Lía y José Rafael
Antes de arribar al presente siglo, las artes venezolanas gozaban de un timbre universal como no pueden imaginar las nuevas generaciones. Quedan muy pocas piezas públicamente exhibidas, en pie, tras la devastación socialista y, apenas, la distintas rutas del metro de Caracas pueden exponer una que otra, deterioradas, embasuradas, y hasta ausentes, pues, alguien dirá que alguna vez existieron.
Punta del iceberg, en la estación del metro en Colegio de Ingenieros, Caracas, abre sus alas una escultura de Lía Bermúdez que ha adquirido el espeso polvo de la indiferencia, perdiendo color, por falta de mantenimiento, pero constituye un dato importante para el pasajero desinformado que la descubre como un oasis. Ella, ha fallecido esta semana en un país que ya parece banalizar la muerte.
Nuestra gastronomía adquirió un empuje inédito antes de acabarla Chávez Frías como un fenómeno de estos tiempos, deleitándose tan solo él y los suyos, añadido el sucesor y también los suyos, frente a los más variados y exquisitos platos. Se habla de la comida-chatarra, pero muy pocas de la mesa y de los expertos que la llevaron a los libros, periódicos y revistas, muchas veces con un aporte realmente creador.
Un ejemplo, José Rafael Lovera, quien hizo del paladar un motivo histórico y, por supuesto, también de inmediata satisfacción personal, destacando como un insigne investigador y, además, creador del Centro de Estudios Gastronómicos (CEGA). Él, ha fallecido esta semana en un país que ya no tiene para comer.
Nos valemos de una obra del maestro José ampos Biscardi para rendirle tributo a Lía, extendido a José Rafael. Y muy agradecidos por la inmensa contribución que ambos le hicieron al país.
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