La representación y el tiempo digitales
Reflexión inconmensurable, la del tiempo. Apenas, retenemos la noción de que si no existiese, todo – absolutamente todo – transcurriría simultáneamente, aplazando una vez más nuestra vieja pretensión de adentrarnos en los copiosos suburbios de la filosofía.
La consabida pandemia, inesperada y subversiva, nos ha reducido a un confinamiento más estresante que ocioso. Y lo que supusimos una oportunidad, por variados motivos, no ha alcanzado para garantizar la propia supervivencia en un país como Venezuela.
A pesar de la precariedad de las conexiones, quienes tienen la suerte de contar con un mínimo equipo electrónico, han incrementado notablemente su relacionamiento exterior. Pocos son los programadores y docentes afortunados que realizan aquella panacea del teletrabajo, logrando sobrevivir en medio del COVID19, aunque cada vez es más difícil hacer la tele-política que requiere esencialmente del mundo real para legitimarse. No obstante, todas las actividades confluyen con una buena y una mala recreación traducida en toda suerte de bulliciosas imágenes intervenidas, estáticas o en movimiento.
Telefónicamente, nuestra capacidad de almacenamiento está constante y severamente comprometida por una variedad infinita de mensajes, por cierto, pocas veces novedosos, gracias a las distintas aplicaciones disponibles. E, incluso, para quien tiene la política como oficio, sabe de grupos de intercambio muy útiles al lado de otros, francamente repetitivos e innecesarios, por lo que solemos realizar una purga que ayude a administrar el tiempo digital que se diluye casi literalmente entre los dedos.
Obvio, al desempeñar una determinada representación política, en una organización partidista o social, más aún si es parlamentaria, la tendencia es la de una adscripción automática e involuntaria a numerosos grupos que demandan opiniones, aunque la saturación los hace inmanejables y, en no pocos casos, justifican el empleo de los portales noticiosos más conocidos para fijar posturas. La atención personalizada a los usuarios se hace francamente difícil, e intentamos – además – una adecuada administración de la representación virtual en una etapa que le imprime, o dice imprimirle, novedad, intentando superar la censura. Por ello, reivindicamos la prensa libre y los grupos de trabajo establecidos para un eficaz desenvolvimiento político del medio electrónico que ha de lidiar, no faltaba más, con sendos laboratorios de guerra sucia.
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