LLAMADO AL VOTO EN LAS MUNICIPALES: ¿COHERENCIA O INCONSISTENCIA?
Por Valentina Issa
En esta edición de Dos Visiones les presentamos las posturas argumentadas y abiertamente contrastantes de dos articulistas, Ángel Oropeza y José Domingo Blanco, sobre el llamado de Capriles y la MUD a la participación en las elecciones municipales del 8D.
La desconfianza en el CNE está establecida en los venezolanos, en muchos de ellos está casi tatuada. Y la verdad es que el CNE se ha ganado con creces nuestro recelo. A veces hasta parece que nos quiere sembrar desconfianza a propósito, los esfuerzos por reparar su golpeada reputación (como las cuñas de tv y las auditorias consigo mismo) suenan hipócritas e insinceros. A la desconfianza también suman el cuestionamiento discursivo y judicial que con pruebas en mano han hecho Henrique Capriles y sus aliados de la validez del proceso electoral del 14 de abril, y los alarmantes testimonios e informes de observadores y acompañantes internacionales. ¿No es entonces una grandísima contradicción pedirnos asistir a las urnas nuevamente en diciembre? Algunos piensan que sí, otros piensan que no.
Con la intención de aportarles elementos para el análisis, les colocamos a continuación dos argumentos opuestos frente a frente: uno que defiende la coherencia del llamado al voto siendo éste justamente la “fuente de legitimidad del triunfo de Capriles en abril” y “la única estrategia opositora demostradamente exitosa” (Ángel Oropeza en su artículo “Capriles… ¿Incoherente?”); y otro que lo considera inconsistente, desmotivador, y que critica Capriles pues “prefiere ceder antes que confrontar” y “no pauta acciones de calle” (José Domingo Blanco en su artículo “Oposición MUD versus Oposición país”).
Esperamos que estas posturas opuestas les permitan construir conclusiones y opiniones propias sobre el tema, pero permítanme antes ofrecerles dos o tres reflexiones personales (que les invito a cuestionar o comentar libremente, si se sienten inclinados).
La decisión de Capriles de participar en las presidenciales del 14A (aún cuando se pensaba que no tenía oportunidad de ganar y que el CNE le haría trampa), las propias elecciones, y todo el desarrollo posterior han dado cabida a dos cosas que a primera vista lucen contradictorias pero que no se excluyen la una a la otra: 1) Como nunca antes, en esta oportunidad hemos podido ver, registrar y comprobar las groserísimas irregularidades del proceso electoral venezolano, yagarrar a sus operadores con las manos en la masa; y, 2) A pesar de haber sido una elección viciada y desigual en todos los aspectos posibles, por primera vez en mucho tiempo tenemos la certeza de que quienes queremos un cambio de gobierno, y una Venezuela diferente, somos mayoría. El tipo de certeza que tenemos ahora no proviene de encuestas, ni de la fe en que nuestra opción es la mejor, viene, precisa y extrañamente, del voto que ejercimos el 14 de abril.
Lo que quiero decirles es que así como a nuestra sensación de Victoria no la excluyen las indignantes irregularidades del CNE, las protestas y exigencias por hacer valer nuestro triunfo del 14A , y por condiciones electorales justas, no excluyen el ejercicio del voto. Ambas cosas se complementan.
CAPRILES.. ¿INCOHERENTE?
Ángel Oropeza / Opinión. El Universal. 19 de junio de 2013
Un estudio sobre el perfil del líder político ideal para los venezolanos, realizado en la Escuela de Psicología de la UCAB hace un par de años, reveló que dos de las características más preciadas por nuestra población en un líder son la coherencia y la responsabilidad. Coherencia, que se asocia con integridad y consistencia tanto en conductas como en principios, y responsabilidad, que se relaciona por igual con asumir la consecuencia de sus actos y con la adopción de soluciones para enfrentar los problemas.
Los venezolanos estiman en alto grado la coherencia en un líder. No es coherente, por ejemplo, ser fiel seguidor de la secta de SathyaSai Baba e ir a pedirle bendiciones al Papa, por razones de urgencia en conseguir legitimidad, la cual –por cierto– sólo da el pueblo. O anunciar el día de las elecciones que se está de acuerdo con una auditoria integral del proceso, y luego correr a desmentirse porque el resultado de esa auditoría hubiera arrojado otro desenlace electoral.
