Burros y Alcaldes
Por Jorge Olavarría H.
@voxclama
Recemos. Roguemos todos los días para que esto termine pronto. El suplicio que han soportado los presos políticos a manos de la dictadura criminal, particularmente los alcaldes, debería producir una reacción colectiva. Debería llenarnos de vergüenza colectiva. Pero eso no está sucediendo.
Chacao ya no causa ni envidia. Lo que ayer fue un Municipio modelo para el resto de Venezuela, hoy conoce un estado deplorable. Hay que taparse la nariz. No quieren, saben o pueden remediar siquiera las cloacas colapsadas, reventadas pero siguen dando permisos a docenas de edificios nuevos, de lujo, probablemente de dinero tan sucio como las aguas negras que corren libres por las deterioradas calles y avenidas. La incapacidad del Alcalde actual pudiera justificarse pero se ve fuertemente contrastada con el hecho que un ex Alcalde eficiente y comprometido con su trabajo está en una cárcel militar, sin sentencia (y sin juicio porque lo que ha tenido que soportar solo puede calificarse de circo judicial). Luego de un año y medio secuestrado y sometido a toda índole de vejámenes, optó por la huelga de hambre. Este sacrificio adicional debería, nuevamente, producir una reacción colectiva. Debería llenarnos de admiración colectiva o por lo menos de turbación por el riesgo implícito. Pero eso tampoco está sucediendo.
La primera insurrección popular en América la encabezó un Alcalde. Se alzó el primer Alcalde apoyando a los primeros ciudadanos o pobladores europeos contra lo que fuera el primer “gobierno” europeo. Hartos de las arbitrariedades y los malos tratos de la autoridad suprema, los ciudadanos hicieron lo que hubiesen hecho de estar en España. Se organizaron y dirigieron al funcionario civil de mayor importancia y relevancia en una ciudad que apenas se estaba constituyendo. Su nombre era Francisco Roldán. —el Alcalde Mayor de Santo Domingo. Y este Alcalde hizo lo que harían cualquier Alcalde en la madre patria. Escuchó las quejas de los pobladores y tomó la decisión de representarlos ante la autoridad suprema que en este caso se trataba del Almirante Colón y de sus hermanos. Se enfrentó, como se enfrentarían tantos españoles en América, al autoritarismo en nombre de los derechos naturales.
Pero Cristoforo Colombo(Colón, Colombo, Columbus, Kolumbus, o como lo quieran llamar) obraba en nombre de la corona española pero no era español. Y por ser italiano, no tenía la herencia liberal de los españoles y al establecer la primera colonia europea en el Nuevo Mundo, impuso un gobierno autocrático. A pesar de esto, quienes lo acompañaban si eran españoles y sin dictámenes ni planos, construyeron fundaciones, palimpsestos de los pueblos españoles que conocían.
Los holandeses, franceses y británicos actuarán bajo otros parámetros. Establecerán puestos de comercio (trading posts) y luego fuertes. Los españoles, sin necesidad de instructivos ni códigos, sembrarán de Iglesias, Cabildos y Alcaldes la tierra americana. Alrededor de estos se nuclearon las futuras nacionalidades y culturas hispanoamericanas de América. Los colonizadores del norte, (a excepción de quienes no llegaron huyéndole a la persecución religiosa), se iniciaron en el Nuevo Mundo con la actitud del comerciante, el pirata y el saqueador. Los españoles eran aventureros, soñadores, salvadores de almas, promotores que impusieron su religión, idioma y cultura (y aunque también habían comerciantes y saqueadores, nunca produjeron un solo pirata). A quienes acusan, con o sin fundamentos, a los españoles de los mismos crímenes que cometieron todos los imperios expansivos (desde Babilonia, Roma, Inca y Azteca incluidos, etc.), cabe recordarles que al mismo tiempo que los reyes católicos liberaban a España de la dominación musulmana (otro invasor explotador imperial que colonizó casi toda España ocho siglos), se les proveía lo que para ellos hubo de ser un mandato claro y directo de Dios. El descubrimiento del Nuevo Mundo más que una oportunidad para la expansión era visto como un mandato divino para una nueva cruzada, para salvar almas. Y si este aluvión de coincidencias místicas no fuese suficiente, tenemos el aturdidor mensaje místico que la Reina Isabel debe haber visto en el navegante genovés. Su nombre, Cristóbal, del griego tardío (Χριστοφορος) Christophoros que significa “portador de Cristo” y su apellido Colón o Colombo—que del latín tardío significa “paloma”. El mandato de Dios no podía ser más evidente.
