En defensa a Heidegger
Por L.J Tang
Me veo compelido a escribir esta corta defensa en honor al Maestro Heidegger en respuesta al artículo “Izquierda arrepentida” de Jorge Flores Riofrio.
El mero hecho de simplificar el término socialista para abarcar los romances filosóficos y políticos de Heidegger, Dieterich y Chomsky raya en lo burdo, o cuanto menos -para evitar ser demasiado duros- evidencia un desconocimiento profundo del motor intelectual, emocional y espiritual del magno filósofo germánico.
Socialismo en el entender nacionalsocialista era un retorno a las raíces proto-estatales, una vuelta a la comunión tribal, la entrega abnegada del ser hacia la supervivencia de la estirpe racial, ejemplificada en el constructo intelecto-espiritual de Blut und Boden (Sangre y Suelo). No nos referimos aquí al socialismo súper estructuralista marxista movido por el resentimiento de una clase para con otra, sino en la armoniosa unión de todos los elementos nacionales por el supremo bien de la Gran Tribu.
Por supuesto, que esto no se vea como una defensa a la ideología nacionalsocialista en su base eminentemente materialista, si consideramos la supeditación del elemento espiritual al biológico, sino más bien como el necesario entendimiento de las diferencias esenciales entre dos visiones diferentes de un mismo término. Hitler después de todo quiso arrebatarles a los socialistas-comunistas sus banderas, les quito el color rojo, les quito los mítines en las fábricas y terminó arrebatándoles y transformando la esencia de su base doctrinaria, sustituyendo la lucha de clases por una lucha racial en la cual todo el pueblo, sin importar su procedencia, se concatenaba a través del elemento biológico.
Heidegger por su parte direccionó toda su vida a la búsqueda del Ser, persiguiéndolo tan incansablemente como Parsifal al Santo Grial; ver este nuevo movimiento que con su marcada característica volkish revitalizaba un sentimiento puramente germánico, fue sin duda resonante para su pensamiento ontológico.
La necesidad del pueblo alemán de encontrar su lugar en el mundo, pasado el desastre de la Primera Guerra y la defenestración de su tradición imperial y prusiana -recordemos que Prusia comenzó a morir mucho antes de la Segunda Guerra Mundial- inicio su extinción con el exilio del Káiser y solo permaneció en una elite Junker moribunda, apegada al pasado y en la bucólica casta militar; sin duda alguna hizo vibrar al filósofo de Messkirch quien en su concepción del Dasein entendía que la visualización de la mera existencia por existir, sin propósito, experimentación ni interacción con lo externo, era tan solo un vacío caustico que lleva al hombre a una no-existencia.
El pueblo alemán se encontraba en la búsqueda de ese Dasein perdido y Heidegger entendía que era el momento cumbre de visualizar aquel ideal metafísico que era el centro de su pensamiento, un ideal que vio reflejado perfectamente en el Nacionalsocialismo, no por la ideología en sí misma, no por perseguir ciegamente un constructo antinómico como Dieterich o Chomsky; sino por el impulso trascendental que le daba, sin estar la cúpula política plenamente consciente, a los alemanes.
Es de esta forma que Heidegger mismo trasciende al nacionalsocialismo y lo ve únicamente como el instrumento circunstancial de la formulación de una nueva identidad para el pueblo. Esto se ejemplifica brillantemente en su discurso de toma de posesión del rectorado en la Universidad de Friburgo en 1933:
La primera vinculación es con la comunidad nacional, y obliga a participar, compartiéndolos y coejerciéndolos, en los esfuerzos, anhelos y capacidades de todos los miembros y estamentos de la nación. Esta vinculación se afianzará en adelante y arraigará en la existencia estudiantil mediante el servicio del trabajo.
La segunda vinculación es con el honor y el destino de la nación entre los demás pueblos, y exige la disposición -afirmada en el saber y poder, y adiestrada por la disciplina- de entregarse hasta el límite. Esta vinculación abarcará y atravesará en el futuro la entera existencia estudiantil como servicio de las armas.
La tercera vinculación del estudiantado es con la misión espiritual del pueblo alemán. Este pueblo forja su destino colocando su historia en medio de la manifiesta hegemonía de los poderes de la existencia humana que configuran el mundo y luchando, una y otra vez, por conseguir su mundo espiritual.
El hombre vive en su interacción con el resto del mundo, es lo que le da sentido; no es solo un animal político sino un animal social, pero incluso tal interacción es en sí misma vacua si no tiene tras sí un anhelo existencialista profundo que le permita incluso adaptarse o cambiar su realidad.
Heidegger fue un hombre de su tiempo y así hiera susceptibilidades el nacionalsocialismo fue la doctrina del espacio-tiempo alemán en ese momento histórico crucial, fue una doctrina tradicional porque se alimentó de la idiosincrasia germánica atavistica y tremendamente moderno y revolucionario, porque con la mera fuerza de voluntad intentó moldear un nuevo mundo. Fue esa unión de pasado estabilizador y futuro producto de impulso y acción, una motivación más para Heidegger a unirse al Partido Nacionalsocialista.
Pero el maestro no se mantuvo embelesado con el régimen y cuando vio en el mismo la exaltación de ese destino fatídico -ese Götterdämmerung apocalíptico- ejemplificado en la lucha racial final, claramente comprendió que el movimiento nacionalsocialista en verdad no era la última respuesta en la consecución del Dasein alemán o, por inspiración, global.
El filósofo teutón, a diferencia de lo afirmado por Flores Riofrio, no tenía ambiciones políticas sino eminentemente existencialistas, renunció al rectorado por propia voluntad, dejó que su idealismo lo guiara, pero jaló la cadena cuando vio hacia donde Hitler direccionaba el ethos del compromiso inicial con el pueblo. Fue vilipendiado por los ganadores y por aquellos que quisieron señalar sin interiorizar, pero no fue un mártir intelectual, victimizarlo será vergonzoso a su memoria; fue un hombre digno y consecuente a su pensar.
Mantuvo esencialmente sus bases y continúo con su incasable formulación de la verdadera existencia del Ser gracias a su lugar en el mundo y su respuesta a las reacciones externas a su propia condición, siendo realmente un filósofo hasta el último día de su vida. Tal vez su Dasein era la búsqueda misma, como el Primer Arcano cuyos vaivenes mercuriales son la razón misma de su manifestación.
Heidegger trascendió al nacionalsocialismo y por eso lo sobrevivió.
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