Entrevista a Luis Enrique Belmonte (2da parte)
Lee la primera parte de esta entrevista aquí
Por Henyerson Angulo
@Heryens
Juan Carlos Linares
Luis Enrique Belmonte estudió medicina y posteriormente psiquiatría. Dejó a un lado a las ciencias para entrarse de lleno a la literatura. Hoy se destaca por ser uno de los poetas y narradores más influyentes en Venezuela. Antes que cualquier otra cosa se relacionó con la música, destacándose, usando sus propias palabras, como violinero.
Guayoyo en Letras tuvo el placer de conversar muy gratamente con este personaje de las letras.
G.L.: Tengo una experiencia qué contarte, yo te descubrí deambulando con unos amigos por la plaza Bolívar, tomando cocuy de penca, era un poema sobre los perros callejeros, ahí me invitaron a no quejarme… “tanto por el hambre: seguir buscando, siempre se encuentra algo» y a nunca rescindir de un viaje a la playa. Luego cuando llegamos por fin a una discoteca en la avenida Urdaneta me leyeron el poema sobre los antidepresivos al tiempo que me gritaban: -sí, te pueden estar apuñalando y te mantendrán contento. ¿Qué opinas sobre la literatura en la ciudad, es posible hacer de Caracas una ciudad habitable, con más espacio para la poesía y menos para la crónica roja?
L.E.B.: Primero me parece una feliz coincidencia de que hayas conocido mi poesía en esas circunstancias. Además la presencia del cocuy de penca es una bebida que debemos rescatar, es una bebida ancestral, una bebida que es muy espirituosa, en el mejor sentido de la palabra, es una bebida que tiene una gran capacidad para generar estados alterados de la mente positiva.
En cuanto a lo otro, sobre la crónica roja: las ciudades, las grandes megalópolis, México, Lima, Caracas, Los Ángeles, son ciudades que llevan una carga importante de criminalidad, independientemente de que unas tengan un pico más alto que otras; pero la experiencia que tú me estás contando, es la respuesta a la pregunta, o sea, ¿puede existir espacios para la poesía en Caracas?, sí, la experiencia que tú me estás contando lo corrobora. Una noche loca que empieza en la plaza Bolívar, tomando cocuy, perros callejeros, lectura, un espacio hostil, pero la poesía que llevas adentro o que descubres te resignifica ese espacio. Entonces yo creo que la poesía es una fuerza insurgente, cuando hablábamos de fuerza provocadora estábamos hablando de eso, de la insurgencia que lleva el acto de leer poesía, el acto de escribir poesía, el acto de brindar, de compartir poesía. Me estás hablando de una experiencia bellísima donde se combina el azar y la sincronía en torno a una cantidad de elementos: los perros callejeros, la poesía de un autor específico, el cocuy, la amistad; donde existan dos amigos parados en una esquina echándose los cuentos, o queriéndose, ahí existirá poesía. Estoy seguro de que en las peores circunstancias, la poesía como fuerza insurgente, que acude a los hombres para entusiasmarlo.
G.L.: ¿Qué opinas de esa necesidad que parece tener el escritor de aislarse, de partir de la ciudad? Hay tantísimas personas en este mundo que esperan algo de los demás, no obstante, existe esa figura del escritor que se necesita el aislamiento. Tú hiciste un viaje por un tiempo a la Gran Sabana, solo. ¿Qué salió de ahí?
L.E.B.: Yo creo que esa es la eterna fantasía de todo escritor. Yo me fui a la Gran Sabana unos meses. Y sí, es la eterna fantasía de estar en ese famoso espacio, el famoso tiempo. Una de las cosas más cruentas de la supervivencia como escritor es la lucha por el tiempo, por tener mucho tiempo, para escribir necesitas mucho tiempo, incluso necesitas mucho tiempo para holgazanear. Cuando me dicen: “¿qué le recomiendas tú a un escritor?”, que duerma mucho, le contesto. Dormir, en el sentido más metafórico de la palabra, está relacionado con los sueños.
