Un venezolano de excepción: Rodolfo Saglimbeni

La prensa escrita de décadas muy atrás, deja constancia de la extraordinaria frecuencia de los conciertos sinfónicos celebrados en la ciudad capital, al menos. Y de la familiaridad adquirida con los grandes directores nacionales y extranjeros que de un modo u otro, aprendimos a percibir y a distinguir.
No recordamos la época exacta en la que Rodolfo Saglimbeni se nos hizo tan cercano, aunque no era fácil acudir al centro histórico de Caracas para apreciarlo al frente de la Sinfónica Municipal, dada las tensas y cobsabidas circunstancias políticas de la presente centuria. Por lo demás, la cada vez más precaria calidad de la transmisión de la Radio Nacional y su torpe programación ultraproselitista, sumada a las crecientes dificultades de la Emisora Cultural 97.7 FM, mermaban la posibilidad de escuchar al director en cuestión, probablemente desactualizada la producción de ambas emisoras.
Quizá otra y más decidida proyección nacional hubiese tenido Saglimbeni en la Venezuela que cultivaba y promovía decidida la música académica, agregada la libre prensa cultural. No obstante, por su irreprimible talento, fue conocido y contratado en el exterior, y, a par de las limitaciones propias del país que culturalmente retrocedía, se supo de él entre nosotros por obra de su clara vocación pedagógica ante el novedoso público.
Ha fallecido a principios de mes, el gran director. Recordamos por su talento, paciencia, modestia al también hijo de inmigrante que salió adelante en la Venezuela que era por siempre promisoria.
Y lo celebramos también porque integró ese elenco de venezolanos respetados que hicieron de la música, ejemplo vivo de ciudadanía. Paz a sus restos.
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