¿Quieren ganar?
Revisé encuestas recientes, confiables, que dan información sobre lo que puede ocurrir en las próximas elecciones. No me interesan adivinanzas acerca del resultado de los comicios, sino de algo más de fondo, que permita explicar lo que harán los electores, y cuál ha sido el resultado de esta campaña.
En la Ciudad de Buenos Aires, la imagen de Alberto y Cristina se desploma, Santoro tiene cifras semejantes a las de Milei y no sería extraño que salga tercero. Es un candidato mejor que el Eterno Perdedor, pero está afectado por el desmoronamiento nacional del kirchnerismo y por una campaña bien hecha del libertario.
En las provincias de Buenos Aires y Córdoba crece la oposición. No he tenido acceso a encuestas de otros sitios, pero la tónica es semejante. Llegó un cambio de época. Hace años era imposible analizar la política europea sin saber lo que hacía el Partido Comunista. Hoy aparece el PC con fuerza solo en el realismo mágico patagónico, falta que la segunda vuelta en Chile sea entre Gabriel Boric y el coronel Aureliano Buendía.PUBLICIDAD
Análisis. Analicemos lo ocurrido en esta campaña argentina. Lo normal es que si un grupo político o un gobierno sufre un revés, intente recuperarse. Para eso debe hacer un análisis racional para saber cómo se produjo el problema, no repetir equivocaciones y corregir el rumbo.
La principal amenaza es el “Groupthink” al que nos hemos referido varias veces. Si el Presidente se encierra con el grupo de incondicionales que colaboró para la crisis, está al borde del abismo y va a dar un paso adelante. Debe oír a personas externas, convocar a profesionales calificados que puedan diagnosticar lo que ocurre.
Debe cuidarse de quienes inventan encuestas para afilarlo. Hace años le oí a Gonzalo Sánchez de Losada decir que un presidente no debe ver encuestas sino hacer lo que debe hacer. Veinte años más tarde sigue correteando por el mundo huyendo de una orden de captura.
El 56% dice que el principal problema del país es económico, de empleo, pobreza, inflación. La inseguridad está en el 7%, la pandemia cayó al 3%. Todos estos padecimientos son atribuidos al gobierno federal. Lo primero que debieron intentar era desvanecer estas percepciones con credibilidad.
¿Cuántos votos consigue Guzmán cuando dice en un foro empresarial que el mayor destructor de empresas fue Mauricio Macri? Nunca se ha visto una fuga tan masiva de empresas como la de estos meses. No es probable que los que lo oyen se entusiasmen y voten por un gobierno que persiguió a la iniciativa privada. Guzmán solo pasa por ignorante o mentiroso. Ninguna de las dos cosas trae votos.
Se han pasado meses hablando mal de Macri y persiguiéndolo. Los números dicen que ayudaron para que tenga la mejor imagen desde que salió del gobierno. La explicación es sencilla: si sus detractores tienen imágenes tan desastrosas, cada nuevo ataque lo victimiza y lo ayuda a crecer.
Imagen. En el país el único dirigente que ha conservado un amplio saldo positivo de imagen en dos años ha sido Horacio Rodríguez Larreta. En la Ciudad las mejores imágenes son las de Quirós (59/19), Horacio (66/31), Santilli (62/29), Vidal (55/41), Lousteau (51/36), Lopez Murphy (49/35), Tetaz (41/29), Patricia Bulrich (53/43). Milei empata (43/43). Las imágenes más negativas son las de Alberto Fernández (31/64), Kicillof (30/62) Cristina (28/67). Es claro cómo vienen los resultados.
Alberto debe recordar que cuando proyectó una imagen de líder peronista civilizado compartió con Horacio la buena imagen, y cuando se cristinizó se desmoronó hasta el actual desastre.
La gente apoya a dirigentes eficientes. Un 73% de porteños aprueba la gestión de Horacio, un 25% la censura. En el caso de Alberto un 66% la reprueba y la acepta un 30%. Cree que quien manda en el Gobierno es él un 29%, que manda Cristina un 61%.
En todo el continente las formas políticas tradicionales están en crisis. Cuando preguntamos a los que votaron por Milei por qué lo hicieron, el 7% dice que por sus ideas, el 54% porque no se parece a los políticos tradicionales.
En la Ciudad quiere votar por alguien que apoye al gobierno de Horacio un 56%, un 29% por un opositor. Por uno que apoye al gobierno de Alberto un 28%, por uno que lo combata un 62%. Santoro pierde unos puntos más cuando aparece apoyado por Cristina.
Si hay una nueva mayoría en la Cámara de Diputados, el 57% querría que María Eugenia Vidal reemplace a Sergio Massa como presidente, un 35% no estaría de acuerdo.
Oficialismo. El oficialismo usó formas muy anticuadas para intentar revertir la situación. Regalar plata, anunciar la construcción de medio millón de viviendas, fingir que se distribuye una falsa riqueza, no funciona más. El 49% dice que quienes reciban los regalos no votarán por el Gobierno, el 27% cree que sí.