Para llegar a algo concreto, para generar un artefacto, realmente tienes que hacer un proceso muy tortuoso, donde se desatan ciertas neurosis complicadas, pero es cierto que eso no es lo único que hace un escritor. Un escritor no solamente escribe. La escritura es algo que va más allá de la transcripción, la escritura es una cosa que tiene que ver con dormir, con soñar, con holgazanear, con equivocarse, con perderse, con el extraviarse, con estar pendiente del azar, de estar consciente de la fuerza importante para nuestra vida que representa el azar, que está muy relacionado con el absurdo también.
Y sí, hay una etapa dentro de todo este proceso de la escritura, que es la holgazanería. Yo la defiendo mucho, porque el ocio, el derecho al ocio que todo ser humano tiene, porque es un derecho, solamente en esos estados de distinción, de atención flotante, de que se supone que no le estás parando a nada pero que al mismo tiempo tienes la condición perdida, esos estados son muy productivos a nivel inconsciente. También eso se puede mal interpretar, por eso la mala fama del escritor.
Yo me fui a la Gran Sabana; estaba muchos años buscando un espacio para un proyecto literario que tenía y que tengo y que ya estoy terminando, porque me resultaba muy difícil, la vida cotidiana tiene muchas interrupciones: un simple mensaje ya te saca, o un correo, o una llamada, o una alarma, o que tienes que apagar la cafetera, o sea, una cantidad de cosas. En fin, yo fui a ese sueño idílico de todo escritor, y te digo sinceramente que el tiempo que estuve ahí fue más el tiempo que pasé pensando en el proyecto que escribiéndolo, entre otras cosas porque se me dañó la computadora llegando; tuve que volver otra vez a la libreta y pasé mucho tiempo como en un estado de suspensión, de pensar. Tampoco eso puede ser una excusa, el no escribir porque no hay condiciones, no hay un mar enfrente, una montaña; se escribe en los intersticios, entre una faena y otra; en ese sentido yo rescato la supervivencia que debe tener un escritor, de resistencia, de buscar el espacio donde sea, porque son resquicios. No se puede escribir sin resistir, sin supervivir. El mismo Lezama Lima decía que solo lo difícil es estimulante, solo lo que te cuesta. Además de que todo lo que se conjura en contra del escritor se siente como que hay un mundo externo que amenaza su tranquilidad interna para escribir, y luchas por eso, pero al mismo tiempo sabes que es imposible; siempre va a haber imperfección, siempre va a haber problema. La virtud de todo esto está para sacarle provecho.
G.L.: ¿Cómo haces, poeta, para contestar sin contemplaciones a los traumas existenciales?
L.E.B.: Siempre nos inculcan que debemos luchar contra los traumas, para superarlos. Uno tiene que aprender a vivir con los traumas, porque realmente los traumas son los que conforman la personalidad de la gente. Una persona que no tenga traumas, debe ser una persona lo más parecido a una oruga, incluso menos.
Hace poco estaba escribiendo un estudio de investigación sobre los traumas que puede tener una lechuga atada para siempre en la tierra. Tienen sus traumas, son amenazadas por plagas, por gusanos, por caracoles, y no se pueden mover. Eso es un trauma. Creo que no se entendió mucho (risas), pero mejor déjenlo así, la idea es confundir.
G.L.: ¿Cómo relacionas la música con la poesía? Tocas violín. Se puede vislumbrar cierta relación entre el violín -como instrumento solista, melódico, que sobresale de la orquesta- con el acto de escribir.
L.E.B.: Mi relación con la música es desde muy niño, de hecho, primero fui músico antes que cualquier otra cosa. Con el tiempo me fui alejando de la concepción estelar de la música: el violinista, el demostrar ser el mejor. Con el tiempo me he dado cuenta que la música tiene un sentido más colectivo y también un sentido de exploración y sobre todo de celebración humana; entonces me fui decantando, me fui echando a perder musicalmente, por decirlo de alguna manera, y con el tiempo terminé siendo violinero: el que toca pa’ los amigos, el que toca cuando está emparrandado.
Entonces yo creo que ahí sí hay un poco más de relación, cosa que incluso pasa con el poeta, porque el poeta no necesariamente sobre sale, la gente no quiere ser poeta para ser famoso, para sobresalir, me parece la cosa más absurda pensar que eso puede ser así. Es mejor, en ese caso, ser vendedor de seguros, meterse en el circo de los Hermanos Valentinos, ese no es el sentido de la poesía: sobresalir. El poeta no puede ser una estrella de la sociedad, en todo caso un estrellado por la sociedad (risas), pero no una estrella.
