La falsa antipolítica
Por Alfredo Yánez Mondragón
@incisos
A muchos voceros políticos les gusta hablar de los peligros de la antipolítica. En ese concepto antagónico enmarcan a todos aquellos que piensan distinto a sus intereses; aunque sean esos intereses, los principales propulsores de la antipatía por la vida militante en organizaciones sistémicas de andadura pública. A ellos hay que decirles que lo que se cuece en Venezuela, desde hace mucho no es antipolítica. Es un concepto, y un sentimiento, superior.
Por obra de la vorágine nacional y su multitud de efectos secundarios, el país se politizó en grado superlativo; pero por esa misma vorágine, se deslastró de los aparatos de reparto, de las estructuras burocráticas, de los “liderazgos” de escritorio y videocámaras. Entonces la sociedad se apertrechó en una política de sentido común que se contrapone a posturas que privilegian ambiciones individuales.
Solo una relación conceptual de esta naturaleza puede explicar las razones por las cuales el descontento con las prácticas gubernamentales y sus ejecutores no se traduce en mayor apoyo popular a quienes dicen oponerse.
El país está politizado, pero no encuentra representación genuina en sus referentes político- partidistas. El partido; antes motor de encuentro social y promotor de crecimiento gremial, estratégico y social; hoy ha devenido en estímulo para la burocracia y propiciador de cargos que redundan en privilegios.
Lo que circunda a la selección de candidatos para la elección de la próxima Asamblea Nacional es un ejemplo vivo de esta realidad. Los temas del país hacen cola frente al despacho de los candidatos; entretenidos en una agenda que no se comparte con la gente; porque mientras los ciudadanos buscan pan, harina, azúcar o café, los político-militantes, buscan votos.
Es un dilema gigantesco, porque nunca antes las proyecciones habían favorecido tanto a la alternativa; pero tampoco antes había quedado tan clara la similitud entre unos mercaderes y los otros; porque ambos demuestran la indiferencia frente las necesidades de sus electores.
El chantaje, evidente de unos y otros, será el que determine la realidad el día de las votaciones; en las que una vez más millones de venezolanos acudirán a votar; pero por obra de la política de partidos; no podrán elegir, ni mucho menos decidir.
La transformación que se persigue; implica incluso; que los partidos políticos se fortalezcan y asuman la responsabilidad social que les corresponde; que es bastante más que postular candidatos a cargos de elección popular y acusar a quienes exigen de “antipolíticos”.
Se habla mucho también del cambio de modelo; pero solo se mira hacia afuera; como si lo que se padece en la sociedad, no tuviera en la falta de introspección partidista, una buena dosis de causa.
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