Pero el osado navegante, de una disciplina férrea, idealista, hombre de acción, cuando se instaura en el poder se vuelve el clásico déspota megalómano, resentido, ambicioso y vil. El fin justifica los medios. Bajo las órdenes de Colón y sus hermanos, se esclavizaron y cobraban tributos a los indios. El genovés degeneró a niveles inhumanos y para los españoles de cierta ascendencia, su comportamiento era anticristiano y antiespañol. Cansado de suplicar, el Alcalde Roldán se alzó en armas contra los hermanos Colón pero nunca atacó, ni produjo un solo muerto. Su insurrección fue jurídica, con escritos y conversaciones. Sus batallas fueron pactos y compromisos en las que el Alcalde y los alzados exigían se respetasen a los indios y los derechos castellanos. Es la primera de muchas veces en las que el alma española, la conciencia católica y el espíritu liberal se sublevan en contra alguna versión del despotismo en América.
En su insurrección, Roldán argumentaba actuar en nombre del sus majestades, es decir, no solamente de la autoridad suprema sino del máximo exponente de la hispanidad, de la tradición y del cristianismo. Se alza en contra de la subyugación de las libertades y derechos de sus conciudadanos, españoles o indios, vasallos todos. La Reina Isabel quien, se dice, lloró al ver el estado de los indios esclavos enviados por Colón, suspiró— “¿Qué poder mío tiene el Almirante para dar a nadie mis vasallos?” Y si es cierto que lloró, no importa. Lo que importa es que reaccionó. De inmediato se comisionó a Don Francisco de Bobadilla, Comentador de la Orden de Calatrava, situado con el rango de Pesquisidor de los Reyes Católicos a averiguar qué estaba pasando. (Y cabe recordar que enviar a un alto representante a navegar un océano atlántico que apenas se comenzaba a atravesar, hasta una región incógnita, demuestra la importancia del asunto.) Con la llegada del Pesquisidor a la primera colonia europea, Colón y sus hermanos eran hechos presos y enviados a España –en grilletes, a ser juzgados por tiranizar españoles y maltratar, matar y esclavizar a los indios. Luego de seis semanas preso con sus hermanos, a Cristóbal Colón, ilustre trasgresor se le levantan todos los cargos y se le restituyen sus títulos y potestades pero también—y por edicto— se le prohibía formar parte de cualquier otro gobierno en el Nuevo Mundo. Este hecho pone en relevancia la importancia, el peso que tenían las leyes y los derechos naturales para los españoles (hasta la llegada de los Borbones). La ofuscación del Almirante genovés por conseguir oro y la manera en la que martirizó a los indios quienes no podían conseguirlo en cantidades deseadas, porque no lo había, era una obsesión personal del genovés. Algo que la corona no le ha pedido. En ningún documento consta que Fernando o Isabel requirieran o desearan el oro de las Indias.
Más de quinientos años más tarde, el Alcalde de San Cristóbal, cuyo nombre –Daniel significa “Dios es mi Juez” es Juzgado por el TSJ. Su crimen, igual que el del Alcalde Rondán es negarse a hacerse cómplice del despotismo violador de los derechos humanos de sus conciudadanos. Al no sacar policías municipales a reprimir a un pueblo que lo eligió, Daniel Ceballos puso en funcionamiento la maquinaria judicial que lo destituye de su cargo y lo hace preso. El cargo vacante obliga a convocar nuevas elecciones y su esposa Patricia (cuyo nombre, del latín, de Patricius, significa “mujer noble”) se postula y gana con el 74% de los votos (superando a quien históricamente sacara el más alto porcentaje electoral, es decir 68% que había sido el ex Alcalde, su marido, ahora preso). Esta epopeya debería, al menos, producir una reacción colectiva. Debería llenarnos de asombro o maravillamiento colectivo. Pero eso tampoco está sucediendo.
Entonces ¿Qué está sucediendo?
Dudo que el régimen tenga en sus abultadas nóminas personajes lo suficientemente leídos como para plagiarse metodologías antiguas de coacción, pero es lo que ha estado sucediendo. En la antigua Roma luego de alguna victoria, anexión, algún sometimiento, tratado o convenio con algún reino o región extranjera era común incluir un rehén, a menudo voluntario, como garantía. Los personajes abundan y la metodología abarca todos los periodos de Roma. Muchos rehenes, cierto, eran prisioneros, secuestrados y llevados a Roma como trofeos, como Vercingetorix, pero el principio es el mismo. En chantaje es simple: si quienes gobiernan o quienes son gobernados violan o rompen algún acuerdo, se niegan a pagar lo establecido, permiten alguna sublevación, se niegan a reprimir descontentos… y el precio lo pagan sus hijos, ilustres rehenes de Roma. Esta práctica de la “diplomacia coercitiva” se extiende a otras latitudes por siglos hasta que llegamos al famoso secuestro diplomático de Bonaparte a sus majestades españolas en Bayona que, lejos de chantajear a los súbditos del rehén, los unificó y produjo la guerra que expulsaría a los franceses de España. A partir de 1808 sin necesidad de leyes ni resoluciones, fueron los Alcaldes (en España y América) quienes llenaron espontánea y organizadamente el vacío dejado por las abdicaciones de los reyes secuestrados por Napoleón.
