La oposición y sus amores no correspondidos
Por John Manuel Silva
@johnmanuelsilva
Si hay algo insoportable en el mundo son esas personas que se enamoran solas y nunca entienden que su sentimiento no es correspondido. Se trata de gente que en un principio inspira ternura, tal vez porque los románticos siempre nos despiertan admiración por su empecinamiento; pero que al final resultan molestos y hasta lastimosos. La distorsión que al enamoradizo solitario le genera su sentimiento no correspondido, suele llevarlo a nunca aceptar un no como respuesta, y a ver señales confusas donde siempre hubo signos claros de rechazo.
Hace días; cuando Michelle Bachelet se negó a recibir a Mitzy Capriles y Lilian Tintori, cuando éstas le pidieron un breve encuentro durante su visita a Chile para hablarle de la situación de sus esposos, presos políticos del chavismo; se me ocurrió que en la oposición sufrimos un síndrome similar al del enamorado rechazado. Porque aquel fue el último episodio de una larga lista de desprecios y desplantes a los que la izquierda latinoamericana ha sometido a la oposición venezolana. Una oposición que ha insistido, al menos la mayor parte de ella, en que la actual mandataria chilena, el anterior presidente brasilero, Lula da Silva, y el uruguayo José Mujica son el ejemplo a seguir para nuestro país.
Si una idea falsa se ha impuesto en los años que llevamos padeciendo al chavismo, es la de que el chavismo no es de izquierda. Esta idea, surgida de intelectuales, políticos y otras figuras opositoras, quienes han insistido que el chavismo tiene rasgos diferentes a lo que se considera de izquierda. Esto, sobra decirlo, es un despropósito histórico; puesto que el chavismo no solo es de izquierda, sino que encarna a la izquierda más ortodoxa, radical, trasnochada y retrógrada que existe y que, de hecho, fue defendida durante mucho tiempo por esos mismos intelectuales y políticos, algunos de los cuales apoyaron al chavismo hasta hace pocos años.
Pero como admitir que el chavismo en sus rasgos más desagradables —estatismo, expropiaciones, control social, militarismo, corrupción, homofobia, represión, aumento de la pobreza, personalismo— representa lo peor de ese pensamiento caduco, sería admitir que las ideas socialistas son y siempre han sido un fracaso; estos personajes han insistido una y otra vez en que no, que este horror no es la izquierda verdadera, aunque seamos los mejores aliados de los Castro, aunque el Partido Comunista de Venezuela sea el único partido que ha acompañado al gobierno desde sus inicios, aunque el Plan de Patria haya dibujado una clara e inconfundible política económica inspirada en las grandes líneas de pensamiento marxista, en fin, aunque la realidad sea incuestionable.
La llegada de los “buenos”
El ascenso de Lula da Silva a la presidencia de Brasil en 2003 le permitió a ese sector de la oposición al chavismo, elaborar un discurso falso e hipócrita, amén de negador del más elemental sentido común, según el cual la verdadera izquierda se caracteriza por su amor a la democracia, su tolerancia, su civilidad, su desarrollo. Tal vez el estilo discursivo de los izquierdistas “buenos”, alejados de la retórica encendida de un Hugo Chávez, digno hijo del General Noriega en eso de arengar a las masas con pasión, fue el punch mediático perfecto para poder sostener la siguiente patraña discursiva: “Miren, los verdaderos izquierdistas hablan bonito y son civiles, no se visten de militares para salir a pegar gritos en televisión contra la oligarquía. Ellos hablan de educación gratuita, de salud para todos, de justicia”. Desde allí, hasta el advenimiento massmediático de la figura de José “El Pepe” Mujica en Uruguay, se ha transitado un camino similar al del enamoradizo del que hablaba al principio de esta parrafada.
