De un mismo oficio
Preferiblemente ajena, hay quienes les contentan demasiado la muerte. La festejan como si bastara para que muera la inteligencia, creyéndola – así – intransmisible.
Días atrás, fallecieron Chelique Sarabia y Américo Martín, suscitando numerosos mensajes digitales; teniendo por común oficio el micrófono, se hicieron sentir a través de sus canciones y alocuciones. En uno y otro caso, hubo reconocimiento a sus trayectorias, pero también denostación de las más vulgares por razones políticas: el jingle para la campaña de Pérez y la insurrección armada de medio siglo y más, atrás.
Sentimos, con Martín hubo más saña y, por astronómicas que sean las diferencias políticas e ideológicas que suscite, mal haríamos en desconocer una trayectoria pública y un talante que después no encontramos con facilidad en la misma izquierda marxista. No fue santo de nuestra devoción, pero le seguimos y leímos al tratarse de un ineludible referente y, precisamente, porque sus denostadores post-mortem no lo hicieron y lo señalaron con tiempo suficiente, dispuestos al debate, es que luego se coló el contingente de una izquierda que ahora tratar de mata la inteligencia con la ayuda invalorable de una derecha tan fascista como los actuales amos del poder. No obstante, deseamos consignar una nota adicional, acaso, tarea para un texto más extenso en el futuro.
Chelique y Américo pertenecen a la particularísima década de los sesenta, alcanzando una muy temprana celebridad en la modesta sociedad que fuimos, probados en medios tan competitivos como contrastantes. En el caso de Sarabia, a quien conocimos hacia 2004 en nuestras constantes visitas al estado Anzoátegui, decididamente comprometido por la causa de la libertad en una entidad precursora del alacranismo, tenemos la impresión de una mayor expresión de duelo que en el de Simón Díaz, por ejemplo, cuyo fallecimiento ocurrió en febrero de 2014, en los inicios de las duras protestas ferozmente reprimidas; y, en el de Martín, cercano a las fórmula de la MUD-Frente Amplio, deslizaron por debajo de la puerta los denuestos, permitiéndonos recordar los improperios de Domingo Alberto Rangel de mayor talento que los necios de ahora, contra el joven dirigente que luchó clandestinamente contra Pérez Jiménez, fue preso, liderizó también la fundación del MIR, se enguerrilló y pacificó, parlamentarizó y hasta candidato presidencial fue después, apoyando a Pérez para 1988.
¿Cuáles fueron y son las circunstancias que hicieron y hacen protagonistas a ambos compositores, el musical y el político? ¿Cómo apreciarlos en la marea de la opinión pública tan contaminada por el poder de las puerilidades más insólitas? ¿La década en cuestión le dio un sello muy particular a ambos? ¿Cuáles venezolanos se reconocen en ellos? Y los impolutos, ¿alguna vez protestaron el ingreso del ladronazo de Guzmán Blanco al Panteón Nacional, por decisión de Chávez Frías?
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