G.L.: Esta pregunta tan cliché no estaba programada, pero es necesaria ahora: ¿para qué escribes?
L.E.B.: Yo venía pensando: “me van a preguntar que para qué escribo, ¿qué digo, qué digo?” (Risas). Yo creo que básicamente por resistencia, o sea, si hay una palabra que define la pulsión mía de escribir es resistencia. Me resisto al tiempo, me resisto a las reglas, me resisto a la vida organizada, me resisto a no reconocer la importancia que tiene la imaginación. Para mí la escritura es como un bastión de la imaginación, de preservar esas cosas que son valores que para mí son vitales. Creo que es por resistencia y supervivencia que escribo.
G.L.: ¿Qué significado tiene para ti la voz de la gente: sus crónicas, sus cuitas, sus conversaciones cotidianas?
L.E.B.: Gran significado, es el magma de lo que se nutre todo trabajo. La literatura es comunicación, y es comunicación con la gente y para la gente. La literatura está hecha de todo. Un libro, cada vez lo pienso más, por más que lo firme un autor, un libro siempre es un hecho colectivo, porque ese autor seguramente vampirizó lo que tenía alrededor, escuchó sus cuitas, los observó, los radiografió, los escaneó. Esas historias que estaban ahí, que no tenía forma vinieron adquiriendo formas por obra de un artesano. Yo creo que los grandes libros de la modernidad lo demuestran, que son cada vez más entendidos como un hecho colectivo. El Quijote es eso, Cervantes fue un intermediario, El Quijote es de todos; la poesía de Vallejo también.
G.L.: ¿Cómo va a influir en tu obra el hecho de ser un escritor tan celebrado últimamente por la crítica?
L.E.B.: Yo creo que no mucho, no ha influido para nada. Sencillamente yo no me lo creo, yo como cualquier otro escritor, como cualquier otro poeta estoy sometido por una insatisfacción constante. Yo ni puedo leer lo que yo mismo escribo, no puedo acceder a ello una vez escrito.
Una de las cosas más difíciles para un escritor es, primero la amenaza de que te puedas quedar hasta paralizado, de que se te seque el caño, y no puedas escribir, ese es un fantasma que ronda ahí; pero otra de las grandes amenazas es sobre todo la tensión de la academia, en estallidos, porque uno se está formando, la academia y la crítica busca desesperadamente un objeto de adoración para justificar sus presupuestos, sus oficinas y sus papeleos. Lamentablemente a veces están desesperadamente buscando un pardillo que se pueda prestar para eso. Y bueno, el ego que todos tenemos nos hace enceguecer y nos dejamos llevar por eso, pero realmente esa podría ser una de las cosas más difíciles: cómo no dejarse sorprender ni maltratar por la academia.
G.L.: Los sueños, poeta, ¿para qué te sirven? Los sueños como experiencia onírica y como horizonte personal y colectivo.
L.E.B.: Bueno, como horizonte personal puedo hablar muy bien de los sueños porque duermo mucho, me gusta mucho dormir, y me gusta dormir mucho porque precisamente me conecta con las figuras del inconsciente, con sensaciones, visiones, con cosas extrañas que me gustan mucho. Ahora, el sueño como estado onírico, pero más que onírico, me gusta más una palabra que a lo mejor va a sonar feo: oniroides, estados oniroides; no sé si existe… bueno, en psiquiatría existe. Para acceder a los estado oníricos no necesariamente se tiene que estar dormido, tú puedes acceder a los estado oníricos, a los estados de percepción alterada, a través de estar consciente de cómo van sucediendo esos eventos en la vida cotidiana, es decir, hay estados hipnagógicos y también estados hipnopómpicos. Un estado hipnagógico es aquel estado que precede al sueño, al dormir, son estado en que uno está como en duermevela, que te pueden pasar en cualquier momento: en un carrito, en el metro, incluso en estados supuestamente de vigilia, que de repente escuchaste una cosa, se te ocurrió una idea, pasó una imagen. Allí hay una gran riqueza para mí, en esos estados, porque son formas de acceder a los estados de la imaginación. Entonces en esos estados puede haber presentimientos, puede haber sensaciones que no necesariamente cristalizan en una imagen. Eso es muy interesante como forma de explorar.
