¿A quién puede sorprender todo esto?
Editorial #512 – Mentiras
Venezuela es el más claro ejemplo de que aunque estemos realmente mal, siempre se puede estar peor. Pasa de todo, sin que nada pase.
En las calles, incluso en medio de la pandemia, la gente vive su miseria diariamente en interminables colas por un poco de comida, por una necesaria medicina o por unas gotas de gasolina. Siempre víctima del abuso, el atropello, la violencia, el miedo y la resignación.
Lo verdaderamente incomprensible de nuestra historia no son los errores cometidos, sino la cantidad de veces que se vuelve a incurrir en ellos. Todo, después de haber pasado por una cantidad de hechos que en cualquier otra parte del mundo hubieran tenido un desenlace hace mucho tiempo.
Repasemos solo algunos:
- 21 años de chavismo;
- decenas de miles de muertos, presos, exiliados y perseguidos;
- más de 5 millones de migrantes;
- por lo menos 4 elecciones robadas;
- 9 farsas de «diálogos»;
- la hiperinflación más alta del mundo;
- niveles de escasez de un país en guerra;
- el salario más bajo de la región;
- una moneda que no vale nada;
- falta de gasolina en el país con las reservas petroleras más grandes del planeta;
- desconocimiento mundial del régimen.
Es casi imposible comprender que después de todo esto, Venezuela no haya podido liberarse aún de un régimen que la ha sometido y destruído por completo. Sobre todo, si se recuerda cuántas veces ha estado tan cerca de hacerlo, principalmente en momentos en los que la gente se volcó masivamente a las calles dispuesta a luchar y arriesgarlo todo.
Lo que es innegable es que la permanencia del régimen en el poder a lo largo de estos años no podría explicarse sin la colaboración de algunos sectores de “oposición”. Siempre que el chavismo ha estado en su peor momento y a punto de ser derrotado, ha recibido el tiempo y el oxígeno que necesitaba para sobrevivir.
Hoy no es la excepción. Lo vimos hace pocos días cuando el Tribunal Supremo de Justicia chavista nombró de manera completamente inconstitucional a un “nuevo” Consejo Nacional Electoral compuesto por, vaya sorpresa, cómplices del mismo régimen.
El siguiente paso es tan predecible como lo fue siempre en el pasado: ahora se montará una nueva farsa electoral, en la que participarán sectores de una falsa oposición para intentar legitimar el resultado de una elección parlamentaria que tiene como objetivo apoderarse del único poder legítimo que aún queda en el país: la Asamblea Nacional.
¿A quién puede sorprender todo esto? Solo a los ilusos, dentro y fuera de Venezuela, que todavía creían que se podía lograr una salida a la crisis venezolana a través de elecciones con el chavismo en el poder. Eso es imposible.
La única manera de terminar con la tragedia de millones de venezolanos es que el liderazgo político en el país y nuestros aliados internacionales finalmente comprendan a quienes nos enfrentamos.
Y, con eso claro, se defina una ruta que no dependa nunca más del régimen.
Ni de sus mentiras.
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