HASTA LUEGO VENEZUELA
Por Norma Pérez
@normaperez9
Una nublosa mañana de octubre, Alicia está en el balcón de su apartamento observando desde lo alto de Parque Central la belleza de la ciudad que la vio nacer, crecer y que hoy la vería marcharse sin un motivo para volver.
En medio de tanta nostalgia, decide dejar de añorar a la ruidosa Caracas que con un torrencial aguacero y clima frío, le dice adiós. Se aleja del balcón para observar en primer plano aquel viejo apartamento donde vivió locuras, amores y tristezas; ahora ya no hay rastros de aquellos recuerdos, solo quedan un montón de cajas amontonadas a un lado de la sala.
Ella sabe que no será la única en Maiquetía esa mañana con el motivo de irse a otro país, porque como ella, muchos se cansaron de luchar contra tanta injusticia, inseguridad y escasez. Aunque el corazón le duele, sabe que por ahora lo mejor es tomar ese avión que la lleva lejos de los tepuyes, del llano, del calor y de la sazón venezolana.
Con lágrimas en los ojos le dice chao a Venezuela, porque ya no resiste pasar horas en vela esperando que sus hijos lleguen sanos a casa; porque se cansó de estar asustada en una cola contando los minutos que faltan para que el semáforo esté en verde y pueda avanzar. Porque nunca quiere volver a sentir el miedo y la zozobra que vivió aquella semana que su esposo estuvo secuestrado.
Para Alicia, marcharse es haber perdido la lucha contra los males que atacan a su país, pero quedarse representa seguir viendo cómo los venezolanos se golpean en la asamblea, cómo discuten por una harina pan, cómo uno le quita la vida a otro por un celular, sin poder hacer nada.
Alicia se va esperando que algo ocurra, no solo con los gobernantes del país, sino con los ciudadanos porque ella sabe que el mal que sacude a Venezuela es la inhumanidad, lo grosero, lo descortés pero sobre todo, lo poco que le importa al venezolano el otro. Ella está clara que el país a donde va no es perfecto, pero espera que ahí la gente tenga el pequeño detalle de decir buenos días o que al menos la dejen abordar el metro sin empujones.
Sabe que no es fácil lo que va a vivir, sin embargo sube con paso firme al avión y pensando que algún día volverá a este hermoso país, que en algún momento valdrá la pena volver para recorrer sus calles, para compartir con su gente, para admirar cada uno de los detalles que lo vuelven único… Por ahora, solo le queda decir “hasta luego, Venezuela”.
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