Aspectos referentes a la crisis eléctrica nacional
Los recientes apagones ocurridos en el territorio nacional devuelven a la discusión pública la viabilidad de Venezuela como país. Partiendo de la base de que el fluido eléctrico posibilita los servicios de agua, banca electrónica, internet, refrigeración y cocción de alimentos, su falla breve o prolongada interviene sensiblemente en la cotidianidad de quienes padecen la interrupción.
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Breve y superficial repaso de las afectaciones
No hace falta indicar la importancia de la electricidad en estos tiempos donde las transacciones electrónicas son el medio de pago más usado por los venezolanos como consecuencia de unos precios exorbitantes que el dinero en efectivo no puede cubrir. Tampoco es necesario visibilizar el rol del fluido eléctrico en las plataformas comunicativas (internet, telefonía fija y móvil), en la conservación y preparación de alimentos, y en el suministro de agua.
En el caso de Caracas, que padece una serie crisis de transporte superficial, la suspensión del Sistema Metro imposibilita en la práctica el normal desarrollo de las actividades laborales y académicas. El Metro es el pulmón de la ciudad; si el pulmón no está disponible, la ciudad se congestiona y se hace más difícil de vivir y de sobrevivir.
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El Estado y las expresiones externas de colaboración
Si falla el sistema eléctrico, en pocas palabras, falla el país. La centralización del sistema eléctrico nacional en la represa del Guri, la falta de inversión y mantenimiento, el bajo grado de especialización de los trabajadores de CORPOELEC y demás variables han conducido a Venezuela a un marzo oscuro, tanto literal como figurativamente.
Lo anterior se puede resumir en una gestión deficiente de recursos. No obstante, podemos sumar la negación a las advertencias que diversos expertos han hecho desde algunos años hasta ahora referentes a la descomposición y continua degradación de la plataforma eléctrica nacional y cómo la ausencia de medidas podía desembocar en una situación similar a la actual.
En muchos casos, muchos quienes han advertido han expresado sus deseos por colaborar con el Estado para solventar los problemas que se han venido presentado. El Estado, muchas veces, ha negado la ayuda.
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Responsabilidades
La tesis del sabotaje eléctrico, en diversas variantes, ha sido la justificación oficial para los problemas eléctricos recientes. Esto se traduce en colocar la responsabilidad del suceso en agentes externos que habrían intervenido en el fluido eléctrico del país y presentarse ante la opinión pública como la víctima y quién debe ser objeto de compasión y comprensión.
Sin embargo, varios han declarado lo inverosímil que es dicha tesis a raíz de que el sistema del Guri no puede ser accedido por un servidor externo ni tampoco pudiera ser afectado físicamente dado que está fuertemente resguardado. En pocas palabras, esta sería una tesis que no cuenta con un piso empírico muy creíble para sostenerse.
Siendo así, la tesis que cobra más fuerza en la población venezolana que busca cotejar información de diversas fuentes es la falta de mantenimiento, de previsión y de personal capacitado para atender eficientemente la emergencia. Esta sería una versión consecuente con los condicionamientos asociados a la crisis general que padece el país desde unos años hacia acá.
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Lo que viene
Lo cierto es que el sistema eléctrico nacional es muy vulnerable y susceptible a fluctuaciones incluso con la más mínima de las alteraciones en cualquier condición. Lo ocurrido en la tarde del 7 de marzo fue el primer aviso de eso; desde entonces las interrupciones y ausencias son el orden del día en algún punto de la geografía nacional. Ni siquiera Caracas, la capital del país, se ha salvado.
Abril se presenta en este 2019 como un mes donde la incertidumbre con la cual ha “aprendido” a lidiar el venezolano aumenta a niveles estratosféricos. Las interrogantes comunes respecto a la comida, agua, trabajo, educación y permanencia en el país encuentran ahora una adición: la relacionada con la continuidad del fluido eléctrico y la sostenibilidad de la vida cotidiana “normal”, tan normal como Venezuela lo permita.
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