Si alguien cree que, en su ocaso, este movimiento se ha rendido, debe pensarlo de nuevo
Editorial #466 – El Foro de Sao Paulo llega a Caracas
La tragedia que hoy vive Venezuela no comenzó, como muchos creen, en 1998, cuando Hugo Chávez llega al poder. Su inició fue mucho antes, a principios de la década de los noventa, cuando en un foro de que pretendía reunir y organizar a grupos de izquierda latinoamericanos para tomar el poder, el Partido de los Trabajadores de Brasil organizó el Foro de Sao Paulo.
En el momento de su fundación, en 1990, el único miembro de este movimiento que estaba en el poder era el Partido Comunista de Cuba, cuyo tirano, Fidel Castro, fue uno de sus grandes impulsores. El próximo en llegar sería su gran pupilo, Hugo Chávez, que ganó las elecciones presidenciales de 1998 en Venezuela.
Poco tiempo después comenzó una seguidilla de triunfos de varios de los representantes de izquierda en la región. Luiz Inácio “Lula” da Silva del Partido de los Trabajadores en Brasil (2002), luego Néstor y Cristina Kirchner en Argentina (2003), Tabaré Vázquez del Frente Amplio en Uruguay (2004), Evo Morales por el Movimiento al Socialismo en Bolivia (2005), Michelle Bachelet del Partido Socialista de Chile (2006), Rafael Correa por Alianza PAIS en Ecuador (2006), Daniel Ortega por el Frente Sandinista de Liberación Nacional de Nicaragua (2006), Fernando Lugo de la Alianza Patriótica para el Cambio en Paraguay (2008), José “Pepé” Mujica por el Frente Amplio en Uruguay (2009), Mauricio Funes del Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional de El Salvador (2009), y Ollanta Humala por el Partido Nacionalista de Perú (2011).
En pocos años, el sueño más grande de Fidel y de Lula se había hecho realidad. El continente se tiñó de rojo y, financiados en gran parte por el petróleo venezolano que su amigo Hugo puso a su disposición, el Foro había conquistado a la región. A esto se le sumó, en 2005, la creación de Petrocaribe, una alianza impulsada por Venezuela con países del Caribe en la que tenían acceso a comprar petróleo con condiciones preferenciales y, a cambio, ofrecían su lealtad política. Eso también lo pagaron los venezolanos.
No es necesario ahondar mucho en la consecuencias que esto tuvo. Pocas veces en la historia de nuestros países hemos sido testigos de un nivel de saqueo como el que presenciamos en los últimos años. En algunos casos, la Justicia ya ha empezado a actuar.
Acusados por hechos de corrupción, Lula está preso en Brasil y Humala lo estuvo en Perú, Cristina Kirchner tiene 13 causas judiciales en su contra y se ampara en sus fueros parlamentarios, Correa de Ecuador se encuentra en Bélgica prófugo de la Justicia de su país, al igual que Mauricio Funes que se encuentra asilado en Nicaragua para no rendir cuentas en El Salvador.
Los Castro en Cuba, Daniel Ortega en Nicaragua, Tabaré Vásquez en Uruguay, Evo Morales en Bolivia y el sucesor de Chávez, Nicolás Maduro en Venezuela, son los pocos que aún se aferran al poder, algunos de ellos incluso usando los peores mecanismos de represión, violación de DDHH y persecución que caracterizan a las tiranías.
Pero si alguien cree que, en su ocaso, este movimiento se ha rendido, debe pensarlo de nuevo. Si algo ha demostrado la nefasta izquierda latinoamericana es que tiene la capacidad de resistir y reinventarse. Mientras las fuerzas democráticas y republicanas de la región aún no sabemos como conquistar la libertad en los países que faltan, ellos ya están reagrupándose con el mismo objetivo con el que se reunieron esa primera vez en julio de 1990 hace 29 años: tomar el poder.
No por casualidad, su próxima cita será el 25 de julio en la convulsionada Caracas, una clara muestra de apoyo al régimen chavista en su momento más difícil. Es que hoy el Foro no busca reagruparse lejos de lo peor que ha dado, sino todo lo contrario: sus miembros parecen haber elegido la peor de sus facetas.
Desde hace casi dos décadas, algunas voces advertimos sobre la amenaza que este proyecto socialista representaba para la democracia, la estabilidad y la prosperidad de la región.
Hoy, cuando todo está mucho más claro, sería imperdonable mirar impávidos la resurrección de uno de los peores males que ha tenido en su historia la región. No podemos ser indiferentes ante la amenaza de que, en pocos días, el Foro de Sao Paulo llegue a Caracas.
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