UN PAÍS DE BRAZOS CRUZADOS

Por Gabriel E. Núñez M.

@Genm256

 

 

 

Vivo en un país donde los ciudadanos afrontan la realidad con los brazos cruzados. Indiferentes y atados a la sobria rutina de andar con brazos cruzados sin importar lo que pase. Estos ciudadanos presos de sus propios cuerpos condenados a un abrazo individual eterno, al principio fue indiferencia pero luego uno a uno comenzó a cerrar sus brazos.

 

Los amantes cruzaron sus brazos por culpa de las constantes decepciones del amor que no complacían ni a uno ni otro.

 

Los amigos dejaron de abrazarse porque las diferencias de sus pensamientos no cederían ante la idea del otro, sin darse cuenta que ambos tenían la razón.

 

Los padres cerraron los brazos de sus hijos al inculcarle una educación preestablecida y limitativa, de constantes “no”.

 

La indiferencia de nuestros tiempos nos acarrearon dictaduras de políticos que ya cansados de gobernar no tienen oponentes en sus candidaturas eternas y cruzan sus brazos a los ciudadanos que ni les importa quién hace qué en el estado.

 

Las universidades cerraron los brazos de sus alumnos al no promoverle la producción, sino solo la recepción de conocimientos preparados para el ámbito laboral.

 

Tarde o temprano todos cerramos los brazos y marginamos a los que no lo hacen, incluso yo tengo que cerrar mis brazos para no despertar sospechas aunque preferiría andar con mis brazos libres.

 

Dejamos de ver televisión, limitados a un solo canal, ya que sin brazos libres no podemos cambiarlo. Dejamos de leer porque con las manos retenidas no podíamos cambiar de página, leíamos la misma página hasta que una brisa pasaba la hoja para descubrir un nuevo mundo detrás de la página anterior, o si tenias mala suerte regresabas a la página que ya habías leído. Interpretaciones interesantes le he dado a textos ya leídos como a Don Quijote, que gracias a una temporada de ventisca lo comencé a leer al revés y descubrí que visto así es la historia de un caballero que con el tiempo, después de luchar con gigantes disfrazados de molinos se jubila de sus andanzas y se dedica a la lectura de las hazañas de sus compañeros en algún lugar de la mancha.

 

Distantes seres de brazos cruzados, que ya no escriben porque no dejan salir sus ideas de la punta de sus dedos sino de la punta de su lengua y genera malestar de garganta para quién grita la noticia todos los días y dolor de cabeza a quién intenta oírlas.

 

Es un país donde nadie acepta ideas nuevas, donde no está permitido tocar al otro y donde lo que pasa es responsabilidad de otro, porque con los brazos cruzados nadie hace nada, y siempre es otro quien debería hacerlo. La cómoda estancia del ciudadano rodeado de personas lo abstrae de sus responsabilidades, nadie quiere salir de la rutina para entrar en el abismo de la novedad y por eso atribuye a otro la disposición de abrir los brazos para abordar los problemas.

 

Pero quién podría abrir los brazos si es un delito salir de la norma. A las personas que se les van las manos como a mí al escribir esto, las atan con camisas especiales que las llevan de nuevo a la posición de brazos cruzados a la fuerza. Andar con los brazos libres es una amenaza, mucha gente ha muerto a causa de locos de manos sueltas, pero nadie recuerda a los locos desatados y desobedientes que cambiaron a la sociedad.

 

No, preferimos la rutina alienante de cruzar los brazos egoístamente, negando el calor de un abrazo, o la cercanía humana al prestar una ayuda. La amistad abolida hace tanto tiempo, hace del presente un lugar frio para vivir. Un lugar lleno de conformistas que no pueden ni levantar una mano para opinar en acuerdo o desacuerdo.

 

¿Cómo mejora un país preso de la indiferencia? ¿Cómo trabajas con brazos cruzados lo que haces? ¿Cómo brindas en salud de un amigo? ¿Cómo bailas sin poder extender los brazos y mucho menos sin poder tocar a tu pareja? 

 

¿Cómo podemos andar todo el tiempo de brazos cruzados, amigo mío?

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Guayoyo en Letras