Algunas personas han preguntado –unas de buena fe, y otras con inocultables segundas intenciones políticas– si no constituye una incoherencia por parte del líder de la oposición venezolana haber impugnado las elecciones presidenciales del pasado 14 de abril, y estar llamando ahora a una participación masiva para las elecciones de alcaldes y concejales del próximo 8 de diciembre. Pues resulta que justamente es la coherencia de principios y de conducta lo que explica esa posición. Veamos por qué.
La postura de la oposición democrática, y esto debe quedar siempre muy claro para el resto de la población, está basada y guiada por principios. Y de ellos hay dos que son centrales: uno, que no tenemos propuestas ni acciones fuera de las coordenadas democráticas. Y, dos, que nuestro norte es la paz y el compromiso con el pueblo, especialmente con los maltratados y perjudicados por el gobierno. De hecho, fue la insistencia en la vía electoral –en el voto como herramienta de cambio social– lo que nos trajo hasta aquí y nos condujo a la victoria popular del 14 de abril. Este es el camino. Y de aquí nos llevará a donde el pueblo quiere ir. Por todos los medios, y a pesar de algunos interesados que obviamente esto les perjudica, hay que preservar la validez del camino electoral. Debemos tener mucho cuidado en no destruir el arma del voto, ni que la gente compre la tesis que la vía electoral no conduce a nada. Toda la inmensa fuerza popular que hemos construido –y el gobierno de Maduro no puede decir lo mismo– ha sido hecha sobre organización y votos. Con razón algunos quieren que no sigamos.
El de diciembre es otro capítulo de la misma lucha. Nosotros hoy somos mayoría en el país. Tenemos que demostrarlo de manera inequívoca y contundente en las próximas elecciones. Además, ni el CNE ni las trampas soportan un diluvio de votos. De hecho, los abusos y las trampas se descubren porque votamos. Y eso es justamente lo que el gobierno quisiera evitar.
La oposición democrática venezolana no reconoce a Maduro como presidente. Reconoce sí la legitimidad de la Constitución, y por eso está haciendo uso de los recursos y acciones que prevé la propia Carta Magna para denunciar la ilegitimidad de aquél. Y, sobre todo, reconoce a la fuerza del voto como expresión de la soberanía popular. No hay aquí incoherencia alguna. Por el contrario, sería una muestra de absurda contradicción enarbolar la bandera del voto como fuente de la legitimidad del triunfo de Capriles en abril, y pedir que se renuncie a ella en diciembre.
Permítanme sólo dos ideas adicionales: la primera, el pueblo sabe que la situación de engaño electoral es consecuencia del control de los poderes del Estado por parte del oficialismo. Pues bien, desmontar ese perverso mecanismo es la próxima batalla, y para abordarla hay que triunfar contundentemente en diciembre. Pero, además, es necesario dejar claro para todos el vínculo entre la ilegitimidad del gobierno y la conflictividad social que hoy nos ahoga. Un gobierno ilegítimo, ineficiente y corrupto es estructuralmente incapaz de reconocer, abordar y resolver la problemática social. Por eso, la lucha social pasa necesariamente por el combate a la ilegitimidad del Ejecutivo, y este combate necesita inevitablemente de la fuerza del camino electoral.
Cuando Capriles llama a reventar las urnas el próximo 8 de diciembre, no sólo persigue la consolidación de la única estrategia opositora demostradamente exitosa y ascendente en los últimos 14 años, esa que ya nos condujo a la victoria popular de abril, sino que está confirmando poseer el valor democrático y humano de la coherencia de conductas y principios. Esa que distingue a los verdaderos líderes de quienes no pueden serlo.
OPOSICIÓN MUD VERSUS OPOSICIÓN PAÍS
José Domingo Blanco / Opinión. El Universal. 14 de junio de 2012
Llevo días revisando materiales que llegaron a mis manos a través de distintas fuentes y medios. Al verlos, me generan asombro y preocupación. Como la consternación que me causó este martes Tibisay Lucena cuando, en cadena nacional, se dirigió a los venezolanos para ofrecer los resultados de lo que ellos llaman «auditoría», a pesar de que lo que hicieron fue una verificación de datos; y esto, obviamente, es muy distinto a una verdadera auditoría. Es capcioso que, antes de esta cadena del Poder Electoral, en una rueda de prensa Tibisay vetara al colega de El Universal, Eugenio Martínez, quien publicó datos de cómo los fallecidos habían votado en las elecciones de 2010 y 2012; incluso, que en mesas con 100% de participación se encontraran difuntos inscritos. Peor aún, otros datos que reviso dan cuenta de cómo en las presidenciales del 7 de octubre sufragaron 90 muertos, según el cruce comparativo entre los resultados de mesas con 100% de participación y reportes del INE.
