Editorial #677 – Pobre país
Pretenden ocultar el dato con el relato
La burbuja de la “recuperación económica” y la “normalización del país” que se estaba construyendo en Venezuela en las últimas semanas, se pinchó rápidamente con la publicación de la Encuesta Nacional de Condiciones de Vida (ENCOVI, 2021) de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB).
Aunque la pobreza no es un problema exclusivo de Venezuela en la región, otros países están aún lejos de alcanzar esa dramática realidad. Según los datos que revela este trabajo, la pobreza en el país se ubicó en 94,5% y la pobreza extrema alcanzó un 76,6%, niveles inimaginables incluso para países vecinos que comparten algunas características similares.
Como ejemplo, el jueves pasado, el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC) presentó en Argentina un informe correspondiente al primer semestre de 2021, que concluye que 4 de cada 10 personas en ese país son pobres. Una de cada diez es indigente.
Estas cifras son todavía más preocupantes cuando se los compara con los de años recientes, ya que se encuentran muy lejos del 32,2% de hace cinco años y aún más del 24,7% de una década atrás. El deterioro no solo se profundiza, sino también se acelera.
Estas cifras que afectan y ponen en alerta al gobierno argentino y a la sociedad en general, movilizándolos a buscar soluciones, no a negarlas o tratar de ocultarlas. Mientras en Venezuela, no solo no se asume el problema, sino que el régimen chavista pretendía construir un relato sobre ese 5% de la población que vive en una burbuja de prosperidad sobre un país en ruinas.
El chavismo tenía como objetivo ocultar una realidad de miseria y necesidades de casi todo un país con la apertura de algunos nuevos negocios o la inauguración de extravagantes y luminosos casinos.
Incluso quisieron aprovechar la inexplicable publicidad que algunos “influencers” que visitaron el país intentaron darle a la “notable mejoría” que veían y sentían en las calles venezolanas.
Sin embargo, es muy difícil ocultar una realidad tan ramática, menos aún cuando ha destruído el futuro de, por lo menos, dos generaciones. Es más, tampoco se puede disimular una de sus más dolorosas consecuencias, como lo es la emigración forzada. Más de seis millones de venezolanos son la prueba más evidente en decenas de países.
Es normal que los regímenes socialistas pretendan ocultar el dato con el relato. Lo han hecho siempre.
Lo que es inaceptable es que la comunidad internacional se haga cómplice de quienes solo buscan permanecer eternamente en el poder gobernando lo que ya no es solamente es un país pobre, sino también un pobre país.
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