El mito de la soberanía popular…
Por Juan Francisco Morales
@AmadisdeG50
Para sostener la afirmación de la soberanía popular, se tergiversan todos los conceptos sociales que son obstáculo para ella, se arma una cadena de falsedades y ficciones, y hasta se erige una torre de engaños. Siendo un mito de índole político, constituye una arraigada polémica en el plano de la vida social.
Con frecuencia escuchamos decir: “El Pueblo es el Soberano”, pero luego del sufragio, pareciera que fallece tal preponderancia. Los mandatarios electos actúan como mandantes, olvidan sus promesas electorales, incumplen con sus obligaciones constitucionales y finalmente se convierten en dictadores.
A diferencia del principio de soberanía nacional que constituye el reconocimiento del derecho exclusivo y universal del Estado, la soberanía popular queda relegada. En un sistema de gobierno o un gobierno establecido sobre la base del sufragio popular y caracterizado por la intervención o participación de todos o de la mayoría de sus miembros, pierde su esencia democrática y su legitimidad de origen al momento en que se impone la voluntad de uno o de varios.
El mito de la soberanía popular es la causa decisiva de los trastornos sociales, no daremos en el clavo mientras no se advierta y se haga saber, que la causa primigenia de la dislocación social de nuestros tiempos reside en tan ansiada creencia. Según algunos críticos, la soberanía popular no tiene entidad, es un concepto abstracto y la ejerce exclusivamente quien detenta el poder.
En el caso venezolano, la Constitución establece los mecanismos de participación y protagonismo para que el pueblo ejerza su soberanía, como es el caso de la elección de cargos públicos, el referendo, la consulta popular, la revocatoria del mandato, la constituyente, el cabildo abierto y las asambleas de ciudadanos. En los últimos 15 años, hemos constatado que esos medios no han dado resultado, ni mucho menos garantía de procesos libres, justos y transparentes; por el contrario, todo tipo de consultas han sido orquestadas a beneficio de quienes ejercen el poder por la fuerza. La soberanía popular quedo relegada sólo como principio teórico proveniente de los tiempos de Locke, Montesquieu y Rousseau.
¿Qué debemos hacer frente a semejante desafío? Lo primero es entender que luego de un día de sufragio las cartas ya estarán echadas y después no habrá tiempo para lamentos. Lo segundo es intentar escoger a nuestros representantes en base a su liderazgo, valores, formación, capacidades y experiencias, y en tercer lugar, armarse del valor necesario para aceptar que en todo tipo de comicios, se corre el riesgo de enfrentarse a unas autoridades electorales secuestradas por el poder. Jamás quedará tiempo para el guabineo y las equivocaciones, se sufraga un solo día y el resto del período, o se come o se pasa hambre.
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