La situación es tan absurda que un periódico publicó la imaginaria reflexión de un fallecido que decía: «Yo viví toda la vida en Caricuao y voté en Caricuao; pero resulta que ahora desde aquí, desde el más allá, voto en La Bombilla, en Morón, en Los Teques…». A los venezolanos no nos queda otra que apelar al chiste para digerir informaciones como éstas a las que se les suman noticias espeluznantes que relatan cómo las captahuellas no evitan que se vote dos veces. Es decir, no hay garantía del principio elemental de «un elector, un voto» porque resulta que en las presidenciales del 7-O, 3,4 millones de votantes ejercieron su derecho aun cuando la máquina no le reconoció la huella o ésta no coincidió con las almacenadas. ¡Una verdadera locura!
No entiendo cómo la oposición de la MUD -la cual creo hay que diferenciar de la oposición del país- llame a participar y a votar masivamente para seguir en esta guachafita; desconociendo así, de nuevo, la naturaleza del régimen. Esta ambigüedad hace que la oposición país desconfíe de la oposición MUD y desconfíe de Capriles como el supuesto máximo líder de la oposición partidista-electorera.
Razón pudiera tener la gente que se pregunta cómo Capriles dice en unos escenarios que no reconoce e impugna los resultados de las elecciones y, después, aun conociendo la trampa jaula que monta el CNE, cuando apenas el régimen le pauta un nuevo careo electoral, sin mayores consideraciones, llama a su gente al despeñadero; es decir, igualito a votar ¡otra vez!
Pareciera que está claro para la oposición país, no para la oposición MUD, que Capriles no demuestra consistencia, ni una estrategia exitosa de confrontación y ofensiva. Sentimos a un Capriles un tanto extraviado con respecto de lo que pudiera estar pasando en el sentir de los venezolanos que no están con este régimen. Ya son 15 años de ejecución del libreto cubano lleno de violencia verbal, autoritarismo, inyecciones de miedo, potes de humo, de elevadas dosis de desesperanza e incertidumbre que han hecho mella en la gente.
Ir a elecciones nuevamente, repitiendo el mismo discurso de que «de esto se sale con votos», desmotiva a la gran mayoría que lo ha seguido en elecciones anteriores. La oposición país, a diferencia de la oposición MUD, tiene que pelear en la calle su victoria como poder popular que es.
A todas estas, los cubanos se dan el lujo de llamar al botón a Diosdado para que les garantice la permanencia de Nicolás en la Presidencia de Venecuba, como tilda a nuestro país un colega articulista. ¿Hasta cuándo vamos a permitir la injerencia cubana? Porque esto es una evidente demostración de que nuestra soberanía se vulneró. Y para completar, el tenebroso José Vicente Rangel -quien sabe muy bien que este gobierno está más débil que nunca- para evitar el empujón que pudiera dar la oposición país, y no la oposición MUD, sale a decir que ¡la oposición compró unos aviones de guerra!
No terminamos de entender por qué Capriles no pauta acciones de calle. ¿Por qué elude el conflicto de calle? Hemos visto a un Capriles candidato que, a toda costa, prefiere ceder antes que confrontar. Y si cree lo que dice con respecto al resultado electoral, debería comportarse como ganador. Es más, no sólo decirlo: debe actuar como tal. Con convicción, para que todos le creamos. Al mismo tiempo, tener una estrategia que desnude a Maduro como usurpador.
Capriles, si es que ganó, debería hacerle un llamado a la FAN, que tiene el deber constitucional de sacar del país a los invasores cubanos, insistir en que aquí hay un régimen totalitario y que, junto con el Poder Popular, se debe restablecer la democracia. Capriles debería emprender una cruzada para salir de la quejadera y pasar a la crítica constructiva porque la oposición país, y no la oposición MUD, está demandando compromiso, más resultados, fuera del efectismo de aparecer en medios o hacer bulla en redes sociales. El tiempo apremia.