Buscando a Froila

Por Jorge Olavarría

@voxclama

 

 

 

(o—la Psicopatía en la Política)

 

La conferencia con estos grandes economistas estaba por comenzar. Ya el retraso –a lo venezolano- se pasaba de la hora. Sesenta minutos. ¿Qué hacía yo aquí? Los economistas locales, igual que los historiadores, no me inspiraban mucho. Otro simposio con tortas y estadísticas anunciando la inevitable llegada del lobo. Que Pedro se calle porque lo que necesitamos es a Pedro en la calle.  

 

Cuando leo a Hayek (Friedrich, no Salma), o a Smith (Adam, no Will) y sobre todo a Stewart Mill y Von Mises, por ejemplo, los oigo exponer sus perspectivas históricas, sus especulaciones sociales, y sobre todo sus raciocinios políticos y morales. Sabemos de los productos de sus mentes aunque admitan las influencias de este o aquel fertilizante intelectual. Y luego pienso en los economistas e historiadores locales que lo que hacen es postular sus erudiciones y sus contenidos son laberintos de ladrillo (con afortunadas y descaradas excepciones). Y me vino a la mente una cita. Algo como—“las únicas personas capaces de perseguir sus objetivos egoístas sin consideración alguna por el daño que puedan hacer son… los economistas… y los psicópatas.”  Recordé la cita pero no lograba recordar el autor de esta referencia tan brutal. ¿Google it? No creo.  Viene del pasado pasado.

 

Recordé, además, que fue el Dr. Julius L. Koch fue quien concibió la palabra “psicópata” como un concepto que denominó “la inferioridad psicopática” (psychopathische Minderwertigkeiten) frase que en los EE.UU. se convirtió en—“inferioridad psicopática constitucional” (no por Carta Magna sino porque se presumía que la distorsión estaba en el entramado, en la constitución mental de éstas personas).  Kotch se especializó en pacientes quienes tenían más que la mente enferma. Eran criminales,  “degenerados” pacientes “inferiores” (minderwertigkeit). Poseían el alma torcida. Eran frecuentemente impulsivos, desinhibidos, osados y hasta viles pero no irracionales. No eran propiamente psicóticos, ni paranoicos, ni esquizofrénicos y eran capaces de coherencia y racionalidad normal. La psiquiatría estaba en pañales entonces, era el año 1888, aunque ya Freud había iniciado su brillante carrera y había publicado sus ideas referentes a los “efectos paliativos de la cocaína” (de la que se hizo adicto) y otro texto sobre la afasia. Entonces, se diagnosticaban y trataban “enfermos mentales”  víctimas de culpas colosales, de turbaciones atrofiantes, de delirios terribles, y todo eso. Pero el grupo de pacientes que estudiaba el Dr. Koch no tenían mentes aporreadas. Tenían una inteligencia promedio pero una autoestima muy elevada, viraban hacia el comportamiento narcisista. Ante todo, eran individuos desprovistos de remordimiento. No se hacían responsables por nada y eran incapaces de concebir la empatía humana. El sufrimiento ajeno no les registraba ninguna reacción emocional. Podían, sin embargo, actuar, imitar o pretender sentir empatía. 

 

Desde los inicios del siglo que vio nacer a Freud, la generación anterior de psiquiatras ya había estudiado este fenómeno y les habían dado calificaciones descriptivas. Psiquiatras franceses lo habían referido como “maniaque sans délire” (maníaco sin delirio),  o “la folie raisonnante” (la locura razonante), y psiquiatras angloparlantes habían citado la condición como “moral derangement” (enajenación moral)  y “moral insanity” (insania moral). Pero el Dr. Koch fue quien creó la palabra para encapsular la condición (mental) y lo llamó psychopastiche lo que traduce del alemán como “alma sufrida” (o sufriente).  El término eventualmente fue sustituido por sociópata (o sociopatía) esencialmente porque la palabra psicópata a menudo se confundía con psicótico (ergo, psicopatía con psicosis) –que es completamente otra cosa. Es la pérdida de la capacidad de contacto con la realidad. Los psicópatas, al contrario, están mentalmente despejados y hasta son capaces de razonar sus propias enajenaciones pero sin sentir (aunque puedan actuar o pretender) culpa, vergüenza o ninguna conexión afectiva o emocional.  Aunque Freud hizo pocas referencias del crimen y de la mente criminal, escribió en 1928: “Dos aspectos son esenciales en un criminal: egoísmo sin límites y una fuerte necesidad destructiva. En común a estas dos, y una condición necesaria para sus expresiones, está la ausencia del amor y carencia de apreciación de las personas.”     

