Lo que me incomoda de la moda (2da parte)

Por Glenda Morales

@glenda_morales

 

 

 

Es comprensible que en este proceso de imitación nos paseemos por varios espectros. Unos profundos como imitar acciones altruistas e inteligentes, valores y principios; y otros no tanto, que sirven sólo para entretenernos, como la moda en general. Ambos extremos forman parte del adaptarnos socialmente.

 

Pienso yo y creo que ustedes estarán de acuerdo, en que la cuestión no radica en lo qué se hace, sino en cómo se hace y cuántos lo hacen. Porque evidentemente todos tenemos libre albedrío, y el no provocar daño a nadie incluso a nosotros mismos, por lo menos no voluntariamente, nos hace dueños de esa libertad.

 

Recapitulando en que está demostrado que la presión de los grupos anula la iniciativa propia, siempre existirán algunos clanes que adopten hábitos o manías superfluas y extravagantes. Podemos citar como ejemplo esa tendencia llamada byojaku face que practican en Japón por medio de la cual las chicas aprenden a maquillarse para verse enfermas, tristes o feas, con el fin de generar compasión. Este tipo de prácticas resulta inquietante, pero relativamente inofensiva, más que todo porque no causa daño directo a nadie. Hasta que sus parámetros cambien.

 

La alarma salta cuando estas conductas que no aportan nada, o resultan en saldo negativo para la sociedad, comienzan a ser repetidas por un volumen importante de individuos.

 

Tal como sucede con el exceso de violencia programada en los reality show, donde predominan las ofensas y los exabruptos de toda clase, porque es lo que dispara el rating; o en las tribunas de los estadios cuando el equipo pierde y el resultado da más muertos que goles, por ejemplo; o en Twitter y en las distintas redes sociales donde el hecho de no mostrar la cara da permiso al usuario para escribir lo que le da la gana provocando monólogos bilaterales y quitadera de pajitas falsas. En la pésima dicción y ortografía colectiva. Lo vemos en los desfalcos de las instituciones públicas, ejecutados no sólo los directivos de altos cargos, sino por los mismos empleados que creen que como no es a punta de pistola, saltarse la ley de contrataciones para beneficiarse con una licitación, no es robar, sólo por nombrar un caso. Hay que citar el hampa en general como medio de ingreso y no para sobrevivir precisamente. En el aumento de cirugías plásticas con el fin de salir bellos en las selfies tomadas hasta en el baño de un hospital, aun conscientes de que es allí donde pueden terminar. En el insólito caso de gente que se roba tus ideas y tus frases y te las repite a ti mismo. En los que redecoran su casa después de que visitan la tuya, y se compran tu misma ropa como si tú y tus creaciones fueran un catálogo gratis online. Lo observamos en el furtivo carnaval en el que se convirtieron los cementerios, cosidos y descosidos con plomo y caña, mientras las tumbas yacen apuñaladas de molinillos de foami. En cómo cada vez te arriesgas a salir herido si miras mal o tropiezas a alguien. En los fanáticos, políticos y religiosos que a veces desconocen qué significan sus consignas y su bisutería simbólica, que desde hace rato secuestraron el Estado Laico.

 

Es posible que nuestro centésimo mono llevara una hojilla en la mano y que la masa pasó a ser crítica, no por importante sino por amenazante.

Será que estamos dejando de querer ser grandes, para sólo aspirar a ser igual, porque el hecho de resaltar nos paraliza. ¿Por qué el temor, si la personalidad que fingen para lograr adaptación es más bien la de pendenciero y combatiente?

 

Más acá de la socialización, pareciera que lo que necesitamos es que nos reconozcan los demás. Mientras que más allá, irónicamente al hecho de que somos seres sociables, pienso que el ser humano fue creado para demostrarse que puede hacer lo que se proponga, solo o acompañado, si descubre quién es individualmente. Siendo fiel a sus emociones y pensamientos, únicos de acuerdo a su marco referencial. Como si estos fuesen la huella dactilar de su alma. Reconociéndose el mismo. Entonces por qué perder tiempo copiando patrones innecesarios y que se salen de nuestro orden natural, en vez de crear proyectos originales y entender de una vez por todas que nacimos para imitar la idea de tener un proyecto y no para plagiar el proyecto.

 

Lamentablemente, atravesamos por un morboso status quo afectivo y humanitario, donde los beneficios y las consecuencias ya no son considerados como factores imprescindibles al momento de tomar una decisión importante o banal.

 

Detrás del umbral de nuestros ojos, mucho más adentro, hay órganos que piden a gritos ser involucrados cuando miramos algo a lo que aspiramos. Hay un cerebro que nos va a hacer racionalizar si es bueno o es malo; hay un corazón al que no le va importar si es malo; y hay siete metros de intestinos que al saltar te indicaran que estas en TU lugar correcto, así te encuentres con un barranco. Pero es tu lugar tu experiencia y tu momento. Del que aprenderás para mejorar.

 

Asumamos que si queremos hacer el ridículo, que por lo menos eso sea una resolución que nos haga feliz. Que todo en tu vida dependa de que lo quieras porque lo quieres y no porque lo quiera tu compadre. Admitamos que en cualquier época, si le pasas la foto de tu vagina a un hombre que no conoces, posiblemente ese hombre no te va a respetar, en dado caso de que sea respeto lo que esperes; y que si te saltas el delicado preámbulo del idilio, irremediablemente vas a tener que ofrecerle algo más para equilibrar el sistema sabio de la existencia. Debemos comprender que definitivamente cada paso dado tiene una secuela sustancial histórica que puede afectar a millones si así lo requiere el caso. Que escoger un Presidente no es lo mismo que afeitarse un sobaco.

 

A mí lo que me incomoda de la moda es que a veces no sea moda sino una vulgar excusa para no pensar, mucho menos sentir; y así terminar atribuyéndose triunfos o atributos ajenos sin menor esfuerzo o simplemente para acabar convirtiéndose en un extraño ser vacío y deforme, confeccionado con retazos de otros.

 

Yo voy a seguir aquí observando y esperando que los seudo funcionarios que andan por allí con transmisor portátil no estén recibiendo la orden confidencial de acabar con los escritores o con los que continuemos usando el teléfono de forma normal.

 

Me enriquecerán sus comentarios…

 

 

Primera parte de este artículo: Lo que me incomoda de la moda (1era parte)

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