En investigaciones realizadas desde 2009, son más los pobres que creen que pueden progresar. Piensan que pueden hacerlo y quieren progresar. Esto profundizó en estudios hechos en años posteriores, y se agudizó con la pandemia. Creen que ser mantenidos por el Estado no los llevó a una vida próspera y, con la crisis, su situación se hizo desesperante. Les conviene que el país progrese y aspiran a ser algo más que planeros. Quieren trabajo digno.
Los pobres no quieren una revolución que los conduzca a una miseria, como la venezolana o la nicaragüense. En Venezuela existe el Ministerio de la Felicidad que emplea a algunos militares, pero al mismo tiempo 6 millones de pobres han tenido que huir del país porque se morían de hambre.
Cada vez son menos los que se creen condenados a recibir planes para siempre, para salir a manifestaciones dos días a la semana. Aunque la mayoría de los políticos no entiende lo que es, la tercera revolución industrial cambió la mente de todos. Los pobres tienen celulares que los conectan con un mundo lleno de oportunidades, más allá de las peroratas de los punteros y líderes pobristas.
Entre quienes reciben subsidios hay una mayoría abrumadora de personas que no quieren perderlos mientras no tengan otra opción, pero quieren progresar, saben que eso es posible, y no quieren que sus hijos vivan de planes. Quieren educarlos lo mejor posible, saben que la meritocracia es la única posibilidad de progresar y creen que sus niños son capaces.
Cuando estudiaba Sociología en Bariloche vino el Rodrigazo. La hiperinflación se desató, aprobaron un control de precios que hizo desaparecer los productos de las góndolas. Ahora un funcionario anunció el congelamiento de precios de 900 productos que mantendrán sus precios hasta las elecciones. Son décadas de lo mismo, que conducen a la misma crisis.
Justo cuando el Gobierno inicia su feria de regalos a la población hay más gente en las encuestas que dice que está peor. Tal vez conseguirían votos si regalaran los electrodomésticos a personas que estaban en contra y pueden cambiar de opinión por el regalo. Si están regalando heladeras a sus partidarios, como aparece en los videos bailantes que se ven en la TV, solo están enojando más a la gente. Más privilegios para los del grupo. Lo que está claro es que la forma en que condujeron su campaña los ha llevado a más problemas.
Campaña. Se supo que recientemente incorporaron a su equipo al consultor Antony Gutiérrez Rubí, a quien he leído con interés. En el espectro de consultores alineados con la izquierda, es alguien competente Alfredo Serrano, director de la Celag, que escribe en Página/12 y pronto lanzará a la venta el libro Evo, Operación Rescate (una trama política en 365 días). Son analistas políticos preparados, que pueden ayudar si les dan espacio. Seguramente vivirán el drama de todos los profesionales que trabajan con políticos poco preparados, que a pesar de su escasa formación creen que lo saben todo.
Es fácil cambiar de corazón a una persona. Se le abre el pecho, se le saca el corazón, se pone otro, donado por alguien, y listo. Si el paciente contrata para la operación al amigo que pegó más carteles en su última campaña o al que le dice con frecuencia que es un presidente maravilloso, probablemente tenga problemas. Es preferible pedir la ayuda a un cirujano del corazón preparado y con experiencia, aunque sea extranjero, antipático y no integre la secta.
No se trata de hacer marketing, esa es otra aberración, pero es bueno contar con análisis político serio que oriente la campaña. Quien hace eso tiene altas chances de ganar la elección a otro que actúa con el olfato, oyendo a viejos amigos y aduladores. Lo hemos comprobado muchas veces en la realidad.
Parece que Gutiérrez Rubí ha planteado una propuesta positiva del Sí, para darle brío a la campaña. Es probable que sea un consejo correcto, pero queda poco tiempo para que el Frente de Todos se vuelva positivo, después de tantos años de ofensas, persecuciones, mitos conspirativos. Es difícil ser positivos con voceros como Luis D’Elía, Hebe de Bonafini y una constelación de insultadores profesionales.
En la Antigüedad la política era más salvaje. Antes de la aparición del teletipo, los gobernantes autoritarios “empastelaban” las imprentas de la oposición. Mandaban a un grupo de policías y sicarios que botaban al piso las decenas de miles de letras que servían para armar el periódico, las pateaban, y hasta que las ordenaban pasaban semanas paralizados. Los militares chilenos que allanaron la casa de Neruda secuestraron los libros del poeta sobre cubismo, creyendo que eran propaganda del gobierno de Cuba. Todo tiempo pasado fue peor.
Hemos llegado a otra etapa de la historia. Felizmente no se producen tantos muertos como en el siglo pasado, pero las contradicciones se extendieron. Cuando fue la primera revolución industrial los revolucionarios franceses se atacaron todos entre sí, y terminaron en la guillotina, incluso Robespierre y el doctor Guillotin, que la promovió. Estamos en una etapa de ataques desenfrenados y superficiales entre dirigentes de la antigua elite que se terminarán destruyendo mutuamente. Sobrevivirán los que puedan entender el futuro imprevisible.
Fuente: Perfil
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