 

La conferencia de los economistas me hizo reflexionar (lecciones de Marcos Aurelio) con las mismas preguntas sencillas y precisas que siempre me hago. Habiendo invertido tiempo y energía intelectual en este evento, me pregunté, ¿salí de allí más rico, más iluminado, con el equipaje intelectual más lleno…O no? (Carpe Diem). Si acaso salí más frustrado. Pedro y el lobo aparte, un economista es uno de los pocos profesionales que no puede alegar NO SER ADIVINO. Como los niños de la nobleza, nunca son regañados por equivocarse pero su trabajo es ese, ¡adivinar! (Léase—conjeturar, suponer, interpretar, intuir, pronosticar, predecir, comprender…) Para eso están. Saben porque estudian el comportamiento estadístico, extrapolable de las cosas, de los eventos, hasta de la gente. Pero no… el anuncio de los economistas era que NO ERAN ADIVINOS.

 

Perdida esa inversión, (el tiempo perdido siendo una inversión irrecuperable), recordé que durante la larga espera, me había topado con Froila. Esta mujer tiene un raro don de curiosidad intelectual y excesiva empatía. Siendo abogado, Froila sería capaz de exigir legislación que diagnostique y obligue al Estado a imponerles tratamientos a los psicópatas (cosa que no existe en ninguna parte del mundo. (Creo). Pero llevemos esto a un nivel superior: las estadísticas calculan que menos de 1 en cien individuos (1%) sufre la incapacidad de distinguir intuitivamente entre el bien y el mal (lo constructivo y lo destructivo), sumado a una tendencia impulsiva y la carencia de culpabilidad o vergüenza por tus actos. Afortunadamente, la mayoría de los psicópatas terminan en la cárcel porque, aunque pueden ser despiadados, por lo general NO son muy inteligentes. El cálculo es que de 16 a 20% de los criminales presos son psicópatas diagnosticables. Pero las excepciones aunque raras, son contundentes. Y luego hablamos de eso.

 

Froila salvó mi inversión. Aproveché la espera para mencionarle mi re-encuentro con un fantasma, un personaje que se había quedado colgado en el éter de mi memoria por más de diez años. Un personaje con el que me había topado por accidente y cuyas referencias eran tan nobles que había hecho una nota mental de buscarlo luego para saber más. Pero la nota mental se borró. Y luego de todo ese tiempo, me volví a encontrar al personaje fantasma en un libro sobre la Revolución Francesa.  La referencia (ya la conseguí y es del historiador Will Durant) que me había prendado hace todos esos años era que este personaje—“Elocuentemente describió la reciente liberación del as ciencias de las cadenas de la superstición.”

 

Y allí estoy, como todos, esperando, contándole a Froila el descubrimiento de este magnífico personaje. El Marqués Marie Jean de Condorcet, aristócrata que vio la llegada de la revolución con admiración, aceptaba el encarcelamiento de la pareja real pero se opuso a la decapitación, era un matemático  que revolucionó la ciencia, las matemáticas, cuyas pautas y un método para, por ejemplo, los conteos electorales que es tan sensato que hubieran evitado el arribo electoral de Hitler y hasta de Chávez porque las elecciones no solo deben servir para computar qué candidato tiene mayor simpatía y saca más votos sino y quién tiene menor antipatía (sospechas) con el electorado.     

 

Un psicópata con una inteligencia promedio es un desalmado (literalmente), que puede hacer un daño tremendo, generalmente puntual, a individuos o familias. Pero ésta patología provista con un nivel de inteligencia por encima del promedio, (que se puede traducir en alguna combinación de sagacidad, metodología, paciencia o persistencia), puede producir un monstruo capaz de arrasar con cualquier sesgo de normalidad y decencia en un grupo, o en una comunidad, un país y hasta en una generación. (Y el daño que causan puede perdurar varias generaciones). La historia nos recuerda que esta discapacidad puede conducir a una próspera carrera en situaciones donde se legaliza el homicidio, las guerras, o en la política o en el mundo criminal. Y han existido siempre. Abundan en las páginas de la historia, textos religiosos, desde Caín hasta Calígula. Desde Césare Borgia hasta Heindrich Himmler. Desde Boves hasta Chávez.  Desde Mao  hasta Gadafi. La lista es aterradoramente larga.