Queda claro que para Chávez y su régimen era una amenaza inaceptable el poder del Alcalde, de la Alcaldía y de los Concejales porque sus atribuciones se centran en la verdadera y directa representatividad popular conferida democráticamente a estos cuerpos municipales. Y así tenemos que a su llegada al poder (legalmente), y en lo que llevamos del siglo XXI, con la mutilación y degeneración que significó la llegada del despotismo militar-colectivista, se podía pronosticar la degradación que habrían de sufrir estas instituciones municipales. Era poco probable que un militar golpista vuelto político demagogo colectivista respetase el dominio del único cuerpo político auténticamente vinculado a la base mayoritaria y popular de cada segmento (municipio) de la nación.
El enfoque temprano del resentimiento chavista no era tanto reducir la pobreza sino anular el enriquecimiento legítimo, productivo. Del mismo modo que en vez de seguir el ejemplo de una alcaldía funcional como lo fue Chacao (pendiente de las necesidades de la comunidad) y respetar su trayectoria y autoridad (y si acaso asistir a las alcaldías más pobres para que pudieran enfrentar y responder directamente por los problemas puntuales de sus propias comunidades), el déspota originario optó por destruir y expropiar potestades, centralizar todas las atribuciones municipales y ungirse como el único proveedor de atenciones, consuelo, soluciones y recursos.
La insurrección de Francisco Roldán, el Alcalde primogénito, en defensa de los derechos naturales de sus electores (que aunque de ninguna manera le evitara a los americanos o q low dominicanos déspotas futuros), hace hincapié del poder real y directo que tiene la milenaria herencia municipal. Un pensamiento peligrosísimo para cualquier dictador.
Hoy…pareciera que casi lo único que implementan nuestros Alcaldes, (o si los quieres defender, es casi lo único que les permiten hacer), es colocar burros(*) en las vías. Nadie niega que algunos obstáculos sean necesarios. El semáforo, por ejemplo, es un obstáculo que regula. Pero la ironía es que las vías ya están colmadas de “reductores de velocidad” innaturales, por inatención; huecos, pozos y fisuras, raíces que levantan aceras y vías, alcantarillas hundidas y descuadradas. Estos estorbos no solamente NO son remediados sino que en vez, la estrategia es colocar más obstáculos—más burros.
En vez de negarse a conservar el paternalismo condescendiente del régimen y tratarnos como ciudadanos consientes y ¿qué sé yo? –hacer campañas, colocar señales, pedirnos que reduzcamos la velocidad o que obedezcamos las reglas, los limites, los Alcaldes nos plantan estos burros como una especie de “por las malas” ya que la gente, (siempre esa detestable generalización), no entiende —por las buenas.
«No son burros.»—me corrigió un Alcalde de “otro” Municipio (uno, cercano y menos entreguista) con quien pude hablar del tema (y planteárselo en la forma expuesta).
“Bueno, ¿cuál es el término.. policías acostados?”—pregunto yo.
“Los Policías se ofenden si los llaman así.”
“¿Los policías se molestan si los llaman cómo..burros o acostados?—dije pero ignoró mi sarcasmo.
“Se llaman reductores de velocidad.”
“Deberían llamarse destructores de velocidad.”
La condescendencia de este Alcalde es típica de los políticos de oposición quienes no escuchan críticas/dolencias, aunque pretendan hacerlo, y no asumen culpa alguna, por nada, aunque la tengan/compartan. El tiempo de Dios, tipo de cosa. Ávidos de condenar la forma sin tratar de ver o entender siquiera el contenido, son como los burros, no el cuadrúpedo sino el “reductor de velocidad”… imitan un paternalismo denigrante y odioso del régimen colectivista tratando a la gente –al pueblo—como idiotas o malcriados que no razonan. La tragedia es que cuando se presume que gente en realidad es eso, no se requiere hacer ningún esfuerzo para convencer, cambiar opiniones. Se nos imponen medidas—por muy ineficientes o estúpidas que sean.
