, que me tranquilice cuando escuche esos ruidos tan fuertes que acompañan a las tormentas, esos que tanto me asustan y me hacen llorar y temblar.

 

Soy muy joven para tener la mirada tan triste y el aspecto tan descuidado, pero no ha sido mi decisión que me abandonen, no ha sido mi decisión no estar en una de esas jaulas mullidas y calientes dónde muestran a los demás cachorros felices, ansiando el día en el que serán adoptados, no ha sido mi decisión que mi madre saliese por comida y no volviera jamás.

 

Muchos de los humanos que siempre observo por las calles dicen que envidian nuestra vida ,que quisiera tenerla, cómo quisiera poder hablarles un rato y poder comentarles que nadie quisiera tener una vida tan triste como la mía.

 

Lo único que se me provoca en este instante es dar un largo paseo por las frías calles de Madrid, sin sentido, rumbo u objetivo, sólo dar un paseo esperando a que algo ocurra, he dado muchos paseos esperando lo mismo, nunca sucede nada, pero sigo teniendo la ligera esperanza de que algo me acontecerá, es una buena mentalidad, es lo que me hace sobrevivir a los días de mucho frío mientras tiemblo junto al basurero.

 

De pronto, algo pasa, algo que usualmente no ocurre cuando cruzo la calle, un ruido estridente, una luz cegadora, un fuerte dolor a un costado de mi cuerpo y luego: total oscuridad.

 

Supongo que este es el fin, supongo que era lo mejor, esto era lo que tenía que pasar….pero ¿qué es este calor que siento rodeando mi cuerpo? ¿qué es este olor tan dulce y fresco? ¿qué está pasando?

 

-Se recuperará- escuché que decía una voz distante- sólo se ha roto unas costillas, es una cachorra así que se repondrá pronto a la lesión-

 

-¿No tiene familia?- dijo una voz aguda, venía de muy cerca, abrí los ojos lentamente y vi a una humana pequeñita que me sostenía.

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-No aparentemente, le haría bastante bien que se la quedaran, es muy pequeña y se nota que ha pasado mucho tiempo sola-

 

-¿Qué dices papá?- suplicó la niña meciéndome con urgencia.

 

Después de una larga pausa, le escuché decir algo parecido a un “Si”

 

Lo único que se me provocaba en ese instante era pasear por las frías calles de Madrid, gracias a eso Teresa y Felipe me encontraron, me llevaron a su cálida casa dónde Guistina nos esperaba, días después me pusieron esa incómoda liga en mi cuello, pero ¿saben una cosa? es un buen precio a pagar a cambio de abandonar por completo mi horrible soledad y mi frío.

 

Todavía en los días lluviosos sigo acurrucándome junto a Teresa para que me tranquilice.

 

Ahora tengo un nombre, me llamo: Cloe

 

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