 

Pero lo que le quería terminar de contar a Froila antes de que arribaran los economistas retrasados, era el descubrimiento del “Prospectus d’un tableau historique des progrès de l’esprit humain” (Boceto del cuadro histórico del progreso del espíritu humano).  Resulta que Condorcet siendo un matemático y librepensador, sabía calcular (ADIVINAR) los niveles de locura y terror a los que los psicópatas revanchistas pudieran conducir la revolución. Condorcet los había visto en acción como Representante electo a la Asamblée. En una oportunidad  había propuesto un proyecto de educación universal y gratuita (primera vez en la historia) a lo que los radicales se negaron rotundamente (cuanto se parecen) porque el proyecto era contrario a las “virtudes igualitarias de la república” y podía convertir al pueblo ignorante en letrado, e imponer una “aristocracia de sabios”, es decir— una meritocracia, o como dijo el otro, “no vamos a sacarlos de la pobreza para que se vuelvan escuálidos”.

 

Freud argumentaba que todas las personas poseían fuerzas oscuras, destructivas, reprimidas, primitivas latentes en el subconsciente. Ya entrado en años y con una reputación mundial, un reportero le preguntó ¿si consideraba que todas las personas deberían psicoanalizarse? Freud respondió que no era necesario, y que se lo recomendaba sólo a aquellas personas que quisieran tener un mejor entendimiento de sí mismas. Pero, añadió, que si podía recomendarle que a un sector de la sociedad despejara sus pasados antes de pasar a ejercer sus profesiones, ese sector sería el de los maestros. Dicho eso, como ejercicio, hay 20 trazos con los que se supone la psiquiatría puede tantear la presencia de la psicopatía pero como el que dejara este país perturbado, arrasado y arruinado está muerto, lo interrogamos sin su anuencia y que cada quien ponga lo que crea, piense o sienta…

 

1. Encanto o Carisma                           (der’ diablo mesmo)

2. Sentido del valor exagerado               (hijo de Bolívar, encarnación del pueblo, etc.)

3. Apetencia de estimulación                  (Uh, Ah… ¿qué hace falta añadir?)

4. Mentiroso patológico                         (la lista es interminable. literalmente).

5. Manipulación astuta                          (niveles Orwelianos: ser rico es malo, revolución pacífica pero armada)

6. Ausencia de remordimiento o culpa      (Solo esto: 4F.)

7. Afectos superficiales                         (La lealtad hacia él lo era todo sin ninguna reciprocidad. Pobre Baduel.) 

8. Descarada carencia de empatía           (“…me le dan 30 años!”… “¡Exprópiese!”… “¡Gas del Bueno!”)

9. Vida parasita                                  (nunca produjo nada y era muy generoso con lo ajeno)

10. Controles de comportamiento pobres  (¿Por qué no te callas?)

11. Sexualidad promiscua                     (Ni lo dudo, ni lo sé, ni me interesa.)

12. Problemas de comportamiento tempranos (sabrá la abuela porque la madre, ni pendiente)

13. Carencia de Objetivos realistas a largo término (Guaire, potencia mundial)

14. Impulsividad                                 (¡Tás botao!.. Tiburón uno)

15. Irresponsabilidad                            (lista interminable)

16. Incapacidad para aceptar responsabilidad (nada es su culpa… imperialismo, sabotajes, magnicidios, guerras económicas…basta.)

17. Muchas relaciones maritales              (dos esposas y la incapacidad de ser fiel)

18. Delincuencia juvenil                         (No sabe. No responde)

19. Versatilidad criminal                        (todo, desde desfalco hasta golpismo)

20. Revocación de libertad condicional       (Constitución Bolivariana).

 