Y al igual que el enamoradizo, la oposición izquierdista y bienpensante de Venezuela ha visto como los objetos de sus afectos en América Latina, los han rechazado de forma sistemática, una y otra vez. La propia Bachelet se rehusó en su momento a recibir al moderado Henrique Capriles, cuando éste visitó Chile, donde fue objeto de toda clase de desplantes por parte de toda la izquierda de ese país, que ni por un asunto de mera educación quiso recibir al entonces candidato presidencial por la MUD. Lo mismo pasó con Lula da Silva, que nunca quiso recibir a un solo opositor, ni por unos minutos al menos. Tampoco quiso el celebérrimo Pepe Mujica, personaje que despertaba toda clase de ridículas pasiones entre ciertos pensadores opositores que caían rendidos ante sus mediatizados gestos “humildes”, y del que lo único que se escuchó decir de cara a Venezuela fue aquella rocambolesca teoría de un “golpe de izquierdas” que estaría a punto de sufrir el gobierno de Maduro. Ninguno de los buenos izquierdistas se animó tan siquiera a estrechar la mano de algún opositor venezolano.
Por el contrario, si algo ha definido a la izquierda latinoamericana respecto a Venezuela, es la indiferencia. Y más que indiferencia, una verdadera insensibilidad y apatía a la hora de calificar de forma firme e inequívoca los brutales atropellos a los Derechos Humanos, la democracia y la dignidad en Venezuela. Si algo ha quedado claro es que la izquierda latinoamericana, supuestamente distinta a la encarnada por el chavismo, no parece estar dispuesta a apoyar a los venezolanos en su lucha por restaurar el sistema democrático, e incluso, ni siquiera pretenden honrar sus compromisos con los Derechos Humanos en los organismos multilaterales de los que son parte.
Ante tanto desprecio, uno juraría que ya a estas alturas los admiradores de estos supuestos demócratas de izquierda ya están dispuestos a admitir que esa izquierda no corresponde la admiración que por acá muchos sienten hacia ella. También deberían estar dispuestos a admitir que un análisis medianamente objetivo de sus gobiernos revela que sus gestiones no han sido nada positivas, a la luz de la escandalosa corrupción del gobierno de Lula y del de su sucesora Dilma Rousseff, o del gigantesco déficit fiscal que el humildísimo Mujica le dejó como herencia a los uruguayos.
Pero nada, cuando alguien está enamorado solo no hay forma de hacerlo entrar en razón. Por el contrario. Así como al enamoradizo se le dice claramente que no, o se le despacha con esa lastimosa fórmula de “te quiero solo como amigo”, y él se niega a escuchar y aduce que ella no sabe lo que quiere, que se está haciendo la dura, que en el fondo es una tonta a la que le gustan los patanes que la maltratan pero que quien le conviene es él; a los opositores les ocurre lo mismo: “Es que ellos no saben lo que pasa aquí. ¡Están confundidos!”, “Si lees entre líneas sus declaraciones verás que hay una crítica a Maduro”, “Miren, Lula acaba de decir que no le gusta la represión, eso es referido a Venezuela”. Incluso se llega al punto de forzar solidaridades que nunca se han expresado, como ocurrió con Quino, el dibujante de Mafalda, a quien pretendieron obligar a posar con una pancarta a favor del movimiento estudiantil, mientras firmaba libros en Paris. El dibujante argentino, tan talentoso con el lápiz como hipócrita con su pensamiento siempre servil a los intereses de la izquierda autoritaria, dijo que no, que no se solidarizaba con los estudiantes venezolanos. Cosa que no impidió que al día siguiente la foto desprevenida circulara en redes sociales, con la respectiva histeria alrededor. Es que como dije al principio: cuando alguien anda enamorado solo es insoportable.
A estas alturas, y de cara a ese nuevo desplante de Bachelet, creo que ya es patético escuchar a un opositor seguir insistiendo en que ellos son el modelo a seguir. Tal vez convendría decirle a los opositores, como eventualmente le decimos al amigo que se ha enamorado de quien no debe, que cuando a uno no lo quieren uno tiene que aprender a dejar de querer. A la oposición venezolana convendría invitarle unos tequilas y sentarlos en la barra de una tasca para decirles al oído: “Mira, pana, Mujica no te quiere. ¿No ves que ni siquiera te saludó cuando te vio? ¡Ya olvídalo!”. Una ranchera debería sonar al fondo: hablando de izquierdistas y traiciones, se fueron consumiendo las botellas…
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