Editorial #666 – Ya es suficiente
Nada es y nada será igual en Cuba
Muchas cosas puede resignar un ser humano a lo largo de su vida, pero es imposible que una de ellas sea vivir sin libertad. Por más que pasen los años, incluso décadas, y a pesar de que parezca que algunos se han resignado a permanecer en la miseria, de pronto y casi sin entender cómo, esa llama que prende el anhelo más básico del hombre vuelve a encenderse.
La estamos viendo arder en Cuba, donde se cumple una semana desde que se iniciaron protestas en todo el país que no se daban desde la década de los noventa, cuando la caída de la Unión Soviética, de la que parasitariamente dependía el régimen cubano, había metido al país en una larga crisis económica conocida como el periodo especial.
Esta vez la chispa se encendió en San Antonio de los Baños, donde se encuentra la Escuela de Cine, en una protesta organizada por poetas. Recientemente fue publicada la canción que hoy es himno de la revuelta, “Patria y Vida”, y han sido varias las convocatorias a manifestaciones hechas por artistas y referentes de la sociedad civil. Eso, quizá, es otro motivo de esperanza para los cubanos, porque su lucha no está encabezada por políticos que muchas veces tienen oscuros intereses, sino por artistas y ciudadanos que parecen compartir uno solo: la libertad.
Es reiterativo explicar porqué millones de cubanos se lanzaron a las calles con las manos vacías a pesar de la brutal represión que sabían que iban a enfrentar por parte del régimen castrista. Ya todos conocen las miserables condiciones de vida en Cuba desde hace muchos años. También, a pesar de que muchos pretendan hacerse a los desentendidos, saben que allá existe una feroz dictadura controlada por una élite que vive una vida de reyes.
Es por eso que nuestra atención en estos días también debe centrarse en lo que hace la comunidad internacional. Ante una situación tan crítica como ésta, se espera mucho más que simples comunicados y “condenas” que nunca terminan en nada.
De los que no se puede esperar nada es de quienes siempre fueron cómplices de la tiranía castrista que, ya sea por intereses o por ceguera, no serán capaces de condenarla. Algunos son parte de esa izquierda trasnochada a la que tanto le cuesta admitir que con la revolución cubana se equivocaron de principio a fin.
Otros, se verán obligados a actuar a pesar de su complicidad. Un ejemplo de esto es el de Michelle Bachelet, la Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, quien después de mucha presión se pronunció recién cinco días después con un tibio comunicado, pero exigiendo la liberación inmediata de los cientos de detenidos que se reportan desde la isla.
En una semana cambió todo. Nada es y nada será igual en Cuba. Después de más de 62 años de tiranía, los cubanos empezaron a romper las cadenas y a levantarse por su libertad.
Como generalmente ocurre en este tipo de momentos históricos, comienzan de la forma menos predecible, pero terminan como deben terminar. Es lo mínimo que tantas personas que han padecido la peor tiranía del continente durante décadas se merecen.
Ya es suficiente.
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