El paradigma con los burros de los Alcaldes, solo es una metáfora de la perturbada Venezuela del siglo XXI donde el poder y la tradición histórica de la Alcaldías quedaron rezagados, si acaso, a la memoria del pasado. Las Alcaldías han pasado a ser, si acaso, como las monarquías europeas—decorativas, costosas e inútiles. Un apéndice burocrático esterilizado. La castración de sus prerrogativas ha sido tan brutal que no es ni comparable con lo que hizo el nuevo orden de los Borbones a partir del siglo XVIII.
Al despotismo chavista se le toleraron tantos abusos que a la hora de hacer alguna tipo de muro de contención ante la arbitrariedad y la imposición, por ejemplo, con los Consejos Comunales, no hubo resistencia alguna. Nadie alzó la voz ante el aberrante proyecto y el desmembramiento de las potestades naturales municipales. Y hoy tenemos esas aberraciones que se supone le responden al líder supremo, concepto plagiado de los soviet, (hoy también en un estado de catatonia ante la inevitable crisis económica, otro engendro del despotismo).
La primera revolución popular de los pueblos hispánicos en el siglo XIX se le acredita (también) a un Alcalde. Si nombre era Andrés Torrejón, un dócil labrador que a los 72 años de edad fue nombrado Alcalde ordinario de Mósteles, pueblo próximo de Madrid donde se había producido un violento enfrentamiento entre la población y las tropas de ocupación. Los guardias y oficiales franceses habían sido atacados con piedras, palos y cubetas de aguas inmundas. La reacción de la guardia francesa fue sumamente violenta (como lo dejó evidenciado Francisco Goya en sus bocetos). Enterado de este atropello, el Alcalde de Mósteles se sentó en su escritorio esa misma noche y produjo una proclama asumiendo la soberanía de la nación y declarándole la guerra al Emperador de los Franceses.
Señores justicias de los pueblos a quienes se presentare este oficio, de mi el alcalde ordinario de la villa de Móstoles.
Es notorio que los franceses apostados en las cercanías de Madrid, y dentro de la Corte, han tomado la ofensa sobre este pueblo capital y las tropas españolas; por manera que en Madrid está corriendo a estas horas mucha sangre. Somos españoles y es necesario que muramos por el rey y por la patria, armándonos contra unos pérfidos que, so color de amistad y alianza, nos quieren imponer un pesado yugo, después de haberse apoderado de la augusta persona del rey. Procedan vuestras mercedes, pues, a tomar las más activas providencias para escarmentar tal perfidia, acudiendo al socorro de Madrid y demás pueblos, y alistándonos, pues no hay fuerza que prevalezca contra quien es leal y valiente, como los españoles lo son.
Dios guarde a vuestras mercedes muchos años. Móstoles, dos de Mayo de 1808.
Andrés Torrejon / Simón Hernandez
Siguiendo el ejemplo del Alcalde de Móstoles, los Alcaldes y Ayuntamientos de toda España también produjeron proclamas. Al mes se había constituido la Junta en Oviedo. Sin mandatos ni instrucciones, se había originado espontáneamente la institucionalización más simple ante una imposición despótica, o el vacío de poder.
Los Alcaldes Torrejón y Hernández, (no muy distinto al ex alcalde López, y a los alcaldes destituidos Escarano y Ceballos), fueron encarcelados por sedición…y el pueblo de Móstoles (no muy distinto a San Cristóbal y San Diego) sufrió duramente las consecuencias de la insubordinación.
Hoy le rindo honores a los presos políticos, especialmente a los Alcaldes en huelgas de hambre, recordando que fueron los Alcaldes de antaño quienes espontáneamente se opusieron insistentemente al despotismo, quienes llenaron el vacío dejado por el colapso de 1808, desde el Alcalde de Santo Domingo, el de Móstoles, hasta los alcaldes de Chuquisaca. Era en los Ayuntamientos donde habían nacido nuestras patrias y era en las municipalidades donde habíamos forjado una identidad. En España, los Alcaldes y los Ayuntamientos se libraron del invasor francés. En América, ganaron la independencia de sus repúblicas. Hoy en Venezuela vemos que la mayor tragedia es que toda esa centenaria estructura de gobierno municipal fue olvidada, puesta de lado en favor de un parlamentarismo estéril, corruptor e ineficaz, copiado de modelos ajenos, de las Constituciones de los Estados Unidos y de Francia.
Los constituyentes del 99, embriagados con el verbo colectivista y demagógico del nuevo comandante, emprendieron un camino en pos de un espejismo socialista harto fallido, de un populismo dúctil y denigrante, y diseñaron una constitución para una dictadura vitalicia legalizada. Se apartaron de la tradición milenaria hispánica y luego republicana de gobiernos municipales. Es posible que este sea el caso más dramático y triste de una sociedad que pierde su camino por ignorar los logros de su propia descendencia. De su propia historia.
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