Condorcet sabía que la estupidez y la locura revolucionaria eran ilimitadas. Parecía  inminente que algún fanático descabellado (Dieudonnée o Robespierre) lo acusara de algún crimen fabuloso o conspiración contra la revolución y ordenara su detención. Condorcet consideraba que tenía mucho que aportar, antes de que le quitaran el curul y la cabeza, decidió esconderse. Durante meses estuvo encerrado en el ático de la casa de su amiga (Madame Vernet) donde escribía día y noche. Cuando hubo terminado su boceto, se lo entregó a su amiga para que se lo diera a alguien de su entera confianza. Sobre el boceto, el historiador Will Durant opina magistralmente, “Nunca dejé de maravillarme que un hombre en su situación—empujado hasta el último límite de la esperanza, con todos sus sacrificios personales, de sus privilegios aristocráticos y su fortuna desaparecidos para nada, con esa gran revolución en la que la juventud de toda Europa había enganchado sus esperanzas por un mundo mejor que brotaba de sospechas y terror—debiera, en vez de escribir una épica de desaliento y pesimismo, haya escrito un himno al progreso…Nunca antes un hombre ha creído tanto en la humanidad, y quizá nunca tanto desde entonces. Escudriñad en la literatura griega y latina, y no encontrarán tan afirmadora esperanza en el progreso humano. ”

 

Las almas torcidas, cuando llegan a las cúspides del poder – logran hacer tolerable lo inaceptable.  A menudo aprovechan sus dones demagógicos en situaciones en las que la racionalidad colectiva se ve impedida por coyunturas difíciles de la historia. En vez de ser rechazados, son seguidos y hasta imitados. Sabido, son capaces de torcer el verbo, desafiar conductas y pasar a determinar estándares viciados, revanchistas y primitivos. En la administración política, judicial o social, han sido capaces de justificar y hasta legalizar las áreas más oscuras del alma humana. Han logrado que sociedades enteras vieran al mundo desde sus perspectivas maniqueas, torcidas y lo que es peor, destructivas (después de mi, el diluvio). Han logrado desperdiciar generaciones enteras que se intoxicaron con sus demencias vengativas; la violencia, el saqueo y la mentira. El mórbido triunfal. Siempre han sido capaces de obrar por sus intereses personales y su racionalidad los ha llevado a hacer suya la máxima de “el fin justifica los medios” con actos de indescriptible ferocidad o de políticas patentemente suicidas y, por supuesto, nada es culpa propia. Cuando sus demenciales ideales (a menudo plagiados o ajustados de otros psicópatas) colapsan, (siempre sucede) persistentemente está el chivo expiatorio, el otro, el judío, el capitalista, el conspirador, el apátrida, el saboteador, la guerra económica, el imperialismo. No asumen responsabilidad por nada.

 

Madame Vernet le suplicó que siguiera escondido en su ático pero Condorcet sabía que su permanencia en la casa la ponía a ella y a su familia entera en peligro mortal. Tratando de conseguir algún medio para escapar de Paris por varios días, una noche entró en un establecimiento buscado algo de comer. Unos revolucionarios cooperantes lo distinguieron como un aristócrata en fuga, seguramente por sus buenos modales, y alertaron a las autoridades. La policía lo detuvo y sin saber quién era lo encarcelaron. A la mañana siguiente, una de las mentes más admirables, con una de las almas más abastecidas saber, amor y de empatía con la humanidad, yacía sin vida en el piso mugriento de una celda. 

Algunos dicen que murió de una embolia. Otros, que se tomó un veneno. Hasta se especula que fue asesinado pues, aunque el régimen de terror bañaba de sangre todas las calles de todas las ciudades de Francia, era impensable, aun así, la ejecución pública de un personaje tan respetado y amando. Condorcet fue  enterrado simbólicamente en 1989 en el Panthéon, en Paris, pues sus restos nunca fueron hallados.   

 

La todopoderosa Convención Nacional (dominada por los radicales jacobinos que habían ordenado el arresto de Condorcet) logró hacerse de su escrito y una vez leído, impartió instrucciones para que el Estado sufragara la impresión de 3000 ejemplares, y que se distribuyeran por toda la República.

 

Prospectus d’un tableau historique des progrès de l’esprit humain…

“Pasados 100 años de conocimientos liberados, y de educación gratis e universal…todos los problemas de la sociedad, al final del siglo entrante, estarán resueltos… No hay límites al progreso excepto la duración del globo en el que estamos colocados…” 

 

Cuando la conferencia comenzó (finalmente), con el rabo del ojo podía ver que Froila seguía escribiendo en su block de notas. Con impertinencia supuse que apuntaba algo sobre el Marqués de Condorcet cuyos restos descansan simbólicamente al lado de los de Marie Curie. 

 

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