Los estado hipnopómpicos, son los estados en los que uno está cuando sale del sueño, que uno cuando se despierta en la mañana, que son como las 5 o a la hora que uno se despierte, esos cinco minuticos que uno pasa en la cama, o diez minuticos, empiezan a fluir una cantidad de imágenes, surge el sueño lúcido, la capacidad de tener esa consciencia de vigilia en medio del sueño, en medio de lo onírico. Con el tiempo uno se pone como más atento a ese tipo de estados. Es una cosa muy humana, es algo de la mente, que a veces se ven cosas; entonces, claro, como la mente es tan pragmática, olvídalo, sigue con la normalidad: a buscar el café, a alistarte, etcétera.
A esos estados se les puede llegar por vía natural, pero también hay una tradición de la psicofarmacología que puede ayudar; el vino pone contenta a la gente, puede llegar a abrir canales perceptivos para generar esos estados. Los sueños son parte de nuestra realidad, no siempre son dos planos, porque tenemos la tendencia de pensar que el sueño está en un plano y la realidad en otro, realmente no es así. De hecho, no hay sólo dos planos, hay mucho: el plano del azar, el plano del absurdo, el plano del terror, del horror, que son cosas muy importantes. La paranoia, que bueno, todo narciso es paranoico, porque su lamentablemente su laboratorio es el mismo: él recoge muestras del mundo exterior y las lleva a su laboratorio y ahí empieza hasta que se quema, o hasta que el ensayo se le rompa. Es paranoico porque el poeta vive de la presión flotante, o sea, vive de lo que se pueda escuchar más allá de las paredes, y eso forma parte del proceso de la creación.
Todo esto está: el azar, el absurdo, el sueño, el fastidio.
G.L.: Juan Carlos escribió este poema: ¿con cuál de estos tipos de poetas te identificas?
Tipos de poetas
El poeta detective / Pregunta a las palabras / Su búsqueda / Aquel verso escondido que nadie ha visto / Pero sin embargo existe
El poeta botánico / Clasifica por familia y genero cada verso / Sabe las propiedades de cada palabra / Y sus combinaciones posibles con otras
Hay palabras: Curativas / Venenosas / Somníferas / Pegajosas / Narcóticas / Amorosas / Orgásmicas / Transcendentes / Inútiles / Dramáticas / Y aquellas palabras taxonómicas / Que son todo y nada
El poeta chamán / Drogado por el éxtasis de la letra / Nombra: Al tigre / Al conejo / A la hormiga / Al perro / Y se convierte en ellos / Sabe como poetizar siendo cada uno por separado y siendo todos por igual / Así es el poeta chamán como taumaturgo.
El poeta guerrillero / Agazapado en el monte / Cavilando sobre aquel verso / Que derrumbe / el imperio inexpugnable de los poetas poetas
El poeta anarquista / Sabe el poder coercitivo e impositivo del lenguaje / Se niega a hablar y escribir / Piensa: Suficiente poder tienen sobre mí para que esta fuerza omnipotente me domine / El poeta encerrado en su despacho
Crea la calle con palabras y cree que es real
El poeta doctor / Conoce al organismo lenguaje / Le estudia / Y cuando se enferma / Le cura
El poeta poeta que se jacta de ser POETA
El poeta militante / Intenta por todo medio / Transformar las condiciones enajenantes del lenguaje / Cuando su lógica de poetizar / Corresponde a una situación alienante
El poeta heterogéneo / Toma de aquí y allá / Arma un bricolaje / Es uno y es todo
El poeta pop / Enciende un cigarro / Se pone a pensar y nada más / Parece un monumento. / Vanguardia de la incoherencia y el exceso del gusto
El poeta manco y mudo dice: …
L.E.B.: Excelente poeta, me gustó mucho, la verdad. Y bueno, me identifico con todos y con ninguno (risas). Me gusta el poeta como detective, el poeta botánico, el doctor no me gusta, ese es un tipo que está en la academia. Me identifico con el poeta detective, el anarquista, el guerrillero y sobre todo el heterogéneo.