La necesidad de un debate
Una parte de la oposición se ha pronunciado a favor de participar en el evento electoral del 21N. Otra parte ha manifestado su decisión de no participar. Ambos han esgrimido argumentos para nada descartables. Puede ser que parezca que unos y otros tienen razón, o que ambos tienen parte de la razón. Como el zaperoco en el país es grande, el agotamiento es mayúsculo y las declaraciones han sido ofrecidas en ruedas de prensa, declaraciones a medios o publicación de comunicados, pues es de entenderse que el gran público se ha quedado con titulares y no ha profundizado lo suficiente.
Las posiciones políticas requieren debate. No pueden quedarse en unas cuantas líneas discursivas con bajo índice de lecturabilidad. Y mucho menos con el pleito plagado de insultos en las redes, en los que los argumentos para una y otra posición carecen de peso específico.
Es obvio que algunos caen en el ejercicio fútil y efímero del desahogo, por diseño inútil y que mucho ofende y destruye. La gente reacciona con las vísceras. Cree que «se la está comiendo» cuando pone en las redes una ristra de palabrotas y groserías. Y supone que tiene derecho a ello. Y si uno les llama la atención sobre lo inapropiado de su comentario, o sobre la necesidad de argumentar las posiciones y opiniones, o hacen «mutis» o algunos arrecian en su encono precipitándose en todavía peores incordios. Eso no es bueno en ningún sentido.
Hay que debatir. Las sociedades que no debaten son primitivas. Hablar o reunirse solo con los que piensan como uno es escuchar la mitad del sonido. Y el apoyo automático mal guiado por los apasionamientos resulta en caminar a ciegas.
Ciertamente en Venezuela no abundan los medios audiovisuales con libertad de acción. Pero alguno habrá que esté interesado y gustoso en transmitir un debate sobre este espinoso asunto, contando con una justa moderación y en señal abierta. Se me ocurre que el IESA pondría a la orden sus buenos oficios, con las limitaciones que la pandemia obliga.
La población para decidir necesita escuchar la contraposición de planteamientos. Es su justo derecho.
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